EDUARDO SUAREZ. Corresponsal
LONDRES.-
A punto de cumplirse 100 días de la desaparición de la niña Madeleine McCann, sus padres se hallan atrapados en un laberinto de sospechas mediáticas y policiales de consecuencias inimaginables y futuro incierto. La policía portuguesa se inclina ahora por la hipótesis de que la niña no fue secuestrada sino que murió en la habitación del apartotel en el que dormía junto a sus dos hermanos. Y lo hace, según el Diario de Noticias lisboeta, después de rastrear durante semanas las llamadas y los correos electrónicos de Kate y Gerry McCann y de su entorno familiar.
¿Qué es lo que ha llamado la atención de los inspectores? Nadie lo sabe. Pero, según el rotativo luso, el cotejo de las comunicaciones de los McCann ha sido decisivo para reforzar la tesis de que la niña murió la noche de su desaparición, lo que transfiere peligrosamente el foco de las pesquisas del principal sospechoso Robert Murat -cuya casa fue registrada esta semana de nuevo infructuosamente- al entorno familiar de la niña.
El giro copernicano de la investigación se produjo el fin de semana pasado, cuando uno de los perros que la policía británica ha enviado al Algarve dio con lo que podría ser un rastro de sangre en la habitación donde dormía Madeleine en la noche de autos. La pista -que alguien había intentado borrar- llegó ayer al Instituto Forense de Birmingham, donde permanecerá al menos durante una semana. Los expertos tratarán de determinar si es o no un rastro de sangre y la cotejarán con el ADN de la niña y con los del banco genético del Reino Unido.
La policía portuguesa asegura que el rastro de sangre sería la prueba de que Madeleine murió aquella noche en su cuarto, una opinión que sin embargo no comparten algunos expertos. Es el caso de Derrick Pounder, profesor de Medicina Forense de la Universidad de Dundee, que asegura en The Guardian que es imposible determinar si una gota de sangre pertenece a una persona muerta o a una persona viva.
Sea como fuere, el nuevo hallazgo no es lo único que ha hecho a la policía portuguesa girar la proa de la investigación. Están las llamadas y los correos electrónicos de los padres de la niña, está el nuevo registro del Renault Scenic que alquiló la familia -de cuyos resultados aún nada se sabe- y están además las contradicciones de su declaración. Al parecer, la relación de los hechos que hicieron en su día los McCann no coincide con la que han establecido las pesquisas de la policía. Por ejemplo, según el Diario de Noticias, si como dicen los padres iban a ver a los niños cada 20 minutos es imposible que pudiera llevarse a cabo un secuestro.
En el Reino Unido crece la expectación ante la perspectiva de que los McCann vuelvan a declarar en los próximos días ante la policía. Sin embargo, ningún periódico se decide a dar el paso de incluirles en la nómina de sospechosos. La tónica general es el respaldo sin fisuras a los McCann, acompañado casi siempre de duras críticas a la policía portuguesa.
El vespertino Evening Standard incluía ayer declaraciones de Rachael Oldfield, una de las personas que cenó la noche de autos con los McCann y que hasta ahora había guardado silencio. «Es tan absurdo como doloroso», afirmó indignada. «Creo que hay algunas filtraciones que vienen de la policía, pero mucho de lo que se ha dicho es completamente falso», añadía.
En medio de esta acumulación de incógnitas, hubo espacio también ayer para una certeza. El ADN de lo que se conoce como la pista belga no es de Madeleine. El rastro genético estaba en la botella de un batido de fresa que había bebido una niña que podría ser Madeleine en la localidad belga de Tongeren. La niña, según un testigo, estaba en compañía de un hombre de unos 40 años y una mujer de habla inglesa de unos 25. Pero la Fiscalía belga no descarta ninguna opción. No vaya a ser la pieza que resuelva un rompecabezas que cada vez es más complejo.
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