La noticia de que Rodrigo Rato dejará en septiembre la dirección del Fondo Monetario Internacional sacudió ayer la política española, por inesperada pero, sobre todo, por las repercusiones que pueda tener en el futuro del país. Rato, que tenía por delante dos años de mandato, ha alegado «razones personales» para anticipar su marcha. El ex ministro de Economía quiere atender la educación de sus hijos tras permanecer tres años fuera del país.
El hecho de que Rato regrese a España a menos de ocho meses para las elecciones generales disparó ayer de inmediato todo tipo de especulaciones. Considerado en su día el relevo natural de Aznar hasta que el ex presidente decidió nombrar a Rajoy como sucesor, mantiene intacto su gran capital político. Fue el artífice del actual ciclo de expansión de la economía española y el tiempo que lleva apartado de la política, lejos de desdibujar su figura, ha servido para acrecentar su prestigio. De puertas adentro del PP sigue siendo un líder indiscutible.
Como es lógico, es en las filas conservadoras donde la nueva del regreso de Rato se recibió con especial interés, incluso con ilusión. El secretario de Comunicación del PP, Gabriel Elorriaga, afirmó que el partido le recibirá «con los brazos abiertos» e incluso se apresuró a ofrecerle un puesto en las listas. Pero seguramente también se frotaron las manos aquéllos que no terminan de ver despegar a Rajoy pese a los errores del Gobierno, y entienden que el director del FMI podría ser el mirlo blanco para medirse a Zapatero en el caso de que éste lograra mantenerse en La Moncloa tras las próximas elecciones.
Lo cierto es que, a día de hoy, Rato no tiene entre sus planes volver a la primera línea política. Pretende centrarse en su familia y lo que baraja es elegir entre algunas de las relevantes ofertas que ya tiene sobre la mesa para ingresar en el mundo de la empresa. Pero también es verdad que el ex vicepresidente del Gobierno ha reconocido en privado que si su partido le pidiera volver, tendría muy complicado decir que no.
Es así que la pelota queda en el tejado del líder del PP, Mariano Rajoy, que deberá valorar la opción de incorporarle a su proyecto. Siendo cierto que la presencia de un peso pesado como Rato podría restarle brillo si no se articula bien, sería un error que los populares perdieran la ocasión de recuperar a quien sigue siendo uno de los referentes y grandes valores del centroderecha español.
Rajoy debería ser lo suficientemente hábil para convertir el fichaje de Rato en lo que es, una buena noticia para el PP, una ventaja antes que un inconveniente. Incluso su presencia en las listas podría resolverle el problema que plantea Gallardón, que ha expresado su intención de ser diputado para -resulta evidente- jugar sus cartas a la sucesión en el caso de una derrota. En ese hipotético escenario, la alternativa de Rato no daría pie siquiera a la duda.
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