Domingo, 22 de julio de 2007.
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Año: XVIII. Numero: 6426. Precio: 1,20 euros
 CRONICA
LA NIÑA SALVADA DEL MATRIMONIO
En una remota ciudad de Bangladesh, Habiba, apoyada por otras escolares, se negó a casarse. «Quiero estudiar», dice a los enviados de Crónica, que la localizan en exclusiva. Y se enteran de que su ejemplo ya ha surtido efecto en otra ciudad
R. VARMA / ABU AHMED. Enviados especiales a Satkhira (Bangladesh)

La mañana que Crónica visita el colegio Abdul Karim empieza mal. De la mano de Abú Ahmed, un periodista local, hemos viajado hasta la localidad de Satkhira, en el suroeste de Bangladesh y cuando estamos a punto de llegar al corazón de la historia, en las puertas de la escuela donde comenzó todo, nos enteramos de que Habiba hoy no ha ido clase. Está muy enferma, cuentan sus profesoras y amigas.

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Habiba Sultana, de 13 años. Ya han pasado algunos días desde que Ahmed destapó su aventura, pero la ciudad de Satkhira sigue conmovida. Como tantas muchachas en Bangladesh, Habiba iba a ser casada niña contra su voluntad en una boda arreglada por su padre. Ella no quería, pretendía seguir estudiando. Sus compañeras de clase lo sabían. Y en un gesto espontáneo que podría servir para cambiar el destino de millones de mujeres, no sólo en Bangladesh, marcharon todas juntas hacia la comisaría a denunciar el caso. Nosotros sólo queríamos hablar con Habiba. Estamos tan cerca... Y ella, enferma, en su casa.-No te preocupes- dice la maestra Nasrin Khan Lipi, clave en esta historia. -Podemos acompañarte hasta allí.

Y empieza a callejear por los arrabales de Satkhira, con sus más de 300.000 habitantes, hasta llegar a un humilde hogar con suelo de barro y muros de ladrillo.

Allí, al fondo de la vivienda de un solo cuarto compartido con su familia, descansa la pequeña Habiba Sultana consumida por la fiebre. Aunque su voz está todavía débil por acción de uno de los cientos de virus que recorren Bangladesh durante el monzón, le brillan los ojos. En parte, por alivio. En parte, por enfado con su padre, que ha querido casarla a sus apenas 13 años con un adulto de 23. «Quiero continuar mis estudios, no casarme», dice recostada.

Todo ocurrió una mañana de julio. Satkhira amaneció tan tranquila como siempre, acostumbrada a no saltar a los titulares de prensa más que de cuando en cuando. Como la vez que el arsénico que conducen las tuberías de agua hizo enfermar a media ciudad o como cuando un grupo de islamistas amenazó de muerte a periodistas locales.

La mañana bajaba en calma. Hasta que, de repente, los vecinos de Satkhira asistieron asombrados a una particular procesión formada por 50 pequeñas adolescentes que recorrían las calles con gritos en contra de las bodas infantiles. Eran las compañeras de Habiba, las treceañeras del octavo curso de la escuela Abdul Karim.

Las chicas, con sus uniformes escolares de color rojo, no tenían grandes pretensiones. Simplemente seguían, cuenta orgullosa su profesora Khan Lipi, las enseñanzas impartidas en clase contra las dotes y el matrimonio de los niños, que en Bangladesh, como en los demás países de la zona, es ilegal para los menores de 18 años. Pero sobre todo querían salvar a su amiga Habiba de una boda forzosa.

Su padre, Siddique Sana, había tomado la decisión y a Habiba no le quedó mucho más que recibirla con lágrimas y enfado, pero sin atreverse a discutirla. En la sociedad de Bangladesh los padres tienen una autoridad total sobre la vida de sus hijos. Así que, en lugar de montar un pataleo, la inconsolable niña acudió a la escuela, como cada día, caminando.«No estaba de acuerdo con la propuesta de mi padre», repite Habiba, acostada en su casa, «Por lo menos no en este momento. Yo quiero seguir estudiando».

Porque la adolescente, sin libros ni claras oportunidades de futuro, conserva bajo el pañuelo que tapa su piel morena una fuerte constancia que ha hecho de ella la primera de la clase en el último examen anual. Preocupada por sus estudios, decidió contar a sus amigas su problema. Y sus amigas no le fallaron.

