Una mayoría de los partidos políticos presentes en el Congreso pidió ayer la dimisión de la ministra de Fomento por los fallos de este verano en las infraestructuras de Cataluña. Entre los grupos parlamentarios críticos estaban los de ICV y ERC, socios en el Gobierno catalán de los socialistas, lo que da idea de la fragilidad de su situación. Pese a los reproches, Magdalena Alvarez se enrocó y advirtió de que no se irá mientras tenga la confianza de Zapatero. Llegó a esgrimir que, «constitucionalmente», es el presidente quien nombra y destituye a los ministros, no el Parlamento, lo cual es cierto; pero lo que debería ponderar es si puede mantenerse en el Ejecutivo concitando tanta oposición, así como si después de haber quedado en evidencia de manera tan flagrante aún mantiene la legitimidad de ejercicio.
Es el segundo agosto consecutivo en el que el PP y los partidos catalanes piden en bloque en la Cámara la dimisión de Alvarez. El año pasado lo hicieron por primera vez después de que trabajadores de los servicios de tierra del aeropuerto del Prat invadieran las pistas y dejasen sin servicio a cerca de 30.000 pasajeros. Entonces echó la culpa a Iberia; ayer se aferró a los números, advirtiendo que es en Cataluña donde más invierte Fomento.
Llegando como lo hacía la ministra al Congreso cercada por los cuatro costados, cabría haber esperado quizás una comparecencia comedida y moderada. Todo lo contrario. Magdalena Alvarez pasó al ataque y con un tono agrio, desafiante y agresivo, casi a gritos, arremetió contra los presentes y los ausentes. No se libraron ni Aznar ni Rajoy, justificó los fallos en el transporte por los «déficit heredados» de los gobiernos del PP y de CiU, apeló a la Guerra de Irak, acusó de «mentir» a los diputados populares, de «hacer trampas» al convergente y de no ser «buenos catalanes» a todos los portavoces críticos por hacer, según dijo, «catastrofismo» de la situación de las infraestructuras en esa comunidad. Lo asombroso del caso es que Alvarez inició su comparecencia pidiendo «paciencia» a los ciudadanos y «comprensión» a los grupos parlamentarios, justo todo lo que le faltó a ella en su intervención.
Para más inri, la atención inversora que la titular de Fomento adujo en la defensa de su gestión en Cataluña -«la mayor en la historia», subrayó- y la promesa de nuevos dispendios por encima incluso del cupo que marca el Estatuto, no sólo no convencieron a los representantes catalanes, sino que llevaron la intranquilidad a los de otras comunidades, que ven ahora en riesgo sus dotaciones presupuestarias.
Cuando se vio acorralada dejó claras sus intenciones: «No voy a salir corriendo», aseguró, al tiempo que anunciaba que permanecerá en el cargo mientras Zapatero no la destituya. Lo sorprendente es que la ministra no cesara en la última remodelación del Gobierno, hace un mes. Magdalena Alvarez debe ser consciente de que ayer ha quedado en evidencia. No es necesario que salga a la carrera, bastará con que empiece a recoger ordenadamente sus cosas porque su credibilidad como ministra se ha agotado definitivamente.
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