«Dimito porque la vida es más importante que la política, me dedicaré a mi familia, mi decisión es dejar la actividad política». Son las declaraciones de José Bono hace quince meses -en abril de 2006- el día que anunció su renuncia a ser ministro de Defensa del Gobierno de Zapatero. Poco le ha durado al ex presidente castellano-manchego su dedicación a la vida privada, cosa que ya era de sospechar cuando dejó el puesto, ya que Bono es lo que se dice un auténtico animal político. El hecho de que en estos quince meses tampoco haya desempeñado ninguna actividad profesional -ni pública ni privada- abonaba la tesis de que, tras la fallida operación en la que Zapatero quiso situarle en la candidatura al Ayuntamiento de Madrid, tarde o temprano el presidente le ofrecería algún puesto.
Esa oportunidad habría llegado, ya que al parecer el líder socialista ha ofrecido a Bono encabezar la lista del PSOE por Toledo a las generales con la promesa de convertirlo en presidente del Congreso, naturalmente siempre que el PSOE gane los comicios. Esta vez Bono no le ha hecho ascos públicos a la oferta -cosa que sí hizo con el Ayuntamiento de Madrid-, por lo que la vuelta de Bono a la política, tras dieciocho meses dedicados a la vida, parece cantada.
El ofrecimiento a Bono es, sin duda, una nueva jugada táctica de Zapatero, en línea con el reciente cambio de Gobierno y por los mismos motivos. Si nombrando a personalidades destacadas de la izquierda, el presidente quiere recuperar el voto de los sectores desencantados con su gestión, una campaña electoral al lado de Bono le asegura una buena disposición del electorado de centro, escandalizado por las cesiones del Gobierno a ETA y los nacionalistas. La sangría de votos sufrida por el PSOE en comunidades como Madrid o Valencia aconseja a Zapatero reforzar su flanco constitucionalista y español.
Ahora bien, si para Zapatero el regreso del ex ministro sería beneficioso a efectos electorales, no se puede decir lo mismo de las consecuencias que tendría para el interesado. Bono dejó su puesto en el Gobierno apelando a «razones personales» y «familiares» en las que nadie quiso ahondar precisamente por respeto a esa esfera privada; y negó expresamente que su dimisión tuviera nada que ver con sus discrepancias con el presidente a propósito del Estatuto catalán y el recién iniciado proceso de paz con ETA.Es obvio que la política de Zapatero no ha cambiado en relación con los nacionalistas, por lo que el regreso de Bono necesariamente se tiene que deber a otros motivos que él debe explicar si quiere mantener su credibilidad. ¿Qué pasó con esas importantes razones «personales» y «familiares»? ¿En qué ha cambiado la situación en quince meses? ¿Se comportó entonces de forma inconsistente y frívola o bien lo hace ahora? Sólo si despeja estos interrogantes podrá volver a ser lo que era.
|