Hicieron lo que haría cualquier niña: convencer a sus padres para que fueran ellos, adultos y racionales, quienes hicieran entrar en razón a Siddique Sana. Pero Sana, empujado por sus escasos recursos, ya había tomado su decisión definitiva y no se avino a razones: iba a hacer con Habiba lo mismo que había hecho con sus otras tres hijas. No hizo caso.

La familia Sana vive junta en uno de los barrios más pobres de la ciudad. Siddique, un humilde agricultor que ronda los 50 años y con recursos económicos más bien poco asegurados, tiene en total siete hijos, pero no todos viven con él: de sus cuatro hijas, sólo Habiba sigue en casa. Las demás ya están casadas... «¿Qué podía hacer? Soy pobre. He intentado casar a mi hija porque no podía mantener los gastos de su educación», se lamenta frente a la puerta de su vivienda..

EN MARCHA EL PLAN B.La negativa a rectificar de Sana removió los cimientos de la clase de octavo curso del modesto colegio femenino Abdul Karim. La escuela se convirtió en un hervidero donde unas 50 chicas de octavo curso pasaron a un Plan B tras conjurarse para salvar a su amiga Habiba del matrimonio.

Las chicas acudieron a la policía y, en la comisaría del distrito, rellenaron un formulario que llegó a las manos del superintendente, Mirza Abdullahel Baki. Quien, sorprendido por la valiente iniciativa, llamó a Siddique Sana y le obligó con el peso de la ley a dar marcha atrás.

Baki, de viaje en la ciudad de Daca, ha olvidado su móvil en Satkhira. Fatalidad. Pero en la comisaría sí está su hombre de confianza, Hossain Khan, que habla un inglés algo atropellado, pero comprensible al fin: «Mi jefe llamó a su padre y paró la ceremonia. La gente está muy contenta y apoya la acción de la policía».

A Khan se le nota contento de que, por una vez, la gente no relacione a los agentes con las detenciones preventivas y masivas tan habituales en un país en estado de excepción como es Bangladesh. Él también sabe que esta vez han hecho algo, sencillamente, bueno.

Así que Baki obligó al atribulado Siddique Sana a realizar una declaración jurada de que no volverá a intentar casar a su hija mientras ésta sea menor de edad, y toda Satkhira aplaudió el coraje de las pequeñas de la modesta escuela Abdul Karim.

Con su humilde ambición y su enorme conciencia, adquirida en la escuela contra las dotes y el matrimonio infantil, las valientes niñas de Satkhira han devuelto al primer plano de Bangladesh uno de los problemas más graves que afronta la joven nación, donde el 60% de sus 150 millones de habitantes tiene menos de 25 años.

La cuestión, en realidad, estriba en saber hasta qué punto llega el drama de las bodas forzosas.

O sea, cuántos millones de Habibas y Siddiques hay en Bangladesh y cuánto en su conducta tiene que ver, en realidad, con las más enraizadas tradiciones sociales del país, esas que llevan a los padres a dar a sus pequeñas en matrimonio cuando muchas ni siquiera piensan aún en tener un novio.-¿Cuántas Habibas hay en Bangladesh?- repite pensativo Mri Ganko, coordinador del Programa de Igualdad de Género Podemos (We can) en Daca. -Qué pregunta tan difícil. Según mi percepción-, se detiene, -en torno al 50% o 60% de las niñas de las áreas rurales y portuarias son forzadas a casarse antes de los 18 años.-Pero, señor Ganko, ¿eso cuánto es?- insisto.-Es que es una pregunta difícil. Déjeme calcular- piensa. -Sí, estimo que por lo menos actualmente nueve millones de niñas están afectadas por los matrimonios infantiles. Y he dicho «por lo menos»....

TRADICION Y DINERO.Ese «por lo menos» tiene muchos visos de ser cierto. La última estimación oficial, el sondeo demográfico de Sanidad de Bangladesh, desveló en el año 2004 que aproximadamente la mitad de las mujeres del país tenían menos de 18 años a la hora de casarse. Y el Fondo de Población de la Organización de Naciones Unidas asume la estadística, que sitúa al país a la cabeza -más bien a la cola- de Asia.

Toda esa frialdad de los porcentajes ha sido desafiada ahora por la pequeña Habiba, con su casita pobre y su marchar caminando cada día a la escuela. Bangladesh, finalmente, puede ponerle una cara al problema, como bien reconoce un periodista de la zona: «Todo el mundo lo sabe, las chicas se casan a una edad muy temprana, quizá por pobreza o superstición. Pero la gente cambiará con el caso de Habiba Sultana».

