Domingo, 24 de junio de 2007. Año: XVIII. Numero: 6398.
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 CRONICA
MUNAR S.L.
Con sólo 28.082 votos en la isla de Mallorca, María Antònia Munar reina en todo Baleares. Es su capicúa de la fortuna. La líder de Unió Mallorquina, amante del lujo, lleva joyas por 100.000 euros. El martes, mientras meditaba si pactaba con el PP o con el PSOE, compraba en la tienda más cara de Madrid. Investigada por al menos dos casos de corrupción, con su decisión final ha retirado a Jaume Matas
ESTEBAN URREIZTIETA

La tienda madrileña de Louis Vuitton tardará mucho tiempo en olvidar la tarde del pasado martes. Sus hieráticos dependientes, jóvenes y con pintas de modelo, se han acostumbrado a convivir con el tedioso paso de las horas y la incómoda sensación de que nadie repare en ellos.

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Miles y miles de peatones les ignoran a diario a la altura del número 17 de la calle Ortega y Gasset. Sólo un selecto grupo de elegidos está llamado a alterar la quietud del interior de la boutique más cara de Madrid.

La cadencia habitual de una de las arterias principales de la milla de oro madrileña la varió hace unos días a las seis de la tarde una mujer de mediana edad. Cincuenta y un años, para ser más exactos. Impecablemente vestida con uno de los últimos modelos de Escada. Maquillada como si estuviera a punto de asistir a una fiesta. Enjoyada con más de 60.000 euros repartidos en perlas australianas, anillos de diamantes y un espectacular Cartier de oro en su muñeca izquierda. Saludó con familiaridad a los empleados con un inconfundible acento mallorquín y empezó a probarse artículos sin parar. Llenó varias bolsas, se acercó al mostrador y desenfundó su cartera de piel. Apartó su carné de identidad y su tarjeta de crédito, donde se puede leer su nombre impreso en letras de molde, Maria Antònia Munar, y echó mano de un fajo de billetes. Pagó, como siempre, en metálico.

La silueta de Munar resulta familiar para los dependientes de Vuitton. Cuando atisban su figura saben a ciencia cierta que va a ser una buena tarde. La conocen desde hace años, pero son incapaces de ubicarla. Casi no habla. Compra tanto como puede acarrear y se va. Pero siempre vuelve. Nunca había salido de la tienda tan cargada como el otro día.

Mientras la nerviosa figura de Munar cruzaba de lado a lado Ortega y Gasset, saltando de tienda en tienda entregada al shopping, el diminuto partido político que preside, Unió Mallorquina (UM), meditaba quién gobernaría Baleares durante los próximos cuatro años. El líder del PP, Jaume Matas, y su homólogo del PSOE, Francesc Antich, se encontraban en sus cuarteles generales maquinando sus ofertas para seducir a la fashion victim. Nadie se atrevía a moverse. Un paso en falso podía ser letal. Baleares se encontraba sin gobierno. La ciudadanía, sumida en la incertidumbre más absoluta. Los gigantes hoteleros, los Riu, Barceló, Escarrer o Fluxà, motores de la economía balear por excelencia, cruzando los dedos. Al mismo tiempo, quien debía resolver la situación, de compras por Madrid. Armada con la tranquilidad que le dispensa a uno saberse imprescindible.

Durante la jornada electoral del pasado 27 de mayo Munar sólo consiguió que la votaran 28.082 ciudadanos en una isla, Mallorca, en la que ya están censadas más de un millón de personas. Sólo el 6% de los que se acercaron a ejercer su derecho constitucional cogió la papeleta de UM frente al 47% que confió en el PP y el 32% que optó por el PSOE. Baleares tiene 1.001.062 habitantes y este exiguo resultado le bastó a Munar, ley electoral mediante, para conseguir la llave de la gobernabilidad en las tres principales instituciones del archipiélago.

De UM, un partido que explota la identidad mallorquina como elemento diferenciador; culpa a los inmigrantes de todos los males que asuelan la Isla; apuesta por cerrar los comercios de chinos; y al que sólo le preocupa tener en su poder el urbanismo, ha pasado a depender el nombre del nuevo alcalde de Palma. Pero también el del presidente del Consell de Mallorca y el de la mismísima Comunidad Autónoma. El mundo al revés.

