Viernes, 24 de agosto de 2007. Año: XVIII. Numero: 6459.
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Operación 10% para Perú
Cáritas logra el milagro de multiplicar los panes en Pisco
Cáritas Perú lleva a cabo una campaña de reparto de este alimento básico después de que las panaderías de Pisco quedaran destruidas
RAMY WURGAFT. Enviado especial

PISCO (PERU).- La gente en Pisco se persigna al paso de la camioneta, que en vez de utilizar el claxon se abre camino con el tañido de un pequeña campana. Para los vecinos de la ciudad más arrasada por el terremoto del pasado día 15 se trata de música celestial, puesto que el vehículo -en el que se desplaza el cura Alex Arisaueta- reparte pan recién salido del horno en nombre de Cáritas Perú. Un niño se frota la mejilla con la hogaza y luego la mastica con fruición; posiblemente Jesucristo se refería a esta liturgia cuando hablaba del pan de los hambrientos.

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Las tres panaderías que funcionaban en Pisco se vinieron abajo, al igual que el 70% de las construcciones de esta localidad sureña. Los vecinos podían privarse de verduras, leche o carne, pero la ausencia del pan de cada día -y desde luego, del agua- los mortificaba.

La redención llegó de la mano de Cáritas Perú, que instaló primero en el aeropuerto y luego en la sede del Instituto Superior Teológico de Pisco -una sólida edificación que resistió los continuos sacudones- dos panaderías de campaña, con hornos de tecnología avanzada, conectados a sendos generadores. Una empresa panificadora de Lima que no quiso hacerse bombo con la desgracia, donó los equipos y el dinero para el proyecto Pan de la Esperanza.

La responsable de Comunicación de Cáritas Perú, Carla Ausa, explica a EL MUNDO que las panaderías y el sistema de distribución seguirán en funcionamiento el tiempo que sea necesario.

«Se estudia también la posibilidad de convertir esta iniciativa en una actividad comercial permanente, pero sólo desde el momento en que la población esté en condiciones de pagar», dijo la funcionaria. «Hasta hoy se han repartido 50.120 panes y debo subrayar que no ha habido intentos de saqueo. Al comienzo la gente se alborotaba y era difícil imponer el orden. Pero al percatarse de que no habrá desabastecimiento, los ánimos se apaciguaron y todos esperan pacientemente en la cola», comenta Ausa.

Uno de los repartidores es Alex Arisaueta, un curita todoterreno que antes de la tragedia se había hecho famoso por ayudar a los necesitados y socorrer a los enfermos. Luego de completar su recorrido por las polvorientas calles de Pisco, el religioso se traslada a los distritos urbanos de Los Molinos y San Miguel y a los asentamientos rurales de Casa Blanca y Pachinga, donde se han levantado campamentos para acoger a los desplazados de las ciudades más devastadas.

Seguir la pista de Arisaueta es una tarea de otro mundo, pero la antes mencionada Carla Ausa, comenta del susodicho «se siente rejuvenecido y no para de trabajar». Más de un centenar de personas, entre ellas un conocido repostero de Lima que no quiere figurar por su nombre, participan en la campaña, «y cada día aparecen nuevos voluntarios que quieren participar, aportar dinero o dar ideas», concluye Ausa.

Dentro de las operaciones que lleva a cabo, Cáritas fletó un convoy con 29 toneladas de alimento, agua y mantas para ser distribuidos en las zonas más afectadas por el seísmo que sacudió al sur del Perú, en la tarde del miércoles 15 de agosto.

Aparte de las colas para recibir ayuda, ayer se formó otra, compuesta por los vecinos que participan en la operación Construyendo Perú, que impulsa el gobierno con la participación de 8.000 habitantes de Pisco, Ica y Chincha. El lunes recibieron escobas para barrer el polvo de las calles, ayer se les repartieron carretillas u otras herramientas. Los trabajadores contarán con un salario equivalente a 4,5 dólares por jornada y un diploma que destaca su colaboración.

El presidente Alan García, quien supervisa in situ las tareas de reconstrucción, predijo ayer que dentro de 15 días no habrá escombros en Pisco y que dentro de un plazo de cuatro a cinco meses, la mayoría de los damnificados estarán instalados en viviendas sólidas.

Según la estimaciones realizada ayer por García, el coste de la reconstrucción de la ciudad rondará los 73 millones de euros.

El Ejecutivo envió al Congreso, un proyecto de ley que facilitaría la reconstrucción de las casas y de las vías que colapsaron. García advirtió que «luchará a brazo partido» contra cualquier intento de poner trabas burocráticas a la aprobación de presupuestos e indicó que una comisión encabezada por un juez del Supremo, fiscalizará la concesión de las obras a las empresas constructoras.

El presidente aseguró que la ayuda ha llegado al 95% de la población afectada, pero cuando se le preguntó por la asistencia a las poblaciones rurales de la periferia, su respuesta fue vaga: «Ese es un tema que se resolverá a medio plazo», dijo Alan García.

Para ayudar en el reparto de la ayuda van a colaborar también voluntarios de los ministerios peruanos. Las jornadas de asistencia se iniciaron ayer en la sede del Gobierno. En total, 65 trabajadores se han ofrecido hasta el momento para recibir, seleccionar y empaquetar las donaciones recibidas.

Gracias al efecto disuasivo que produce la presencia de cerca de 15 efectivos de la policía y del Ejército, el fenómeno de los saqueos quedó prácticamente erradicado. Pero subsisten otras formas, encubiertas, de despojo. Después de muchos titubeos y de pedir por escrito garantías para su anonimato, un vecino de Pisco reveló a EL MUNDO que ciertas familias han conseguido mayor ayuda de la que les corresponde, por medio de amenazas o de tráfico de influencias. «Se les puede contar con los dedos de la mano, pero sus procedimientos son espantosos y no pueden quedar impunes. Si no tuviera una familia que proteger, los denunciaría, aunque sospecho que no hace falta porque las autoridades los conocen y amparan», dijo el indignado ciudadano.

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