La gente, los Siddiques de Bangladesh forman, explica paciente Mri Ganko, una sociedad mayoritariamente pobre, con personas muy iletradas en las áreas rurales y la costumbre, comúnmente aceptada, de casar a las hijas lo antes posible.

Pero, como ocurre tantas veces, la tradición no es la única razón que impele a los padres a deshacerse tan pronto de sus hijas. También el vil metal tiene, tristemente, su papel: cuanto más joven es una chica, más se avienen los novios a recibir dotes de menor cuantía. Un padre que casa a su hija cuando ésta es pequeña debe aportar una dote más pequeña. «A partir de los 19 años», completa Ganko, «la dote que tiene que pagar la familia de la chica a la del novio se vuelve más costosa».

Una familia del segmento «muy pobre» de Bangladesh -la gran mayoría del país- ha de pagar en el momento de la boda un mínimo de 10.000 takas, es decir, unos 100 euros, todo un desafío para las economías más sufridas.

Pero además, dice el coordinador de Podemos, en las áreas costeras y rurales «la inseguridad alimenticia es muy alta», así que casar a una hija implica una boca menos que nutrir en la casa.

A la pobreza, las pequeñas Habibas de Bangladesh añaden dos eslabones más en la cadena de la marginación: ser menor y ser mujer. Lo refrendan Ganko y los representantes de otra ONG, Save the Children: «Así es nuestra cultura: los hombres y los niños varones obtienen más alimento y comen más a la hora del almuerzo. Las niñas y las mujeres comen después que los hombres. Tienen menos comida. Ni siquiera hay un trato igualitario entre niños y niñas».

Niños, por otra parte, que además llevan a cabo tareas -coser, arar, pescar, trabajo de fábrica...- reservadas a los adultos. Las niñas quedan confinadas al ámbito de las labores domésticas hasta que un desconocido se las lleva de su hogar para fundar uno nuevo, en el que serán mamás sin apenas comprender el sexo..

VUELTA A SER NIÑA.Un panorama desolador... ¿del todo? «No, del todo, no», responde Ganko «En los últimos 20 años hay señales de esperanza que muestran que el círculo vicioso generacional de las dotes está cambiando. Seguro que en la escuela de Habiba sus profesores dieron a las niñas formación sobre las dotes y los matrimonios de niños. Habiba Sultana es la prueba de que algo está cambiando».

Con esa sed de cambio, Crónica vuelve dos días después a la clase de octavo curso de la modesta escuela femenina Abdul Karim a la busca de Habiba. Allí está ella, ya recuperada, en el trance de volver a ser niña a pesar de que casi la convierten prematuramente en mujer.«Si quiere estudiar», dicen los profesores, conscientes de su escasez de medios, «la ayudaremos en lo que podamos».

Las refrescantes risas de las colegialas -ellas sólo juegan, apenas saben cuál es el alcance de su heroicidad- van difuminando el enfado de Habiba, la desesperación de Siddique Sana o la satisfacción del deber cumplido del policía Hossain y de la profesora Lipi.«Creo que este caso servirá para cambiar las cosas», me dijo mientras nos despedíamos Mri Ganko. «Una pequeña acción puede traer un gran cambio».

Seguro. Mientras estamos cerrando el reportaje vuelvo a entrar en contacto con Abú Ahmed:-¡Señora Varma, señora Varma!- carraspea con veloz solemnidad.- Tengo otra noticia para usted. En la ciudad de Tala, aquí cerca. Otra procesión de colegialas. De séptimo curso. Han ido a la policía. El matrimonio era hoy, pero ya ha sido anulado...

Cómo no sonreír.

APOYO#RADIOGRAFIA DEL MATRIMONIO INFANTILAlrededor de 51 millones de niñas están casadas en todo el mundo, algunas a los ocho o nueve años. Según estimaciones de la ONG neoyorquina Consejo de Población dadas por buenas en documentos de la ONU, en los próximos 10 años serán 100 millones más. En zonas de Etiopía, Nigeria y la India, más del 40% de las mujeres ya están casadas cuando tienen 15 años. En Bangladesh, Níger, Chad, Mali, Nepal, Mozambique y Uganda la mitad de las mujeres de menos de 18 años están casadas. En España se casaron 2.463 mujeres de menos de 20 años en 2005, el 1% de bodas de aquel año. Una chica de menos de 15 años tiene cinco veces más probabilidades de morir en el embarazo o el parto que una mujer de 20. Un estudio en la India demostró que las mujeres que se casan antes de los 18 tienen el doble de probabilidades de sufrir abusos y amenazas.

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