PABLO PARDO. Especial para EL MUNDO
WASHINGTON.-
«No podemos pilotar por vosotros». Tal vez la NASA deba tomar prestado el eslogan contra el consumo de alcohol de la Dirección General de Tráfico española y ponerlo en grandes carteles por las marismas plagadas de caimanes que ocupan parte de Cabo Cañaveral. O eso, o cambiar su eslogan, Ad astra per aspera, que suele ser traducido como «un camino duro lleva a las estrellas», por otro que incluya el término gin-tonic.
Porque una investigación interna de la agencia espacial estadounidense ha puesto de manifiesto «algunos episodios en los que los astronautas bebieron en grandes cantidades en los momentos inmediatamente anteriores a los vuelos, provocando preocupación sobre la seguridad de las misiones».
El informe detectó «dos casos específicos en los que los médicos de los vuelos y/o otros compañeros astronautas transmitieron su preocupación por la seguridad a los responsables en la zona. Sin embargo, y a pesar de eso, se permitió volar a los individuos». La anécdota revela el curioso concepto de seguridad de la NASA, dado que el transbordador alcanza los 27.000 kilómetros por hora en vuelo, velocidad que parece recomendar un consumo de alcohol lo más moderado posible.¿Cuántos casos ha habido de astronautas que se van a viajar por las estrellas después de tomarse unas copas? Nadie lo sabe. En buena medida porque «los análisis médicos de los astronautas en misiones de vuelo no están estructurados para detectar estos episodios». En otras palabras: a la NASA nunca se le ocurrió que sus astronautas le dieran a la botella. El mismo estudio declara que «el alcohol se usa de forma generalizada en las estancias de los astronautas».
El descubrimiento supone el enésimo golpe para la reputación de la agencia, que tras la destrucción en 2003 del transbordador espacial Columbia -debido a daños en su cubierta exterior durante el despegue- y la muerte de sus siete tripulantes, ha visto cómo se multiplican sus problemas. Primero fue una investigación que reveló que la gestión de los viajes tripulados de la NASA está guiada por criterios políticos, no científicos o técnicos. Después llegó una oleada de problemas de los transbordadores, que han puesto en peligro varias misiones. Y la inexistencia de una nave que reemplace a los actuales vehículos tripulados cuando dejen de estar en servicio en tres años.
Pero ahora a esos problemas se ha sumado la vida privada de los astronautas, más próxima a la de un famoso en Marbella que a la de un piloto de la Fuerza Aérea de EEUU. Porque el descubrimiento de los hábitos bebedores de los tripulantes es parte de una investigación más amplia sobre la conducta de los astronautas, después de que en enero, una astronauta, víctima de los celos, tratara de moler a palos en el aeropuerto de Orlando a una piloto de la Fuerza Aérea que tenía una relación con otro cosmonauta.
El informe abre nuevas incertidumbres para la misión que el 7 de agosto inicia el transbordador espacial Endeavour, en la que siete astronautas estarán en el espacio durante 11 días.
Con los nuevos hallazgos, la atención de los medios no sólo se centrará en si la espuma protectora que recubre la nave y la protege a su reentrada a la atmósfera se ha dañada en el despegue -un clásico en todas las noticias sobre los transbordadores- sino, simplemente, en si los astronautas van sobrios o borrachos como cubas.
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