Los parlamentarios quieren obtener datos más precisos sobre los daños antes de aprobar el correspondiente proyecto de ley. «Las pérdidas se multiplican cada día, pero este razonamiento no entra en los cálculos de los legisladores. ¡Vaya por Dios!», suspira Joan Bericat, el dueño de un hotel de tres estrellas ubicado en el centro de Pisco. Ver la fachada color mostaza del Hostal Hispano, fuertemente aposentada sobre un suelo que todavía vibra con las réplicas del seísmo y entre las pilas de escombros que se amontonan en las calles, es como ver de cerca un espejismo.

La sensación de irrealidad aumenta cuando el dueño nos invita a recorrer el establecimiento: la recepción, los muros del pasillo y hasta el interior de las habitaciones lucen igual que en las fotos tomadas en la inauguración. Sólo la parte de atrás se vino abajo al desplomarse las paredes de una casa vecina. En la tarde del miércoles 15 de agosto, el empresario español se disponía a colgar en la puerta el cartelito de «no hay habitaciones», cuando la sacudida le hizo rodar por el suelo.

«Los huéspedes salieron en estampida, algunos en paños menores, y yo gritaba: '¡Quedaos en el lobby!' (la zona antisísmica), pero era imposible hacerse oír en medio de los alaridos», dice nuestro interlocutor y agita la cabeza como si quisiera sacudirse de una pesadilla.

Joan Bericat se afincó en Pisco hace 12 años con la idea de instalar un hospedería, aprovechando que la ciudad es una estación intermedia entre dos polos de atracción turística: la desértica región de Nazca, con sus misteriosos dibujos prehispánicos, y la ciudad de Lima. El catalán, macizo como los bloques de piedra del mostrador, está casado en segundas nupcias con Pilar, una limeña bajita y graciosa.

«La casona que elegimos estaba bien construida, pero la fortalecimos aún más. Una de mis anteriores visitas a Perú coincidió con el terremoto (de 1970) que hizo desaparecer la ciudad de Yungay. Aprendí que, cuando el subsuelo peruano saca músculos, nada que no esté construido con la solidez de una roca puede sobrevivir», dice el empresario, nacido hace 45 años en Sabadell. A ratos, los tractores-oruga embisten contra un murallón me dianero o contra una fachada -lo único que queda de una vivienda- y el derrumbamiento produce un ruido sordo que hace vibrar el suelo, levantando una nube de polvo. Joan se limpia las gafas y se las vuelva a poner con un gesto de resignación.

¿Extraña la quietud de Sabadell, su tierra natal? «No he podido pensar fríamente sobre el futuro y, como no me gustan las decisiones precipitadas, debo esperar a que se me aclare la mente. Estaría más tranquilo si supiera cuando me van a pagar los nuevos inquilinos», dice señalando las cinco habitaciones alquiladas por el Consejo Regional de Justicia para instalar sus oficinas y alojar a cuatro magistrados y a tres secretarias.

El porvenir de Joan y de su empresa dependen en gran medida del factor psicológico. «Las imágenes de la destrucción y de los bomberos rescatando cadáveres entre las ruinas han dado la vuelta al mundo. Quién sabe cuánto tiempo transcurrirá hasta que los turistas se animen a volver», murmura.

Un individuo, que entra y sale cargando herramientas, da al hotelero unas palmaditas de aliento en la espalda. José Santa Cruz, vecino de Pisco, es el cerebro y ejecutor de las obras que reforzaron la estructura de la vieja casona. Los jefes de la Defensa Civil le han ofrecido una buena suma de dinero por sus servicios. «Estoy dispuesto a arrimar el hombro, pero lo primero es ayudar a mi amigo Joan. Estamos juntos en las buenas y en las malas», dice.

La comisión que formó el gobierno para poner en marcha el proyecto Construyendo Perú, consideró insuficientes los 100 millones de soles (unos 25 millones de euros) que se han destinado para reconstruir las viviendas y la infraestructura derrumbada. «La restauración de la carretera Panamericana y construcciones públicas o particulares requiere una inversión mínima de 270 millones de dólares (unos 197 millones de euros)», dijo el ingeniero Jorge Urbina, asesor del comité.

Los expertos consideran, además, que la inestabilidad de los suelos de la costa obligará a trasladar tierra adentro a unas 400 familias de Pisco y a 200 de Ica. «El seísmo no afectó a los cultivos, pero el sistema de regadío quedó destruido» dijo a Radio Perú, Joaquín Salinas, un empresario rural.

Por otra parte, el Gobierno español anunció ayer que canjeará parte de la deuda exterior contraída por Perú en programas de reconstrucción y rehabilitación de infraestructuras educativas, informa Efe.

La iniciativa, que permitirá la cancelación de deuda pública peruana siempre que los importes condonados se dediquen a proyectos de reconstrucción de escuelas y otros centros educativos, fue anunciado ayer por la secretaria de Estado de Cooperación, Leire Pajín. La secretaria de Estado, en todo caso, no cuantificó el posible importe de esta iniciativa.