El Jefe Superior de Policía de Asturias, Juan Carretero, envió el 18 de noviembre de 2004 un informe a la dirección de la Policía Nacional en el que se negaba de forma tajante que Francisco Javier Lavandera hubiera denunciado en julio de 2001 en la comisaría de Gijón que Toro y Trashorras traficaban con dinamita, que se jactaban de tener contactos con ETA y que buscaban a alguien que supiera fabricar «bombas con móviles».
El inspector Francisco Javier Gascón corrobora hoy en EL MUNDO punto por punto la versión de Lavandera y reconoce que éste acudió a la comisaria de Gijón para denunciar a Toro y Trashorras. Gascón se dio cuenta de la importancia de las revelaciones de Lavandera y se las trasladó a dos de sus superiores. El propio José Ramón García, inspector jefe de Gijón, escuchó el relato de Lavandera.
Mes y medio después, a finales de agosto de 2001, Lavandera acudió a la Guardia Civil de Gijón para repetir la misma denuncia. El agente Campillo grabó una cinta en la que se le escuchaba decir que Toro y Trashorras buscaban a alguien que supiera montar «bombas con moviles».
Cuando Lavandera denunció este hecho, no habían tenido lugar los atentados del 11-S en Nueva York ni había amenaza alguna de terrorismo islámico. ¿Quién podía estar interesado en esa tecnología entonces desconocida de «las bombas con móviles»?
Han transcurrido seis años y la pregunta sigue sin tener respuesta porque nadie lo ha investigado. Como relata hoy Fernando Múgica, los mandos de la Policía Nacional de Gijón se esforzaron en borrar todas las huellas sobre la denuncia de Lavandera, al que intentaron presentar como un loco.
La instrucción y el juicio del 11-M tampoco sirvieron para esclarecer la trascendencia de la cinta de Cancienes y de las revelaciones de Lavandera, que pasaron poco menos que desapercibidas durante la vista oral pese a que él se ratificó en todo lo dicho.
El inspector Gascón declara que fue llamado a declarar durante el juicio, pero que su asombro fue mayúsculo al constatar que nadie le preguntó nada relevante sobre las denuncias de Lavandera. Su testimonio de hoy permite extraer algunas conclusiones. La primera es que la cinta de Cancienes es auténtica pese a todos los esfuerzos policiales por desacreditar esta prueba. La segunda que también es verdad que Lavandera denunció a Toro y Trashorras ante la Policía Nacional y la Guardia Civil en el verano de 2001. Y la tercera es que los mandos de ambos cuerpos intentaron ocultar esas denuncias. El propio Gascón cuenta cómo sus jefes le indujeron a distorsionar los hechos en un informe por escrito.
Si la sentencia del tribunal condenara a Toro y Trashorras por haber proporcionado la dinamita del 11-M, plantearse la pregunta de quién buscaba montar bombas con móviles en 2001 sería más pertinente que nunca. Resulta lamentable que no se haya investigado este asunto, que sigue siendo uno de los enigmas clave que rodean al 11-M.
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