Jueves, 30 de agosto de 2007. Año: XVIII. Numero: 6465.
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 OPINION
Editorial
EL DESAFIO DE LAS SELECCIONES

Una selección de Cataluña de fútbol sala disputará este fin de semana en Mendoza (Argentina) un mundial de este deporte al margen del campeonato que organiza la FIFA. Se medirá a otras 15 selecciones, que éstas sí participan en nombre de otros tantos estados soberanos, no de regiones o comunidades autónomas. La competición, aunque no es la oficial en la que juegan los deportistas de élite, permitirá de nuevo a una selección autonómica usurpar a España la representatividad en acontecimientos internacionales. La situación es la misma que se produjo el pasado mes de junio en Yakutia (Siberia), entonces con el absurdo añadido de que la selección catalana se enfrentó a un simulacro de selección española.

Que se haya llegado a esta esperpéntica situación es responsabilidad tanto del Gobierno central como de los gobiernos autonómicos. Del aquél, por haber dejado un vacío legal que se remonta a los tiempos en que Rafael Cortés Elvira dirigía el deporte en España, y que ha permitido desde entonces que haya federaciones pirata. Ningún Gobierno ha sido capaz después de encontrar una fórmula para atajar esta burla al Estado. Que toda la respuesta del Consejo Superior de Deportes ante este último episodio que va a vivirse en Mendoza haya sido enviar una notificación a las autoridades deportivas argentinas para recordar que la representación internacional corresponde únicamente a la selección española, demuestra falta de interés por solucionar el problema y hace prever que este tipo de situaciones se repetirán en el futuro. Aunque desde el punto de vista legal el asunto es complejo, puesto que es muy difícil evitar que asociaciones de corte privado celebren encuentros allá donde estimen oportuno, con los precedentes que ha habido ya, Jaime Lissavetzky debería haber encontrado alguna fórmula para evitar que la Ley del Deporte se convierta una y otra vez en papel mojado.

Por lo que se refiere a los gobiernos autonómicos de corte nacionalista -en este caso, el catalán, como otras veces han sido otros-, ha quedado en evidencia su intento de aprovechar cualquier resquicio para conseguir una representatividad internacional que no les permite la ley. Así, financian con descaro este tipo de manifestaciones deportivas y las alientan a través de sus medios públicos de comunicación.

Resulta preocupante comprobar cómo el presidente de la Generalitat, José Montilla, aun siendo del mismo partido que hoy gobierna en España, es capaz de jugar sucio con su presidente. Tanto, como que Zapatero no quiera o no sea capaz de poner fin a este desafío, que ofrece una imagen lamentable de España.

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