Miércoles, 5 de septiembre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6471.
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 COMUNICACION
CARMEN IGLESIAS / Presidenta de Unidad Editorial
«Para defender al ciudadano es fundamental que salgan a la luz los hechos por graves que sean»
Es una de las mujeres con más brillante currículo académico de este país. Acostumbrada a moverse en los laberintos de la Historia y la Lengua, ahora emprende una nueva andadura en el mundo de la comunicación
ESTHER ESTEBAN. PILAR ORTEGA BARGUEÑO

NOMBRAMIENTO. El Consejo de Administración de la nueva Unidad Editorial, nacida de la integración de Unedisa y Recoletos, aprobó en su reunión de ayer el anunciado nombramiento de la historiadora y académica Carmen Iglesias como presidenta de la compañía. Piergaetano Marchetti, presidente de RCS MediaGroup -accionista mayoritario de Unidad Editorial-, reconoció «la talla moral e intelectual» de la nueva presidenta. En la misma reunión, el máximo órgano gestor de Unidad Editorial designó al catedrático de Derecho Constitucional Jorge de Esteban presidente del Consejo Editorial de EL MUNDO.

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MADRID.- Cuando se le pregunta si alguna vez ha tenido la tentación de dedicarse a la política, Carmen Iglesias sonríe, se encoge de hombros, hace un gesto de sutil complicidad y haciendo gala de exquisita humildad señala que «para eso se necesitan unas aptitudes» que ella no posee, que su vocación es el conocimiento y la reflexión sosegada y tranquila... nada más. Tal vez por eso, en su presencia, se tiene la sensación de estar ante una mujer sabia y no sólo por su currículo de infarto -licenciada y doctora en Ciencias Políticas y Sociales (departamento de Historia), miembro de la Real Academia Española y académica de la Historia, ex directora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y desde ayer la primera mujer en Europa que preside un grupo editorial del tamaño de Unidad Editorial- sino, sobre todo, por su forma precisa de analizar el porqué del momento histórico y político.

Durante la charla, de hora y media de duración, celebrada en la sede de EL MUNDO, no hay preguntas sin respuesta, ni duda sin aclaración desde las ideológicamente más comprometidas -«me considero liberal, unas veces de centro derecha y otras de centro izquierda, pero nunca he tolerado que me manipulen», hasta las más íntimas -«no he tenido hijos por decisión propia; estoy separada, pero tengo magníficos amigos»-, ni siquiera las más intrascendentes sobre sus gustos y aficiones -«soy una bailona empedernida»-.

Pregunta.- Menudo vértigo, ir abriendo camino en casi todo. A su brillante currículo suma ahora ser presidenta de Unidad Editorial, editora de este periódico, la primera mujer en Europa que tiene un puesto similar. ¿Cómo se asume eso?

Respuesta.- Con gran sorpresa. Cuando recibí la primera oferta, no acababa de encajarlo porque la responsabilidad es grande. Luego, cuanto me dieron los argumentos, sentí un gran honor y mucha emoción. Realmente sí tengo un poco de vértigo, porque soy consciente de que se está en el filo de la navaja, que es donde está el periodismo.

P.- Muchos creen que corren malos tiempos para la libertad de expresión, y no sólo por la presión política, sino por el enfrentamiento de los grupos mediáticos. ¿Es así?

R.- Pienso que ese enfrentamiento de los medios es reflejo de una situación política, que alguien llamaba «pendiente resbaladiza», donde en vez de emplear argumentos para la legítima discusión, se emplea la descalificación personal. Eso crea un ambiente irrespetable y penoso.

P.- ¿Y qué debe representar mediáticamente Unidad Editorial?

R.- Yo creo que una de las vías fundamentales de equilibrio, de moderación... de continuación, de análisis objetivo de los hechos. Creo que los hechos, sobre todo políticos, pueden ser graves y dolorosos, y desde el punto de vista del ciudadano, al que representan los medios, es muy importante que haya grupos que saquen a la luz las consecuencias de determinadas decisiones. Este grupo ha representado en el pasado un papel importante, y ha sido en buena medida demonizado por ello. Sin embargo, esa labor de sacar a la luz los hechos es fundamental para la defensa de los ciudadanos frente al poder, porque todo poder tiende al abuso, a expandirse y a tener más potestades.

P.- ¿Es normal que la octava potencia mundial, como es España, se siga cuestionando si es una nación?

R.- Cuestionarse quiénes somos, a mí, como historiadora y como ciudadana, me parece increíble. De todas formas, creo que ha sido un cuestionamiento muy artificial, muy buscado por algunos grupos políticos nacionalistas y por una falta de educación en la democracia. Con frecuencia, algunos de los grupos políticos autonómicos se han convertido en grupos caciquiles con un clientelismo muy rentable, porque ya se sabe que en los grupos pequeños es más fácil el autoritarismo y la obediencia. Hay que recordar que un individuo puede pedir a otro lealtad, pero el grupo exige sumisión.

P.- En resumen, que estamos en un triste retroceso.

R.- Realmente es triste que hayamos llegado a esta situación, ni siquiera por una mayoría nacionalista de la sociedad, sino de unos grupos políticos nacionalistas minoritarios, como se ha demostrado con el Estatuto de Cataluña y con la gran abstención de una ciudadanía que ni siquiera en eso se siente identificada.

P.- ¿Ha sido un error abrir la polémica sobre el término nación, como pasó con el Estatuto de Cataluña, que ha tenido un efecto dominó en el resto de las autonomías?

