La larga incertidumbre sobre la gobernabilidad de Navarra se despejó ayer cuando José Blanco anunció la decisión de la dirección del partido de permitir con la abstención del PSN la investidura de Miguel Sanz, líder de UPN.
Se trata de una buena decisión alcanzada por un procedimiento pésimo. Desde el punto de vista de la forma, la dirección del PSN ha quedado claramente desautorizada. Sus dirigentes Puras y Chivite fueron convocados ayer a Madrid no para «ser escuchados» sino para escuchar ellos lo que Zapatero y Blanco habían decidido previamente. Zapatero, de visita en Parla, ni siquiera se molestó en asistir a tal paripé.
Desde el punto de vista del fondo del asunto, la argumentación esgrimida por Blanco fue también muy mala, ya que justificó el rechazo al pacto con Nafarroa Bai por el hecho de no existir precedentes de colaboración entre ambas fuerzas políticas. Blanco señaló que los pactos en Cataluña, Baleares y Galicia no eran sino la reedición de acuerdos anteriores a nivel municipal y autonómico. La razón que esgrime Blanco es sencillamente absurda porque, en Navarra como en cualquier otra comunidad, siempre tiene que haber una primera vez.
A lo largo de estos dos meses, el PSN ha dado una penosa imagen de falta de coherencia al proponer diferentes alternativas que no han cuajado por la falta de voluntad de sus dirigentes o por la oposición de la dirección de Ferraz.
Blanco sugirió ayer que el PSOE y Nafarroa Bai tienen programas muy distintos. Es cierto. Pero lo que no tiene sentido es llegar a esta constatación tras haber estado negociando durante semanas con Nafarroa Bai. ¿Acaso no lo sabían antes Zapatero y Blanco? Gran parte de la culpa de lo que ha sucedido recae en la dirección del partido en Madrid, que permitió esa negociación y creó unas «espetativas» de que cuajara, por decirlo con uno de los modismos que Blanco utilizó ayer. Tampoco fue claro al eludir explicar que la verdadera razón de la ruptura con Nafarroa Bai es que esta coalición nacionalista incluye en su programa la anexión de Navarra al País Vasco, una de las exigencias de ETA.
Los dirigentes de Ferraz podían haber propiciado desde el primer momento una coalición para gobernar con UPN, que era la mejor opción para la estabilidad de Navarra, pero no quisieron. Ahora, cuando el tiempo está a punto de agotarse, han optado por permitir a Sanz formar gobierno, aunque el PSN hará «una oposición crítica pero responsable».
Miguel Sanz se apresuró ayer a responder que valora positivamente la abstención del PSOE y que se presentará como candidato a presidir un Gobierno en minoría. El líder de UPN descartó de forma tajante la convocatoria de unas nuevas elecciones, posibilidad que estaba en su mano.
El punto de vista de Sanz parece correcto, porque nadie entendería una nueva convocatoria electoral, aunque tal vez se equivoque en presidir un Gobierno en minoría sin obtener garantías del PSOE -ayer Blanco no las ofreció- de que no será víctima de un rechazo permanente de sus iniciativas o de una moción de censura después de las generales.
Sanz tenía ante sí una gran oportunidad de obtener una mayoría absoluta forzando nuevas elecciones después del penoso espectáculo ofrecido por el PSN, pero ha optado por intentar gobernar con el único apoyo del CDN. Es -hay que insistir en ello- una decisión respetable y coherente, pero arriesgada. El tiempo dirá si no se arrepiente.