Domingo, 26 de agosto de 2007. Año: XVIII. Numero: 6451.
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El Real Madrid lava su imagen
Con un gran juego y los goles de Raúl y Sneijder vence en el Bernabéu al Atlético (2-1), que marcó a los 58 segundos gracias al 'Kun' Agüero
ORFEO SUAREZ

REAL MADRID 2

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ATLETICO MADRID 1

SANTIAGO BERNABEU. LLENO.

Casillas Drenthe Cannavaro Pepe Sergio Ramos Robinho Guti Diarra Sneijder Raúl Van Nistelrooy Cambios: Metzelder por Cannavaro ( 46)

Saviola por Van Nistelrooy (min. 76)Gago por Seneijder (min.84) s.c.

Leo Franco Pernía Perea Pablo Seitaridis Raúl García Maniche Simao Maxi Agüero Forlán Cambios: Reyes por Simao (min. 63)

Arbitro: Mejuto González

Tarjetas amarillas: Perea, Raúl García, Pepe, Guti y Raúl.

Goles: 0-1 Agüero min. 1 (58 segundos); 1-1 Raúl min. 15; 2-1 Sneijder min. 79.

MADRID.- Un tanto en 58 segundos es algo más que un gol. Es como una losa en el haber psicológico de quien lo recibe. Si ese equipo era el Madrid de las dudas y las urgencias que había alumbrado la pretemporada, el directo de Agüero, en frío, en el tiempo de intercambiar guantes, debería haber sido suficiente para dejarlo al borde de un KO prematuro. Por ello hay que dar un valor enorme a lo que sucedió a continuación en el bando blanco, a la recuperación que empezó por Raúl, como en el pasado mejor recordado, y acabó por la pelota, como en ese futuro anhelado. Fue una reacción de orgullo y de fútbol ante un rival ambicioso, con una alineación que era una declaración de intenciones: venimos a ganar. Ese deseo mutuo alumbró un buen derbi, preámbulo de una Liga que todos quieren jugar al ataque.

El fugaz gol de Agüero dejó ya definidas unas constantes que iban a servir para Madrid y Atlético: fortaleza ofensiva y debilidad defensiva. El argentino cabeceó en el segundo palo, sin ninguna marca, después de una jugada en banda de Pernía y Raúl García. A los 15 minutos, Raúl ganó la posición a Pablo para rematar en el área después de que Sergio Ramos, desde la derecha, tuviera tiempo de medir su centro como si se tratara de una falta.

Fue el tiempo que el Madrid necesitó para espantar su miedos. Lo hizo sin agobios, con movimientos y velocidad. En pocos minutos, tiró paredes donde el año pasado se levantaban muros y organizó transiciones, de una banda a otra, que abrieron en canal a su rival, y es que el equipo de Schuster leyó muy bien la minusvalía del Atlético en el centro del campo. Antes del empate, Robinho tuvo la primera ocasión tras ser habilitado en un lugar imposible por Raúl. El brasileño actuó como un elemento agitador en el juego del Madrid. Empezó en la izquierda, basculó a la derecha y trazó diagonales, lo que permitía a Guti disponer de mejor panorámica, estar pendiente no sólo de la pelota, sino del espacio, como debe hacer un mediocentro.

Raúl se hizo cómplice de esa hiperactividad y su tanto inflamó a la grada, llevada por su líder más sentimental. El capitán se señaló la espalda y parte del público le secundó en sus reproches a quién sabe dónde. La cuarta pata de la recuperación fue Sergio Ramos, una daga por la derecha. La situación provocó el naufragio de Maniche y Raúl García, porque el Atlético quedó partido en dos. Arriesgado era el propósito de Javier Aguirre, al mantener a Agüero, Maxi, Florlán y Simao, más tarde sustituido por Reyes, en el campo, porque debería haber maniobrado para recomponer su equipo de mediocampo para atrás, con la zona ancha desbordada, los laterales doblados y los centrales, en especial Pablo, de pena. Si se mantuvo vivo más tiempo fue por Leo Franco y los palos, que repelieron lo mejor de Sergio Ramos y Guti.

Frente al estatismo de Aguirre, Schuster movió bien sus piezas, en especial en el centro del campo. Sneijder empezó en la izquierda, que no parece el mejor lugar para sus cualidades, la visión, el pase y el disparo, puesto que en la banda siempre hay un lado ciego. El técnico le dio aire al pasarlo a la corona del área, pese al enfado de Raúl, y ahí encontró lo que necesitaba: la pelota. Hay futbolistas que deben participar constantemente del juego para crecer, y eso es lo que le ocurrió a Sneijder al encontrar el lugar donde combinar con Guti. Su segunda parte fue el reverso de la primera. Volvió a la banda, pero ya estaba conectado al partido, a lo que estaba haciendo el Madrid. El gol fue un regalo de Guti, que burló a la defensa rojiblanca al escoger una opción diferente a la ensayada cuando envió un balón al travesaño. Es probable que también se tratara de una jugada ensayada por el alemán, que permitió que el jugador holandés recibiera el tributo del público.

El tanto premió la constancia blanca, que nunca se detuvo, sin perder el libreto. Pareció sentirse cada vez más cómodo, como si el juego le devolviera la autoestima, y nunca tuvo la tentación de cerrarse, a pesar de las réplicas del Atlético, que apuró con Simao y pegó con Agüero hasta el último suspiro. El argentino jugó a lo grande, como el año pasado en el Bernabéu, y dio la sensación de que ni siquiera su tanto enjugó su enfado. Buena señal. Ahí se encuentra un futbolista de raza, inclasificable, de la calle.

Menos se entiende lo que decidió Aguirre con respecto a Simao, con más desborde del que mostró en su aciaga etapa azulgrana. Lo sentó cuando más daño hacía al Madrid, en el momento en el que estaba torturando a Sergio Ramos, todo un pilar hasta entonces, durante el arranque de la segunda mitad. Maxi fue de más a menos, como su propio equipo, y a Forlán le faltó pegada, sobre todo con las credenciales que le preceden, y puntería cuando contactó con la pelota. Estuvo demasiado lejos de Casillas, y eso es un pecado cuando se pone tanta pólvora en el campo.

El Atlético ha empezado con voluntad de ganar, algo elogiable, pero eso no significa solamente sumar delanteros cuyo trabajo nadie salvaguarda, como ocurrió en el Bernabéu. También Schuster ha de trabajar en ese aspecto, porque a Casillas no le pueden disparar tanto en casa, pero se trata de ajustes sobre un armazón que ayer alumbró el guión de la nueva era.

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