Un día después del primer atentado de ETA tras el fin de la tregua, el presidente Zapatero recurrió a su tono más grave para dirigirse a los terroristas y advertirles de que sobre ellos «se aplicará de manera tajante toda la firmeza del Gobierno, de las fuerzas políticas, de la Policía, de la ley y del Estado de Derecho». Mucho nos tememos que este tipo de expresiones, por oportunas y contundentes que sean, no hacen mella en la banda: es fundamental que ETA tenga la absoluta certeza de que no logrará ningún objetivo político. La desesperanza es crucial para su derrota. Por ello, lo que de verdad ha hecho daño a la banda las últimas semanas ha sido la labor de las Fuerzas de Seguridad, el aborto de varios intentos de atentado y las detenciones.
El problema hoy para el Gobierno es que su proceso de paz abrió una puerta que parecía sellada, y ahora será necesario mantener en el tiempo los mensajes de firmeza y el acoso a los violentos en todos los niveles para recuperar el terreno perdido. Con la dificultad añadida de que el Ejecutivo no parece dispuesto a hacer ciertos gestos que denotarían su voluntad inequívoca de cumplir su palabra, cuestionada de facto dentro de las propias filas socialistas. Dos días antes del atentado contra el cuartel de Durango, los socialistas vascos se reafirmaban en su intención de mantener «negociaciones con el mundo radical» si fuera necesario, para lograr el fin de ETA.
Zapatero tiene ahora en su mano dar un paso definitivo para que la banda y su entorno sepan que sus palabras van en serio. Una vez que ANV se ha puesto en evidencia al no condenar el atentado del viernes, debería iniciar a través de la Abogacía del Estado y de la Fiscalía el proceso para su ilegalización. Sin embargo, el ministro de Justicia ha descartado tal posibilidad aduciendo que el Tribunal Constitucional ha establecido que únicamente por no condenar un atentado no se puede ilegalizar un partido. Pero Fernández Bermejo olvida que hay otros elementos que permiten concluir que ANV es Batasuna, como que pasó en cuestión de días de no tener apenas militancia a presentar candidaturas en la mayoría de poblaciones vascas y navarras, o que ha seguido al pie de la letra la estrategia de la formación ilegalizada, o que según los informes policiales la dirección de Batasuna informó a sus cuadros de que ANV pasaba a ser su tapado en las elecciones después de que ASB no superara el filtro del Supremo, o que los papeles incautados a Mikel Antza revelaban que el líder de la banda advertía que la «respuesta» a la ilegalización de Batasuna para sortear a la Justicia debía ser ANV.
El Gobierno tendría también que dirigirse a los partidos democráticos y solicitar a aquéllos que mantengan coaliciones con ANV que las rompan, como pidió acertadamente ayer Rajoy. Zapatero no parece, sin embargo, dispuesto a emprender ya ese camino. Sin embargo, no puede pretender mantener su eterna ambigüedad. Hoy muchos ciudadanos están confundidos: ni siquiera saben si se ha cerrado definitivamente la posibilidad de negociar con ETA.
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