La mayoría de partidos políticos catalanes evocaban ayer el talante pacifista y a un tiempo reivindicativo de las libertades de Lluís Maria Xirinacs, el ex senador independentista catalán que fue condenado en 2004 por proclamarse «amigo de ETA» y cuyo cuerpo sin vida fue hallado por los Mossos d'Esquadra el sábado en una zona boscosa de Girona. En una nota de despedida, Xirinacs, de 75 años y muy enfermo, cargaba contra la «cobardía de los líderes» y lamentaba haber sido en vida «esclavo en unos Países Catalanes ocupados por España, Francia e Italia desde hace siglos».
El Govern de la Generalitat, representantes de los partidos ERC, CiU, PSC e ICV, el presidente del Parlament de Catalunya y el ex presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, coincidieron ayer en su homenaje a la figura del fallecido, que había abandonado la política de forma activa en los 80 aunque participaba esporádicamente en actos públicos.
Lluís Maria Xirinacs, que fue propuesto para Premio Nobel de la Paz en los años 70 en tres ocasiones, destacó también por varias huelgas de hambre y por sus concentraciones en favor de los derechos democráticos y del independentismo, lo que le llevó a la cárcel.
Años más tarde, sin embargo, fueron unas polémicas declaraciones que realizó en un acto público durante la celebración de la Diada de Cataluña, en las que se autoproclamó «amigo de ETA y de Batasuna», las que le merecieron una condena a dos años de prisión por enaltecimiento del terrorismo, en 2004.
Si Carod-Rovira fue ayer el más sentido, las palabras del ex presidente de la Generalitat Jordi Pujol tuvieron más calado y más sentido metafórico. El dirigente nacionalista definió a Xirinacs como «un profeta» que «quiere a su pueblo y por eso lo fustiga». En declaraciones a la emisora Catalunya Ràdio, el ex presidente catalán explicó de una manera un tanto críptica que el fallecido recogía los «peligros y los fallos» del sistema, así como sus «pecados y debilidades». Por todo ello, para el líder nacionalista, la labor política de Xirinacs no sólo «fustigó» a los catalanes durante años, sino que «su muerte también nos fustiga».
De hecho, en la carta que Xirinacs dejó a modo de testimonio político en la fundación Randa -de la que era impulsor-, ofrece su muerte como un «final absoluto victorioso» en contrapunto con «la cobardía de nuestros líderes», a los que califica de «masificadores del pueblo».
El Govern también se unió ayer a las condolencias, por boca del consejero de Política Territorial y Obras Públicas, Joaquim Nadal. Este resaltó la trayectoria «crítica» de Lluís Maria Xirinacs, pero también hizo un reconocimiento expreso a su testimonio «de carácter apostólico».
Y es que Nadal definió al ex senador independentista como una persona «crítica con su propia condición de cura y con su propia condición de ciudadano de este país».
El consejero se refería así a la condición religiosa del fallecido, que con 22 años se ordenó sacerdote pero que, a los 34, protagonizó uno de sus primeros gestos de protesta al renunciar al sueldo que tenía asignado porque procedía del Estado franquista.
«Ha sido un testigo en solitario, más que político, de un determinado modo de entender la política fuera de los circuitos habituales», apuntó Joaquim Nadal. También Iniciativa per Catalunya ensalzó su figura.
La Comisión Ejecutiva del PSC difundió un comunicado en el que mostró su pésame por la muerte de Xirinacs, de quien destacó «su lucha contra la falta de libertades durante la dictadura franquista y en defensa de Cataluña». El presidente del Parlament, Ernest Benach, aludió «al compromiso en la lucha pacifista» del fallecido y le consideró «un modelo en la lucha no violenta».