Miguel Sanz tomará hoy posesión, por cuarta vez, como presidente del Gobierno de Navarra y ayer para abrir boca hizo unas declaraciones en las que se descolgaba con la petición de que UPN tenga grupo propio en el Congreso de los Diputados. aunque añadió que ello no supone ninguna «línea de separación con el PP». Lo primero, un grupo propio en el Congreso, es imposible. Lo segundo, que sus declaraciones no afecten a sus relaciones con el PP, es una tontería. El presidente navarro -de forma oportunista- puede estar lanzando mensajes que sean gratos a oídos de los socialistas y que pongan en un brete a Mariano Rajoy, que hoy se encontrará en la toma de posesión de Sanz con esta patata caliente a la que deberá responder.
Tal y como explican en este periódico algunos dirigentes de UPN, la pretensión de Sanz no es posible, por lo que sólo puede ser un brindis al sol. O, lo que es lo mismo, unas ganas enormes de Sanz de hacer méritos ante los socialistas a base de poner en apuros al PP. En eso parece que consisten los «guiños» al PSOE que él mismo anunció al presentar su candidatura.
UPN y PP firmaron en el año 91 un acuerdo por el que los regionalistas navarros se integraban en los grupos parlamentarios del PP, mientras que este partido se comprometía a no presentarse a las elecciones en Navarra. El acuerdo era muy ventajoso para UPN, puesto que le garantizaba un portavoz adjunto en el Congreso y otro en el Senado, la aprobación de las iniciativas parlamentarias sobre Navarra y un puesto de eurodiputado. El PP ha respetado en todo momento la identidad de UPN, que tiene un puesto en la Ejecutiva y otro en la Junta Directiva.
La petición de Sanz no sólo sería muy perjudicial para su partido, sino que además resulta inviable porque UPN tiene dos diputados, por lo que el PP tendría que prestarle tres de los suyos, ya que el Reglamento impone la exigencia de cinco escaños -todos los que se eligen por Navarra- para formar grupo propio. Dice Sanz que no se puede permitir que Navarra sólo tenga en el Congreso una voz y que ésta sea la de la diputada de Nafarroa Bai. Lo cual tampoco se ajusta a la verdad, puesto que Jaime Ignacio del Burgo, diputado de tan sólida formación intelectual como firmes convicciones, toma la palabra a menudo en defensa de los intereses de la Comunidad Foral y es sin duda la voz que más articuladamente ha defendido la identidad navarra desde la Transición.
Es obvio que las declaraciones de Sanz son muy desafortunadas. El presidente navarro debería mirarse un poco en el espejo y pensar que a lo mejor una de las razones de que UPN no tenga la mayoría absoluta es, precisamente, la debilidad de su liderazgo. El ansia de cambio en Navarra se debe también a los deseos de renovación y no falta quien opina que UPN hubiera logrado mejor resultado con Yolanda Barcina, alcaldesa de Pamplona, como candidata a la Comunidad. En todo caso, Sanz debe ser consciente de que estaría haciendo un flaco favor a la propia causa de Navarra si se empeñara en buscar la estabilidad de su Gobierno a costa de la del PP.
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