Las formaciones políticas con más votos, PP (193.000) y PSOE (113.000), a merced de lo que decidiera la que menos había logrado. Munar se acostó al terminar la noche electoral con menos sufragios que nunca pero con más poder del que jamás habría soñado. Su imagen al conocer los resultados era el espejo de su alma. Parecía haber entrado en éxtasis. Compareció ante los periodistas y sus militantes con la mirada perdida en el horizonte. Extendió sus brazos, como si realizara una especie de ritual. Inspiró, saboreó el momento durante unos segundos y sonrió. Y es que, en juego, para ella no sólo estaban las elecciones.

El PP de Matas ganó las elecciones, sí, pero dependía, una vez más, de ella. Ahora ya no sólo al frente del Consell de Mallorca (equivalentes a una diputación provincial), como ocurrió en 2003, cuando Matas optó por cederle la institución entera a una Munar con sólo 3 diputados de 33. Nadie le había dado tanto poder nunca como el PP y nadie como Matas había propiciado el crecimiento de la bisagra balear. En buena lógica, la presidenta de UM debía corresponder a la lealtad de su socio, pero no ha sido así. Ni tan siquiera ha querido escuchar su oferta. Ya no es la misma que hace cuatro años. Algo en su vida ha cambiado.

MULTIMILLONARIA

Mientras Matas se bate en retirada rumbo a Estados Unidos, el PSOE gobernará Baleares con el apoyo de una hija de emigrantes mallorquines a Barcelona, que lleva ya 28 años en política y a la que su condición de imprescindible le ha acompañado la de multimillonaria. Empezó en el año 1979 como alcaldesa de su pueblo, Costitx. Se trata de una población del interior de la Isla, encaramada en un páramo, y en la que todos sus habitantes se apellidan hasta cuatro veces seguidas Munar. Es, en definitiva, una especie de gran familia que, con el tiempo, ha adoptado la forma de una localidad en la que se profesa veneración por su paisana. Empleando Costitx como plataforma y con un doctorado de Derecho a sus espaldas, ha venido reeditando su condición de primera edil de su pueblo al mismo tiempo que fue escalando como diputada, consejera de Cultura y, en 1992, se hizo con las riendas de UM, a la que ha moldeado a imagen y semejanza.

Su sueldo público asciende mensualmente a 3.000 euros netos al mes, pero un primer vistazo a su figura basta para comprobar que vive muy por encima de sus posibilidades. Es capaz de recubrir su cuerpo un día cualquiera de ropa, joyas y complementos por valor de más de 100.000 euros. En invierno no se separa de su célebre abrigo de visón, a la venta en una conocida peletería palmesana por 20.000 euros.

El anillo que porta en su dedo anular suele ser casi siempre el mismo. Es de oro blanco, está cuajado de diamantes y sólo dos joyerías de Palma son capaces de dibujar, previo pago de 30.000 euros, la semicircunferencia que lo recorre de lado a lado. Los zapatos se los hace a medida a juego con el vestido a razón de 500 euros el par y nunca estampa su firma en un documento oficial sin su pluma Montblanc de 600 euros. Sólo en peluquería se gasta la mitad de sus emolumentos mensuales. No hay acto público al que no acuda sin haber visitado previamente Llongueras.

Sorteado su atuendo, un somero repaso a su patrimonio oficial propicia la primera gran sorpresa. A su nombre aparecen en los registros de la propiedad de la Isla fincas, naves industriales, oficinas y pisos por valor de, al menos, 13 millones de euros. En la lista destaca, su residencia habitual: uno de los mejores pisos de Palma. Casi 400 metros cuadrados volados al Paseo Marítimo con unas espectaculares vistas a la bahía y una sorpresa en su interior.

Una mañana de primavera de hace un año un camión desembarcó en la puerta de la residencia de los Munar un paquete gigantesco. Varios operarios lo introdujeron en el portal del edificio, quitaron el envoltorio y desvelaron el secreto. Los ojos de la portera descubrieron una caja fuerte de banco. Tenía la altura de una persona y un metro de fondo. «¿A qué piso van?», titubeó. «Al tercero», le contestaron mientras encajaron a la fuerza la cámara acorazada en el montacargas del edificio. El ascensor admite un peso máximo de 480 kilos y la caja superaba la tonelada. Aún así, se la jugaron y apretaron el botón. El montacargas ascendió levemente varios metros y, de pronto, se descolgó provocando una especie de detonación. La caja quedó expuesta a la vista de los vecinos, que tuvieron que usar las escaleras durante varios días.

