Miércoles, 22 de agosto de 2007. Año: XVIII. Numero: 6457.
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 OPINION
Editorial
GALLARDON JUEGA PARA EL PSOE ANTE LA PASIVIDAD DE RAJOY

Nunca hubiera imaginado el látigo socialista José Blanco que en el último agosto de la legislatura le llegara desde las filas del PP un regalo tan suculento para desviar la atención de la crisis de los servicios públicos, las constantes cesiones a los nacionalistas, la vergüenza de la negociación con ETA o el desastre de la política exterior de su Gobierno. El portavoz del PSOE pudo eludir ayer estos embarazosos asuntos y centrarse en el reiterado órdago de Gallardón al reclamar formar parte de las listas, en el rechazo a tal pretensión por la mayor parte de la cúpula del PP y en el poco airoso papel de Rajoy en la polémica. Su conclusión fue tan demagógica como de costumbre: «Habíamos previsto que el PP tuviera una crisis tras las elecciones, pero no antes... Nadie apuesta por Rajoy, nadie da un duro por él». Junto a este argumento principal tampoco faltó la descalificación a Esperanza Aguirre, Acebes y Zaplana, previamente presentados por la prensa gubernamental como el «sector duro» del partido.

¡Cómo iba a desaprovechar el Demóstenes socialista una ocasión así para sembrar cizaña, si toda la munición se la ha suministrado el empecinamiento del alcalde madrileño en ir a lo suyo, incumpliendo incluso su propia promesa de no hablar de ello hasta que Rajoy juzgara llegado el momento!

Por si quedara alguna duda del carácter calculado de la egoísta ofensiva de Gallardón, su segundo, el vicealcalde Manuel Cobo, lanzaba ayer una mezcla de alegato y panegírico, basado en la tesis de que «en un partido en que te juegas tanto [las elecciones generales] es necesario contar con los mejores». Y, naturalmente, para Cobo el mejor entre los mejores no es otro sino su señorito. O sea, que sin Gallardón, Rajoy y los demás están perdidos. Lástima que el Comité Regional del PP de Madrid no pareciera darse cuenta cuando propinó a las aspiraciones de ambos uno de los más contundentes revolcones democráticos que se recuerdan. Pero lo peor que dijo Cobo no fue eso, sino que «está seguro» de que a la hora de la verdad Rajoy cederá y «alineará» por primera vez en la historia del PP al alcalde de Madrid en el «equipo» que disputará las generales. Y es lo peor porque abusa de la pública indefinición de Rajoy para crear una dinámica mediática de hechos consumados que poco menos que le haga imposible decir no.

El líder del PP se lo tiene merecido porque, en vez de zanjar la polémica, ayer se limitó a decir que «agradece la disponibilidad» de Gallardón. Allá Rajoy con su pasividad. Pero debe tomar nota de que alguien que ya está fuera del debate como Miguel Sebastián acaba de advertir lúcidamente que «Gallardón no quiere ocuparse de Madrid, sino quitarle el puesto a Rajoy». ¿O es que acaso no se puede ayudar a ganar unas generales -como sin duda hará, por ejemplo, Esperanza Aguirre- sin ir en las listas?

Y el otro argumento que Rajoy no puede seguir soslayando es la denigración comparativa en la que insisten Gallardón, Cobo y sus medios aliados de aquellas personas que en esta adversa legislatura se han dejado la piel política a tiras aplicando la estrategia marcada por el propio presidente del PP. El «centrismo» y la «moderación» de los que alardea el alcalde no han sido en realidad sino condescendencia y entendimiento con los adversarios de su partido, mientras sus compañeros eran masacrados por los mismos medios gubernamentales que a él le siguen bailando el agua.

Insistimos, lo que está en juego no es banal. Es más importante aun que el resultado de las generales. Tiene que ver con valores tan profundos que si Rajoy no termina de verlo o no se siente con la suficiente energía como para poner a cada uno en su sitio, lo mejor es que convoque el Congreso del PP y deje que sean las bases quienes lo hagan.

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