Sábado, 14 de julio de 2007. Año: XVIII. Numero: 6418.
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Los Beckham recibidos en Los Angeles como estrellas de una nueva galaxia
Un cartel junto al estadio muestra el torso desnudo de David con el rótulo 'Fast & Sexy'
DAVID GISTAU. Enviado especial

Lo normal en un partido de soccer en el Home Depot Center es que en el fon-do North se oigan los móviles que sue-nan en el South. Por eso, los porteros del estadio estaban ayer abrumados por las colas formadas para la presen-tación de David Beckham y su prótesis neumática, Victoria. Y se sentían res-catados de la soledad de galpón por-tuario en la que aquí languidece el fútbol para vivir una pasión propia de otras geografías.

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A los porteros de la cancha del Galaxy se les nota que no han estado en un Boca-River y que tampoco vieron aquella aparición maradoniana que fue la presentación de Diego Maradona en Nápoles.

Porque el ambientazo de fútbol al que se referían apenas consistía en cinco mil aficionados sin cánticos ni insultos, la mayor parte niños tipo parque temático, que vinieron acompañados por sus papás o la mucama mexicana y que, al mezclar camisetas del Madrí y del Barsa entre otras del Manchester United, recordaron hasta qué punto Becks aterriza en un estadio pequeño y sin pedigrí, y en un fútbol vacío de contenido, de códigos y hasta de historiales del odio. Un fútbol Disney, tan amable como hueco, con la misma carga pasional que el balón prisionero o el softball femenino, en el que del escudo sólo se espera que luzca moderno de diseño en la gorra.

A David le habían preparado un estrado en el pico del área, orientado hacia el córner donde se ubicaron la chiquillería y una Barbie que llevaba una banda en la que se leía: Miss Los Angeles. Antes que el crack, apareció Victoria con un ajustado vestido fucsia, con el que parecía un calipo de fresa. Olisqueó el aire como si necesitara comprobar que en Los Angeles no huele a ajo antes de comprometerse, y luego aceptó la salva de aplausos con una frígida rotación de muñeca en la que no quedaba claro si estaba saludando o pidiendo un taxi.

Y en ésas salió David. Con un traje gris bien cortado, arropado por Alexis Lalas y saludado con una eyaculación de confeti. Desde el túnel de vestuarios, cruzó el área con un perfecto andar de alfombra roja. No prometió títulos: la única victoria que importa aquí es Adams. Pero Lalas sí se refirió al impulso que Beckham va a insuflar al soccer en EEUU, como si con su llegada se alterase para siempre el calendario de la vida deportiva, pero también de la social, en Los Angeles: Día I d. B. (después de Beckham).

SIGUE EN PAGINA 50(VIENE DE PAGINA 49)Lo que va a ser difícil, en la medida en que eso todavía le importe, es que David Beckham siga sintiéndose futbolista.

Cuando el jueves llegó al aeropuerto de la capital del Estado de California, una escolta motorizada de la policía de Los Angeles (L.A.P.D.) le abrió camino hasta Beverly Hills. Mientras, dos helicópteros de las televisiones les perseguían por la Interestatal retransmitiendo en directo, como es costumbre con las persecuciones de atracadores.

Becks ingresaba así en un mundo a lo Hansel y Gretel, con paredes de chocolate y arroyos de caramelo, que parece convenir a su esposa: los sueños de celuloide de ella, lo que le apetece a ella, después de Brangelina -Brad y Angelina- y TomKat -Tom y Kathie-, convertirse en la tercera gran pareja mediática hecha acrónimo de las hogueras de neón en Sunset. Pero ésas son las ambiciones de Victoria, que ha descubierto en su marido todo un caballo de Troya con el que colarse en Hollywood.

Beckham nunca habría acabado en Los Angeles si fuese un poco menos calzonazos o si el Real Madrid se hubiese esforzado un poco más por retenerlo cuando aún no era tarde.

Pero de lo primero que ha hablado al llegar aquí es de lo que va a añorar noches como ésa en la que el Real Madrid salió campeón contra el Mallorca: la va a añorar porque habrá sido la última en la que se sintió futbolista. Porque fue la última en la que perteneció a un fútbol que palpita como no pueden ni imaginárselo los porteros del Home Depot Center.