FINANCIACION SOSPECHOSA

Al estampido de la mole de acero le han venido sucediendo otros que han retumbado en la conciencia de Munar con la misma fuerza. Por primera vez en tres décadas de impunidad la Justicia se ha fijado en ella. Un juez y el fiscal Anticorrupción de Baleares se han tomado la molestia de examinar una a una las subvenciones públicas que ha venido repartiendo durante los últimos años desde el Consell de Mallorca. Decenas de millones de euros en ayudas que han salido de la institución bajo la teórica finalidad de sufragar entidades o iniciativas culturales, una parte de los cuales han acabado en manos de sus altos cargos. Entre los hallazgos, partidas adjudicadas a asociaciones que ni siquiera se habían creado; viajes de placer a Port Aventura de consellers de UM en compañía de sus familias; y partidas camufladas con identidades de difuntos. Indicios poderosos de, al menos, dos delitos, malversación de caudales públicos y prevaricación, según ha apuntado el juez en uno de sus últimos autos. Y una sospecha cada vez más nítida: detrás de este entramado no sólo se encuentra la fórmula para recompensar a sus votantes sino la de financiar a su propio partido.

En otro juzgado de instrucción el mismo magistrado que desentraña el caso Andratx intenta encontrar una explicación a por qué Munar vendió hace unos meses el mejor solar público de Palma para hacer viviendas de lujo y puso un precio máximo: 30 millones de euros. Curiosamente la mitad de lo que vale a precio de mercado. La empresa del ex presidente del FC Barcelona Núñez y Navarro pujó, ingenuo, por el terreno, y puso encima de la mesa más del doble del tope requerido por Munar: 61 millones de euros. Aunque pueda parecer imposible, la ganadora resultó una promotora, Sacresa, que ofreció la mitad. «Lo importante no es el dinero sino que el proyecto sea emblemático», se despachó públicamente sin alterar un instante su rictus para, acto seguido, pedir un crédito porque las arcas del Consell de Mallorca no llegan a fin de mes.

También tiene negocios. Dos empresas de transportes que gestiona junto a su marido, poco amigo de flashes y micrófonos. Con los camiones de la primera traslada la grava con la que se asfaltan las carreteras que ella misma adjudica. Con los de la segunda, desplaza el carbón en la central térmica más importante de Baleares, cuyas competencias urbanísticas y medioambientales confluyen en ella misma. Las cuentas de las empresas declaran beneficios ridículos y las cuentas de Munar siguen sin cuadrar.

Que el mismo fiscal que montó la operación en Andratx se interese por ella hace tiempo que le quita el sueño a quien nadie ha alterado jamás. Juan Carrau, que así se llama el delegado de Anticorrupción en Baleares, recibió en vísperas del acuerdo con el PSOE una indicación por parte de uno de sus superiores. «Tienes que archivar esto», le vino a decir en cuanto al proceso judicial que rastrea las subvenciones de Munar. Y hete aquí la sorpresa. «Pues para eso ponéis a otro en mi lugar», contestó tajante un Carrau que alienta la remota esperanza de que algún día se desenmascare el misterio.

La guardia de corps de la Munar también disfruta de una saneada cuenta corriente. Su núcleo duro lo conforman su conseller de Obras Públicas, Antonio Pascual, y su conseller del Territorio, Bartomeu Vicens. El primero tiene gasolineras estratégicamente ubicadas en la red viaria que diseña. El segundo ha elaborado el Plan Territorial de Mallorca, el documento que establece por donde se puede construir en la Isla. Es quien recalifica zonas y protege solares. Además de estos dos, el asesor por excelencia de Munar es el mayor editor de prensa de Baleares, Pedro Serra. Es el dueño del diario Ultima Hora y en el citado Plan Territorial, Munar recalificó un terreno denominado Son Massot para que Serra y su familia construyeran 520 viviendas en una zona protegida, aunque la oposición del alcalde de Calviá, el popular Carlos Delgado, frustró el gran proyecto.

Y es que Munar ha conseguido transformar UM en una fructífera Sociedad Limitada en la que sólo tienen cabida unos pocos. Como las tiendas de ropa que frecuenta.

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