MADRID. - «Llama J. O. a Rosa (español) (Realizada a las 13.14 horas del 2.4.04). Sin interés para la investigación».
Este párrafo figura en la transcripción de las conversaciones telefónicas grabadas a la mujer de El Chino a través de su teléfono móvil (618016906), realizada por la Unidad Central de Información Exterior (UCIE), según consta en el sumario.
Como se sabe, Rosa fue detenida el día 25 de marzo de 2004 y, a partir de entonces, comenzó a colaborar con la Policía Nacional, que intervino sus teléfonos y le proporcionó la calificación de testigo protegido, bautizándola como R-22.
Pero, ¿quién era ese misterioso «J. O.», cuya identidad la Unidad de Información Exterior protegía bajo sus inicales en la transcripción de las conversaciones telefónicas mantenidas por Rosa?Cuatro días después de la citada conversación, no transcrita por la UCIE al entender que su contenido carecía de «interés para la investigación», es decir, el 6 de abril de 2004, Rosa realizó dos llamadas a un teléfono fijo.
Una de ellas tuvo lugar a las 13.58 horas. Aunque la Unidad Central de Información Exterior hace un resumen general del contenido de la conversación, sin entrar en detalles ni reproducir frases entre comillas, lo que aporta al sumario resulta ya de por sí muy interesante: «Rosa le dice que es R-22, y le cuenta lo que habló con Jamal antes de inmolarse, con ella y con la familia y le pregunta si ha venido la familia a llevarse los restos. Sin interés».
Es decir, que, para la UCIE, de nuevo, carecía de interés la transcripción de lo que cuenta la mujer de El Chino sobre lo que ella habló nada más y nada menos que el 3 de abril de 2004, momentos antes de la explosión en el piso de Leganés, con el que se supone que era el jefe del comando operativo que provocó la matanza del 11 de Marzo.
El mismo día en que se grabó esa conversación, 24 minutos más tarde, a las 14.22 horas del 6 de abril de 2004, Rosa llamó al mismo teléfono fijo, se volvió a identificar como R-22, pero la UCIE solamente transcribió, en sus informes sobre dicha conversación, que su interlocutor le dio el teléfono de un colegio de Madrid (el Sagrado Corazón).¿Cuál era el teléfono fijo que marcaba Rosa para identificarse como R-22? Curiosamente, un teléfono de la Audiencia Nacional. Desde ese mismo número de teléfono fijo alguien conversó, días antes de que El Chino saltara por los aires en Leganés, por primera vez con Rosa, pero en esa ocasión no llamó directamente a su teléfono, sino al de su hermana Miriam. Esa conversación tuvo lugar el 31 de marzo de 2004 a las 19.18 horas.
Por razones obvias (aunque figura en el sumario), no reproducimos ni el número de la hermana de Rosa, ni el número del enigmático personaje de la Audiencia Nacional a quien Rosa contó las conversaciones con su esposo y pedía números de teléfono de algún colegio de Madrid, entre otras cosas.
Aunque parezca sorprendente, en efecto, ese enigmático personaje, enmascarado con las iniciales «J. O.» por la UCIE, no es otro que el magistrado titular del Juzgado Central número 6 de la Audiencia Nacional, e instructor del sumario del 11-M, Juan del Olmo.
Lo inaudito del caso es que en ningún documento aportado al sumario, ni en las declaraciones de la propia Rosa ante el juez se dice nada a cerca de esas conversaciones que mantuvo con su marido el 3 de abril de 2004, antes de que muriera en la explosión del piso de Leganés.
Es más, Rosa, en su declaración ante el tribunal, que tuvo lugar el pasado 10 de abril, contestó, a la pregunta del abogado de Hamid Ahmidan («¿Habló usted con su marido el 3 de abril de 2004?»), con un rotundo «no».
El presidente del mismo, Javier Gómez Bermúdez, atento a la relevancia que escondía la pregunta y, sobre todo, la respuesta, puntualizó a la testigo: «El día de la explosión de Leganés». Pero ella, sin inmutarse, dijo con frialdad: «No».
Hay que recordar que, unos días antes de su comparecencia ante el tribunal, el diario El País había publicado una entrevista con Rosa en la que ésta relataba que había mantenido no una, sino dos conversaciones telefónicas con su marido cuando éste se encontraba en el piso de Leganés antes de la explosión.¿Por qué Rosa se arriesgó a cometer perjurio en la vista oral, sin que, aparentemente, le importasen las consecuencias? ¿Por qué la fiscal Olga Sánchez, que también le preguntó por sus conversaciones del día 3 de marzo, no insistió o le requirió enérgicamente que dijera la verdad?Pero, volvamos a lo fundamental. Lo que está claro es que los teléfonos de Rosa estaban intervenidos, al menos, a partir del día 25 de marzo. Lo que es inexplicable es que las conversaciones con su esposo (dijera lo que dijera) no estén transcritas, ni aportadas al sumario.
Pero tampoco parece de recibo que el juez instructor no haya puesto en conocimiento del tribunal sus charlas con Rosa, en las que ésta le describió las conversaciones que había mantenido con su marido.¿Es habitual que un juez instructor mantenga conversaciones directas con uno de los sospechosos en un proceso? ¿Y es normal que dichas conversaciones se mantengan en secreto?De nuevo, se pone de manifesto que al tribunal del 11-M no se le ha aportado toda la información de la que se disponía sobre aspectos fundamentales relacionados con el atentado y sus presuntos autores.