Zapatero aseguró que se han creado 2,8 millones de nuevos empleos en lo que va de legislatura, la cifra más importante en términos relativos y absolutos en la UE. «Los datos son más optimistas que yo», afirmó sin disimular su oportunidad cuando ya se huelen las urnas.

Se pueden criticar muchas de las iniciativas y las omisiones de este Gobierno, pero, si juzgamos en función de los resultados y no de los prejuicios, hay que reconocer que el balance de la política económica está siendo muy positivo. Podrá decirse que no es sino la continuidad de la etapa anterior, pero perseverar en lo correcto es también un acierto. A los ocho años de prosperidad y crecimiento de la etapa de Aznar, se suman estos tres de Zapatero, con lo que se puede afirmar sin exagerar que España ha vivido una especie de década prodigiosa en lo económico.

Solbes presentó ayer en el Consejo de Ministros el cuadro macroeconómico, en el que se eleva el crecimiento del PIB en este ejercicio al 3,8%. La cuestión es si el Gobierno que salga de las elecciones va a poder mantener este alto ritmo de expansión del empleo y de la actividad económica. Hay importantes nubarrones en el horizonte como la caída de la demanda en el sector inmobiliario y el alza de los tipos de interés.

El mensaje de ayer de Zapatero bien podría servir de preludio a lo que va a ser la larga precampaña electoral que comenzará en septiembre, en la que el PSOE va a hacer del progreso económico y social el leit motiv de su discurso. Frente a la euforia que exhibió al realizar el balance económico, Zapatero tuvo la sensatez de mostrarse cauto al referirse a ETA, poniendo el énfasis en la necesidad de seguir combatiendo policialmente a la banda. «No es útil hacer valoraciones sobre la mayor fortaleza o debilidad de ETA», dijo. Su tono contrasta con el optimismo expresado en la víspera del atentado de Barajas, que tantas críticas le reportó. Zapatero ha aprendido la lección y ayer tuvo el buen gusto de eludir los reproches al PP en materia antiterrorista. De hecho, ya no necesita deslegitimar a la oposición porque la racha de detenciones permite al Gobierno reivindicar sus éxitos sin denostar al adversario.

El presidente hizo también mención al apagón de Barcelona, que calificó de «accidente», mientras se comprometía a aumentar las inversiones en la red eléctrica, lo que nos parece ineludible.

La comparecencia de ayer fue el último acto de un curso político agitado y tenso, que ha acabado para el Ejecutivo bastante mejor de lo que empezó. Da la impresión de que Zapatero se va de vacaciones convencido de que puede ganar las elecciones, lo cual está por ver pues los graves problemas que él ha engendrado siguen ahí latentes.