Los primeros pasos de Miguel Sanz como presidente de Navarra son decepcionantes para la estrategia y el interés de quien es su socio, el PP. Aprovechándose de la inveterada costumbre de Mariano Rajoy de no pronunciarse sobre cuestiones espinosas, el presidente navarro ha reiterado que UPN necesita tener su grupo parlamentario propio en el Congreso «para que la voz de Navarra no sólo esté representada en los grandes debates en la palabra de Uxue Barkos (diputada de Nafarroa Bai)».
El argumento de Sanz es absurdo. Por idéntica razón, los diputados del PP canario deberían desligarse de su grupo con el fin de que CC no sobresalga como la única voz de las islas, el PP vasco tendría que pedir grupo propio para que el PNV no fuera la única representación vasca de la Cámara, el PP gallego tres cuartos de lo mismo para contrarrestar a los diputados del BNG y el PP catalán igual para que CiU y ERC no tuvieran la exclusiva de la catalanidad en la Cámara.
Del mismo modo que es absurdo sostener, como hizo ayer el presidente navarro, que la separación de los diputados de UPN del Grupo Popular le puede interesar en estos momentos al PP. Y esta es precisamente la cuestión. Evidentemente, la actuación de Sanz no le hace precisamente un favor al PP, pero quizá tampoco a UPN. El diputado Jaime Ignacio del Burgo lo explica muy claramente hoy en este periódico: «Mucha gente dejará de votar a UPN si percibe que se desmarca del PP por presiones del PSOE». A pesar de que es obvio que la actitud de Sanz puede hacerle daño al PP, Mariano Rajoy se mostró complaciente con el presidente navarro en su toma de posesión, al no desautorizar su pretensión. Por contra, Ruiz-Gallardón ha hecho muy bien en oponerse al planteamiento de Sanz.
La idea-fuerza en la que se basa la estrategia del PP frente al PSOE es tener un sólo proyecto para toda España. Pero la peculiar manera que tiene Rajoy de ejercer su liderazgo -sin querer molestar a nadie- ya llevó a que el PP incurriera en serias contradicciones al aceptar en los estatutos de Valencia y Andalucía disposiciones de muy dudosa constitucionalidad y nulo interés nacional.
Rajoy no tendrá más remedio que abandonar su pasividad y cortar de raíz la pretensión del presidente de UPN tal cual. De lo contrario, el principal partido de la oposición corre el riesgo en convertirse en una especie de confederación de derechas autónomas, versión Siglo XXI, en la que cada líder territorial pueda hacer lo que quiera.
Mientras tanto, el PSOE ha logrado que su grave crisis interna en Navarra pase desapercibida. O más bien, es Sanz el que ha conseguido que un problema socialista se haya convertido en un problema del PP. Si PP y UPN quieren evitar una crisis, e incluso una ruptura, tienen que encontrar una fórmula para dar un mayor protagonismo a los diputados navarros en el Congreso, pero siempre dentro del Grupo Popular.
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