Y porque ahora que, por no atarse al mástil cuando le cantó Victoria, se ha distanciado para siempre del muchacho cuyo mundo cabía en un vestuario y cuyos amigos íntimos no tenían por qué ser Tom Cruise, sino chavales de barrio como Scholes o Giggs junto a los que se hizo hombre en las categorías infantiles del United antes de que Victoria le hiciera metrosexual.

Por fingir que el fútbol importa en todo esto, a la llegada de Beckham al Galaxy se le ha querido dar un matiz de misión evangelizadora. Como si el fútbol, con él, fuera por fin a consagrarse en una nación que siempre lo ha considerado una tediosa e incomprensible afición de los espaldas mojadas. Es por este cometido por lo que la Major League Soccer ha permitido que se rompa el techo salarial para que el misionero cobre 5,5 millones de dólares por temporada.

Mientras, su compañero de equipo Lance Donovan, antigua estrella del Galaxy -que ahora está más envidioso que Salieri porque le han dejado hasta sin la fascinación de las adolescentes en flor-, no pasa de 900.000.

Humilde ante semejante cometido, Beckham ha dicho que no se siente capaz de cambiar toda una cultura, pero sí de demostrar a los desfavorecidos que, jugando al soccer, se puede conseguir «éxito y una vida maravillosa». No parece probable que, en el gueto de Compton, los pandilleros vayan a cambiar las Uzzis para aprender a meterla de rosca.

Pero en lo que sí triunfará la pareja es en lo ajeno al fútbol. Porque, aunque en los Estados Unidos a nadie le interesa que se dedique al fútbol, David Beckham en cambio sí pertenece a esa estirpe de famosos que ni siquiera han de tener un talento especial para nada -Paris Hilton lo demuestra- y sí cumplir con ciertas normas de apariencia y comportamiento. Y, sobre todo, vivir en Los Angeles, y no en alguna remota provincia apartada de los focos y lo bastante bárbara como para colgar cabezas de toro en las paredes de los bares.

Cómo va a lograr David Beckham que en el distrito de Beverly Hills nadie comprenda lo que significaba pertenecer a cuanto representa el estadio Santiago Bernabéu. Un auténtico centro del mundo para cualquiera a quien le baste con sentirse futbolista. Aunque huela a ajo y hasta ahí no alcancen los focos bajo los cuales Victoria aspira a fundirse con su marido en un acrónimo.

Desde el downtown de Los Angeles y hacia el sur, la Interestatal 110 corta un paisaje de suburbios llenos de tristeza industrial y de carteles de Taco Bell donde los palmerales se van haciendo más escasos.

Cuando se toma la salida a Carson, hogar de Los Angeles Galaxy, el conductor del taxi no puede evitar ver una enorme valla publicitaria en la que aparece David Beckham.

Tiene el torso desnudo. No aparece ningún balón, ninguna camiseta de fútbol. Sólo una frase que suena como el título de la nueva película protagonizada por un galán de acción de quien nadie recordara que una vez fue futbolista: Fast & Sexy.

APOYO#Taconazos, bolso 'birkin' y poses de chica BondDesde el principio, casi pareció que la cosa no iba tanto con el futbolista sino con su esposa, la posh spice, la primera en comparecer en el terreno de juego, la más interesada en mostrar su vestido fucsia ante las cámaras, la más juguetona con los fotógrafos. Victoria Beckham marcó territorio con sus elegantes tacones de aguja -15 centímetros- y sus hechuras de chica Bond.

Su atuendo no fue casual y no pasó desapercibido para nadie. El aire claramente europeo con el que se presentó sobre el tapete verde del Home Depot Center recuerda mucho al de Jackie Kennedy, la que fue la más estilosa de América, o la princesa Grace Kelly, gracias también a su bolso birkin y a sus gafas vintage tamaño oversize. Victoria pretende desde el principio marcar estilo al otro lado del charco, pero siendo fiel a las directrices de la moda inglesa, que siempre tiende al exceso. Y es que ese modelito pantera rosa dará mucho que hablar en los mentideros de Malibú.

Con la piel bronceada como su rutilante marido, un tatuaje asomándole por la espalda y las uñas y labios pintados del mismo tono que el vestido, Victoria firmó autógrafos a los fans, sonrió ante los flashes y demostró a todos que su look ciontinúa oscilando entre lo cool y lo hortera.

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