A nadie podrá extrañarle que las declaraciones realizadas el pasado domingo por el portavoz de Batasuna Arnaldo Otegi al diario Gara, afirmando que «lo principal es retomar la vía del diálogo y de la negociación», hayan sido desautorizadas de forma tajante por ETA. La banda terrorista ha hecho llegar a los dirigentes abertzales que no tiene intención alguna de recuperar las negociaciones con el Gobierno y que, de hacerlo, seguiría manteniendo las mismas posiciones maximalistas que en el pasado las hicieron fracasar.
Este hecho no sorprende porque es la repetición de un episodio vivido ya con la banda terrorista, la cual, ante cualquier atisbo de pacto con soluciones intermedias, siempre ha reaccionado relevando a sus miembros posibilistas por los más sanguinarios y radicales, tanto dentro de la propia ETA como también en la dirección de su brazo político.
Por eso, de acuerdo con la información que publicamos hoy, todo apunta a un próximo relevo en la cúpula de Batasuna cuyas principales víctimas serían Arnaldo Otegi, Juan José Petrikorena -uno de sus hombres de confianza- y Rafa Díaz Usabiaga, el secretario general de LAB. Estos están próximos a correr la misma suerte que en su día tuvieron dirigentes como Iñaki Esnaola, Txema Montero o Christianne Fandó o Txomin Ziluaga, desplazados por los más duros del entorno abertzale. El destino de Otegi está además marcado por su permanencia en prisión, ya que la directriz de la organización terrorista incluye de manera implícita un mensaje de absoluto desinterés por la suerte personal o jurídica que aquél pueda correr.
Otra muestra significativa de que ETA ha recuperado su línea más radical es el endurecimiento de la forma y el fondo de sus cartas de extorsión a empresarios. Si durante la tregua éstas no contenían en general amenazas directas, en la última tanda, enviada la segunda quincena de julio y tras el cese del alto el fuego, la banda intimida directamente con «acciones en contra de los bienes o la persona» que no responda a sus peticiones económicas o que ponga «en conocimiento de algún cuerpo policial» el haber recibido la misiva.
Con semejante panorama, el Gobierno debería dejar claro que elimina cualquier posibilidad de reabrir el llamado proceso de paz y, en su lugar, recabar el máximo apoyo social para una lucha policial contra ETA tan eficaz como lo ha sido en las últimas semanas. La banda terrorista ha demostrado ya, sobradamente, que no le deja otra alternativa.
A algunos les parecerá imposible acabar definitivamente con ETA por la vía policial. Pero ya ha quedado bien probado que ése es el único camino eficaz para debilitarla y limitar su capacidad de hacer daño a la sociedad española. El proceso de paz, al concederle una cierta legitimidad como interlocutor político, no ha hecho sino dar oxígeno a la banda. El mayor daño que se puede hacer a una ETA que se muestra imperturbable, hoy y en el pasado, es la unión de los principales partidos democráticos con el fin de derrotarla con todos los instrumentos del Estado de Derecho.
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