La culpa de que Fernando Alonso no se acostase anoche como nuevo líder del Mundial de Fórmula 1 cabe apuntarla en el debe de la Federación Internacional de Automovilismo. Se mire como se mire, la decisión de la FIA de retrasar al piloto español hasta la sexta posición de la parrilla del Gran Premio de Hungría tras haber conseguido la pole, sólo puede calificarse de arbitraria e injusta.
Es cierto que Alonso retrasó su regreso a pista en la última ronda de clasificación, impidiendo a Hamilton una última salida. Pero lo primero que hay que decir es que la decisión de esperar no fue del piloto, sino de la escudería, y que ésta podría responder a dos motivos: el oficial, que los ingenieros aguardaban el momento adecuado para que Alonso encontrara la pista despejada; y el oficioso, que el equipo quería poner en su sitio a Hamilton por su desobediencia. Y es que McLaren decidió hace dos meses, para evitar ser acusado de favoritismo, que Alonso y Hamilton se alternaran en cada Gran Premio a la hora de disfrutar de la última vuelta. En Hungaroring, le tocaba el turno al español, pero el inglés no respetó el pacto.
El argumento de la FIA para justificar su sanción es que McLaren benefició a propósito a uno de sus pilotos, por lo que estaríamos ante un caso de adulteración de la competición por órdenes de equipo. Esa conducta está considerada como infracción en el reglamento, pero sólo cuando se produce en carrera, no en una sesión de clasificación. De hecho, no hay precedentes de una sanción similar en la historia de la Fórmula 1. También es sospechoso que primero los comisarios de la carrera descartaran imponer medidas disciplinarias, y que fuera luego la FIA la que, con nocturnidad, les enmendara la plana. Todo lleva a pensar que la Federación se ha dejado influir por las presiones que le llegan desde Gran Bretaña, que por tradición, por escuderías y por afición, tiene un ascendiente histórico en los despachos de este deporte.
Hay que descartar que McLaren, que ha venido favoreciendo con sus decisiones a Hamilton, esté en esta ocasión detrás de la maniobra de retener a Alonso en boxes para precipitar luego la sanción. Prueba de ello es que el equipo dejó solo a Hamilton en la celebración del triunfo, y prueba de ello es también la propia actitud de Alonso, que parecía ayer reforzado a pesar de todo. El asturiano no dudó en declarar que el gran perjudicado al final es el inglés, puesto que se ha puesto en evidencia ante McLaren. Habrá que ver a partir de ahora cuál es la actitud de la escudería y si se decide de una vez por todas a tratar como se merece al campeón.
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