Como si el tiempo no pasara y las circunstancias políticas no le afectaran lo más mínimo, Juan José Ibarretxe inauguró ayer el curso con la misma propuesta que ya fue rechazada por el Congreso de los Diputados y que ni siquiera es compartida por el presidente de su partido, Josu Jon Imaz. El lehendakari insiste en que convocará una consulta popular sobre la autodeterminación del País Vasco dentro de un año, antes de que concluya la legislatura y que su «vida política» acabará cumpliendo su palabra. Una declaración tan grandilocuente como mentirosa, puesto que se trata del mismo Ibarretxe que se comprometió a convocar la consulta «en ausencia de violencia» y que sepamos, la banda terrorista ETA está intensificando sus intentos de provocar un gran atentado.
La verdad es mucho más simple de lo que la presenta el lehendakari. Como ayer dijo el portavoz del PP vasco, Leopoldo Barreda, el referéndun se ha convertido en un «fetiche» para un político amortizado incluso dentro de su propio partido, el PNV. Fuera de juego por muchas circunstancias, Ibarretxe parece haberse convertido en un kamikaze cuya misión es pasar a la Historia como el presidente vasco que desafió al Estado convocando un referéndum ilegal y rechazado por la mayoría de las fuerzas políticas. Su carácter visionario, glosado en sus perfiles y biografías, es lo único que le va quedando al lehendakari.
Es evidente que si Ibarretxe continúa adelante con su desafío, el Estado no tendrá más remedio que pararle los pies con todos los instrumentos legales de los que dispone. La vicepresidenta del Gobierno ya advirtió ayer que la Constitución atribuye en exclusiva la convocatoria de un referéndum al Gobierno, por lo que el presidente vasco carece de legitimidad para llevar a cabo su «consulta popular».
No es descartable tampoco que Ibarretxe haya desempolvado su referéndum para desviar la atención de la profunda crisis por la que atraviesa su Gobierno tripartito motivada también por la exigencia de sus socios de que convoque el referéndum, la negativa del presidente del PNV y las malas relaciones entre los tres partidos. Eusko Alkartasuna y Ezker Batua, han aprovechado la crisis interna dentro del PNV para pescar en río revuelto. Los peneuvistas Urkullu y Anasagasti han dicho que la actuación de algunos consejeros como como Joseba Azkárraga y Javier Madrazo -el papel de IU no puede ser más triste- es «una traición desleal, cínica y desvergonzada».
El fondo de todas estas batallas es la crisis del propio nacionalismo vasco. Las posiciones de Ibarretxe chocan frontalmente con las que defiende públicamente el presidente del PNV. Josu Jon Imaz considera que la violencia de ETA sí condiciona cualquier posible avance en materia de autogobierno, mientras que Ibarretxe reiteró ayer lo contrario. Lo mejor para el País Vasco y para España sería el triunfo de las tesis de Imaz, pero el debate interno del PNV continúa muy abierto.
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