Miércoles, 15 de agosto de 2007. Año: XVIII. Numero: 6450.
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Hay que vigilar a los ministros que no pueden hacer nada sin dinero y a aquellos que quieren hacerlo todo sólo con dinero (Indira Gandhi)
 ESPAÑA
CAOS EN CATALUÑA / La protagonista
La ministra macarra
La actitud y los gestos de Magdalena Alvarez completaron una comparecencia marcada por las duras palabras
Por MARISA RECUERO

Macarra: «Adj. Dicho de una persona: agresiva, achulada». Ministro: «Jefe de cada uno de los departamentos en que se divide el gobierno de un Estado». Ayer, ambas acepciones se dieron cita, en el Congreso de los Diputados, en la persona de Magdalena Alvarez, la ministra de Fomento de José Luis Rodríguez Zapatero. Sigue en

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Una oleada de fotógrafos y cámaras esperaba cerca de los leones de Las Cortes. Poco antes de las 10.00 horas llegó la gran Maleni -como la conocen entre los periodistas-, la mujer de rojo (con tacones y carmín de labios a juego, unos pendientes de perlas blancas para la ocasión y un reloj dorado y negro). Tras ella, una comitiva de asesores, digna más de un presidente del Gobierno que de una ministra.

Triunfal fue su entrada en la sala. El rojo pasión y sangre de su traje anunciaba a gritos una comparecencia que no tendría desperdicio. La ministra hizo gala de saber nadar en aguas turbulentas y avanzó con paso firme y orgulloso (siempre arropada por su séquito y con el apoyo de su antiguo compañero en Andalucía y actual presidente de la Comisión de Fomento en el Congreso, Javier Torres Vela).

Comenzaba la partida y una mujer con muchas leyes -como se suelen llamar en la tierra de Maleni a las personas de armas tomar- daba el pistoletazo de salida a una batalla verbal de cinco horas. Un discurso sereno, capaz de amansar a las fieras, fue su primer as para alardear de que el Gobierno ha invertido mucho dinero en Cataluña: «Fomento está haciendo sus deberes», «Comprendo la frustración de los ciudadanos y reitero mis disculpas».

Bastó una primera ronda de intervenciones de los distintos grupos parlamentarios para que el ambiente empezase a caldearse y la mujer de rojo comenzase a echar humo por las orejas, a sacar las uñas y a mostrar su cara más dura y menos risueña. El popular Jorge Fernández fue su primera víctima.

«Soy la que más vengo al Parlamento, y vengo encantada», manifestó con rotundidad y convicción, al tiempo que levantaba el dedo índice derecho para apoyar su sentencia. «El señor Fernández parece que aún está de vacaciones», apuntó con ironía antes de acusarle, sin más, de tener «la osadía de engañar» a los ciudadanos por decirle a ella que «hasta cuándo vamos a tener que creer en su compromiso», y manifestarle que «no es verdad lo que ha dicho Morlán [secretario de Estado de Infraestructuras], ni el presidente de Adif, ni usted» sobre las inversiones del PSOE en Cataluña.

«Abandonen el lenguaje tabernario que utilizan contra mí», se alzó la ministra contra Fernández, al tiempo que corregía su postura en el sillón, movía hacía ella el micrófono y gesticulaba insistentemente con las manos, dejando claro quién ostentaba el poder. Sus acusaciones fueron a más cuando no pensó un minuto en decir al diputado popular: «Yo no voy a decirles a ustedes que sean unos estafadores, porque se estafó a Cataluña cuando dijeron que había llegado el AVE».

«No se acalore usted tanto», le advirtió a Fernández, antes de reprocharle que «de esos polvos vienen estos lodos» y jactarse de que ella es «la ministra de Fomento de todo el país». Y es que el hecho de que el popular comparase el AVE a Sevilla y las inversiones en Andalucía con el AVE a Barcelona provocó un altanero: «Yo soy andaluza, ¿y qué?».

El parlamentario de ERC, Joan Puig, fue el siguiente en la lista. La intervención del diputado fue escuchada con atención por la ministra, aunque a veces se entretenía con el bolígrafo, cuchicheaba con Torres Vela e intercambiaba mensajes con sus asesores. Sólo dos expresiones la sacaron de sus casillas.

La primera: «Están acomplejados». Maleni apretó los labios intensamente, al tiempo que negaba con la cabeza. La segunda: «No venga a Cataluña como un señorito andaluz, sino como jornalero». Esta le sacó su talante más beligerante. «Que me diga que soy un señorito andaluz para mí es un insulto», replicó la ministra. «Para una persona de izquierdas es un insulto», prosiguió. «Soy una señora andaluza». «Para nosotros, eso es muy peyorativo», advirtió, muy molesta y exaltada.

«No le admito discusión»

El diputado de CiU, Jordi Jané, fue otro de los que no abandonó la sala sin recibir el correspondiente rapapolvo de la ministra. «No le admito ninguna discusión», le llamó la atención en actitud amenazante.

Junto a él, Joan Herrera, de IU-ICV, no dudó en acusar a Maleni de falta de sensibilidad y de modestia, de ser arrogante y prepotente. La ministra no pasó por alto este comentario, pero prefirió controlar su ira y limitarse a decir: «A los que me tachan de prepotente... no entro en discursos personales».

Pese a ello, la mujer de rojo no abandonó el escenario sin dejar claro a los políticos catalanes presentes que «si fueran buenos catalanes, no se dedicarían a ser tan catastrofistas». Incluso adjuntó una perla: «A la vista de los resultados, lo mejor hubiera sido eliminar el servicio ferroviario ante los inconvenientes para compatibilizarlo con el AVE».

Con un truculento juego de manos y estratégicos movimientos de brazos, Maleni consiguió su propósito: no dejarse avasallar, además de demostrar que conoce al dedillo las claves de la comunicación no verbal. Recurrió, incluso, al victimismo. Con la mano derecha sobre el corazón, fue muy precisa al decir: «Han tenido palabras muy duras para mí», «Eso es un insulto» y «Yo no miento».

La Real Academia de la Lengua asocia una persona macarra con la agresividad, la chulería y los gestos jactanciosos. Las palabras y la actitud de Magdalena Alvarez definen por sí solas su comportamiento.

LAS PERLAS DE 'MALENI'

«Si quisiera me voy, pero no les voy a dar el gusto».

«A la vista de los resultados, lo mejor hubiera sido eliminar el servicio ferroviario ante la dificultad y los inconvenientes para compatibilizarlo con el AVE».

«No se acalore tanto. De esos polvos vienen estos lodos».

«Yo soy mujer y soy andaluza, ¿y qué?».

«Que me diga que soy un señorito andaluz es un insulto, una falta de respeto muy grande. Soy una señora andaluza».

«No le admito ninguna discusión».

«Tengo al equipo haciendo las cuentas, hasta el último viajero».

«Si fueran buenos catalanes, no se dedicarían a ser tan catastrofistas».

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