SEVILLA 1
GETAFE 0
Palop
Alves
Javi Navarro
Escudé
Dragutinovic
Renato
Poulsen
Navas
Luis Fabiano
Puerta
Kanouté
Cambios: Kerzhakov por L. Fabiano (min. 52)
Duda por Puerta (min. 75)
s.c.
Martí por Renato (min. 83)
s.c.
Luis García
Contra
Pulido
Belenguer
Paredes
Celestini
Casquero
Cotelo
Nacho
Manu del Moral
Güiza
Cambios: Vivar Dorado por Nacho (min. 70)
Maris por Manu del Moral (min. 80)
s.c.
Pachón por Contra (min. 84)
s.c.
Arbitro: Rodríguez Santiago
Tarjetas amarillas: Renato, Paredes, Güiza, Belenguer, Nacho, Celestini, Duda.
Tarjetas rojas: Kanouté (min. 90).
Goles: 1-0: Kanouté (min. 10).
SANTIAGO BERNABÉU. LLENO.
MADRID.- La Copa coronó al Sevilla, al mejor Sevilla que han visto los tiempos, un equipo que ha sobrepasado la barrera del asombro. Idólatra del balón e invencible en las grandes finales: cuatro disputó en el último año y cuatro metió en el saco. La última en el Santiago Bernabéu, deslumbrado por el rojo del sevillismo, y testigo de un duelo desigual entre un conjunto tocado por los dioses y un Getafe inferior pero admirable, que combatió con la furia de quien se sabe ante una oportunidad única. Merecen gloria los hombres de Schuster, entrenador que hoy quería el cielo y que mañana tendrá al Madrid (para algunos es lo mismo). No obstante, la gloria es, desde hace tiempo, la morada de este Sevilla mágico, que ilustrará las narraciones de generaciones enteras.
Hace poco más de un año, algunos entendieron el triunfo en la UEFA como un milagro divino en compensación por tantas fatiguitas pasadas en su centenaria vida. La realidad era más mundana, y respondía al trabajo apasionado y febril de un manojo de nombres para la historia: Del Nido, Juande, Monchi, Palop, Alves, Navas, Kanouté... Esta temporada repitieron en la UEFA, se llevaron la Supercopa y la culminaron anoche con la Copa del Rey, un torneo sencillamente maravilloso. Cuando se recupere de la orgía, cuando recobre el sentido tras tanta felicidad, el Sevilla se encontrará con otra gran noticia: esto no es flor de un día. Va a haber más.
Al Getafe, al equipo del pueblo, le faltó artillería para tomar el Bernabéu. A veces, el alma no es suficiente. La diferencia con el Sevilla fue la que distó entre Luis García y Güiza, y Palop y Kanouté. La diferencia fue que, a los siete minutos, el delantero azulino encaró al guardameta, que después de sus hazañas en Donetsk y Glasgow, decidió añadir el Bernabeú al santuario de sus milagros. Entre las mil soluciones que le dio tiempo a procesar a Güiza, optó por la del quiebro. Amagó y giro a su derecha, y de pronto se vio pateando aire y con el balón en las manos del felino portero.
La diferencia fue que, prácticamente en la siguiente jugada, Pulido pifió al despejar una bola en el centro del campo y puso en ventaja a Kanouté. El malí alargó el tranco, aguantó el acoso de Belenguer y optó por la vía rápida para rendir a Luis García. Un tiro seco. Pulido quería morirse.
Precisamente él, que jugaba para frenar el juego áereo del delantero sevillista, le había tendido una alfombra por abajo. Kanouté, mientras, seguía a lo suyo. Como Palop, no había dejado pasar ninguna gran cita sin sellarla. Había marcado en las anteriores tres finales. En el Bernabéu completó un póquer que celebró por todo lo alto, fundido con una afición que invadió Madrid, y que tal vez presenciaba el último tanto del malí como sevillista. Luego, los rojos pudieron tranquilizarse. La estrella quiere seguir en casa.
Un simple vistazo a la grada daba idea de lo desigual del choque, de la batalla del meritorio Getafe contra un gigante que lleva dos años en estado de gracia. El equipo madrileño quedó aturdido tras el golpe, estuvo a punto de sucumbir en un remate de cabeza en el que se estorbaron Kanouté y Luis Fabiano, y sólo encontró aire cuando entendió que el partido tenía que jugarse lejos de las coordenadas de la calidad y el juego puro. Los de Schuster le subieron la temperatura al partido, se echaron al monte con más coraje que plan y se encontraron con dos decisiones que les sacaron de quicio. Rodríguez Santiago no vio nada en los encontronazos entre Dragutinovic y Contra, y, sobre todo, entre Renato y Del Moral.
El mediapunta fue el más incisivo de los azules. Bicheando aquí y allá, probó a Palop en un par de disparos sin fortuna. Le acompañó Mario Cotelo, ultramotivado, buscando la venganza por los años que desperdició en Sevilla.
Su empuje, sin embargo, no fue suficiente para un Getafe que sufrió la liviandad de algunos pesos pesados, Casquero, sin ir más lejos, vigilado con saña en un Sevilla conocedor de la suciedad del fútbol azul cuando no pasa por el filtro de su pivote. Así fue ahogándose el Getafe, perdido en un escenario que dominaba el oficio del Sevilla, cada día más experimentado en estas alturas. Schuster buscó el pellizco con la entrada de Vivar, y soñó aún con el milagro tras la tardía expulsión de Kanouté, que repelió una patada de Casquero. Pero el destino tenía la carta marcada en rojo, como la ha tenido durante una temporada de ensueño en la que no se puede decir nada más que esto: el Sevilla ha sido el mejor.