La Guardia Civil había dejado claro que no se podía subir a las zonas altas del municipio grancanario de San Bartolomé de Tirajana ante la intensa lucha contra el fuego que se libraba en este lugar. Pero algunos vecinos del pueblo de Fataga, que tiene censados unos 300 habitantes, se escondieron en sus casas durante la noche del pasado lunes y se negaron a abandonar el pueblo.
Son los vecinos suicidas de San Bartolomé, que, ante el peor incendio de la Historia de Canarias, prefirieron correr el riesgo de morir abrasados por las llamas antes de dejar que éstas devoraran sus pertenencias.
Afortunadamente, ningún civil resultó herido. Pero se produjeron momentos de tensión entre los habitantes de esta zona rural y las fuerzas policiales en el foco de Fataga, el más virulento ayer; hasta el punto de que uno de los que se había atrincherado en su vivienda fue obligado a bajar de la azotea, desde la que numantinamente arrojaba baldes de agua para sofocar las llamas.
Otro grupo de vecinos de este pequeño pueblo que sí habían accedido a ser evacuados regresó en la mañana de ayer intentando saltarse el control policial que cortaba la vía de acceso a la localidad.
Algunos terminaron subiéndose, con el permiso de las Fuerzas de Seguridad, a uno de los autobuses que transportaban a los bomberos al epicentro del fuego. «Lo que nos hace falta son noticias. La gente está muy nerviosa», explicaba uno de los vecinos, que trataba, poco después, de calmar los ánimos de un pequeño grupo dispuesto a atravesar a pie el trecho que separaba el tramo de carretera donde se encontraba el control de policía y las casas de Fataga.
Un segundo autobús fue asaltado por los vecinos y los agentes tuvieron que intervenir y obligarles a bajar.
Al final, la situación se controló. Las llamas sólo afectaron a algunas de las viviendas de la parte alta del caserío y a una del centro, además de a huertas e invernaderos. Los accesos a los pueblos de San Bartolomé abrieron anoche.
No muy lejos de allí, el municipio desierto de Mogán. Sus vecinos se marcharon a la zona costera sin apenas tener tiempo de coger sus objetos personales. Allí les esperaba un dispositivo de urgencia para atenderles y darles tranquilidad. La ceniza caía, sin embargo, sobre la playa, y el cielo estaba amarillento por el humo.
Varios polideportivos y un albergue acogieron a la desafortunada comitiva. Pero el pabellón moganero fue abandonado pronto por sus ocupantes. Hacía demasiado calor y no había aire acondicionado. La piscina municipal de Arguineguín los recibió en su lugar.
Hubo algunas crisis de ansiedad entre los acogidos por el impacto de la repentina huida y la perspectiva de perder sus casas, según explicaron los facultativos de la Cruz Roja.«Hemos salido con lo puesto», decía uno de los vecinos, que había abandonado su casa en compañía de su madre. «Hay que esperar noticias. Por ahora, sólo sabemos que los alrededores están quemados», añadía resignado.«No nos han dicho nada», era una de las expresiones más repetidas junto a «de las casas no sabemos nada». Las informaciones tardaron en llegar a lo largo de la mañana.«Esto se ha ido de las manos», apostillaba otro de los afectados, recordando la angustiosa noche que había pasado. «Veía el fuego ahí, cerca de la finca. Dios nos libre de que haya pasado algo con la casa». Finalmente los habitantes de Mogán pudieron regresar a sus casas y muchos pusieron cara de estupefacción al ver que el fuego había pasado por encima de sus propiedades.
Pero también hubo otros vecinos más tranquilos. «Mi vivienda está aislada, hay varios metros sin vegetación alrededor», explicaba un barcelonés sonriente residente en el centro de Las Palmas, convencido de que su barrio no iba a llegar a sucumbir al fuego destructor.
En Tenerife, los polideportivos registraron también una incansable actividad de acogida. Y se vivieron situaciones poco corrientes, sobre todo cuando el Ayuntamiento de Puerto de la Cruz pidió a establecimientos hoteleros y de alimentación que donaran víveres para el avituallamiento del personal que luchaba contra el fuego, así como para alimentar a los vecinos que fueron desalojados, según informa Efe.