R.- No sé si es un error político, pero sí es producto de una superficialidad y de una ignorancia. Yo la primera vez que oí que nación, en el contexto constitucional, era un término discutible y discutido me eché a temblar, porque ni siquiera como broma eso se puede comentar. Los nacionalismos asimétricos propugnan una desigualdad de los ciudadanos y una vuelta al Antiguo Régimen, ya que el criterio del nacimiento es el fundamental, y no el del mérito. Cuando se discrimina en contra del español, a quienes más perjudica es a los desfavorecidos. El que tiene recursos se encarga de mandar a sus hijos fuera.

P.- Además, la lengua se ha convertido en un arma política de primera magnitud, ¿no?

R.- Se puede perfectamente hablar gallego o catalán y aprender también castellano. Sumar y no restar, es decir, no crear individuos limitados. Lo que está ocurriendo, en algún momento se volverá en contra de quienes lo están promoviendo.

P.- Hablando de la lengua y de la Historia. ¿Usted pensaba que después de 30 años de democracia aquí se iban a resucitar términos como facha o rojo?

R.- No. De hecho, la mayoría de los historiadores hemos estado muy en contra de un vocabulario y unos tópicos que se han apropiado los políticos y ha dado lugar a una crispación inútil.

P.- Por eso cada día es mayor el divorcio entre la clase política y los ciudadanos. ¿De quién es la culpa?

R.- Yo creo que de todos, aunque unos tienen más responsabilidad. Decía Luther King que lo malo del siglo XX no había sido la crueldad de los malvados, sino el silencio escandaloso de las buenas personas.

P.- ¿Y en qué medida el terrorismo de ETA ha impedido que los españoles crezcamos en lo que usted llama educación democrática?

R.- El gran cáncer que hemos tenido en la democracia ha sido ETA, y sin ETA y sin lo que ha pasado en el País Vasco, ciertos nacionalismos extremos no estarían donde están. ETA ha servido de telón de fondo. Lo bueno de todo es que en el País Vasco sí que ha habido una sociedad civil que ha estado por encima de los políticos, como Rosa Díez...

P.- ¿Qué le parece el portazo que ha dado Rosa Díez?

R.- Me parece que su posición y su coherencia, como la de Fernando Savater y otros, puede ser un acicate para seguir en la brecha.

P.- ¿Qué le ha parecido a usted todo lo ocurrido en torno al mal llamado proceso de paz?

R.- Aquí nunca hemos estado en guerra, por tanto no se trata de un proceso de paz. Aquí ha habido unos que matan y otros que son asesinados. Siempre me ha irritado que se intente comparar el proceso de Irlanda con el del País Vasco. Sólo hay que negociar con ETA para que deje las armas, sin concesiones políticas.

P.- ¿Y el final de ETA se podrá ver sin que PP y PSOE, que representan a la mayoría de los españoles, vayan de la mano?

R.- No, se escribirá con los dos partidos mayoritarios juntos.

P.- Y por si fuera poco, Ibarretxe se descuelga desafiando de nuevo al Estado de derecho con la convocatoria de su referendum...

R.- Esa convocatoria es anticonstitucional. Estamos viendo cómo algunos grupos nacionalistas están en una carrera para no perder poder, para no quedarse fuera. Se trata de una suma más de la confusión.

P.- Si Montesquieu levantara la cabeza y viera en lo que se ha convertido la separación de poderes...

R.- Se volvería a morir. El poder judicial es absolutamente clave en la separación de poderes. Y que el Ejecutivo tenga una preponderancia, por encima del judicial y el legislativo, no puede ser.

P.- ¿Cree que su nombramiento como presidenta de Unidad Editorial va a condicionar su vida académica?

R.- Espero compatibilizar todo. Desde luego, los deberes académicos son igualmente prioritarios, simplemente todavía tendré que organizarme mejor. Lo que sí necesito, para poder estar bien, son mis horas de lectura, de reflexión... Mi vida son los libros.

P.- ¿Tiene alguna publicación pendiente?

R.- En marzo publicaré un libro en el que reuniré una colección de 20 ó 30 ensayos sobre Historia de España que hice en distintas épocas y que estaban muy dispersos. También quiero recopilar mis artículos y textos más pequeños en otro libro.

P.- ¿Cómo ha percibido que haya muerto Umbral sin haber traspasado la puerta de la Real Academia Española?

R.- Cuando fui elegida académica, aún vivía Cela, que era el principal mentor de Paco Umbral, y cuando leí el discurso meses después, Camilo ya había muerto. Así que no sé muchos detalles. Lo que es obvio es que Umbral es un escritor de primerísima línea que ha marcado una época con sus columnas. Y he sentido mucho no poder coincidir con él, porque era un puntal del periódico y el periodismo.

P.- ¿No cree que hubo ausencias políticas notables en su despedida?

R.- No tengo muchos datos, pero yo envidio mucho a Francia. Que De Gaulle llamara «maestro» a Jean Paul Sartre me parece una actitud ejemplar. Los franceses son capaces de integrar hasta a Napoleón y están siempre orgullosos de sus grandes hombres, procedan de la derecha, la izquierda o el centro. Eso me da una envidia tremenda.

P.- ¿Cree que el uso de los mensajes de móvil, los chats y las nuevas tecnologías en general están empobreciendo el idioma?

R.- Creo que no. Una cosa son las jergas juveniles, las que surgen de la tecnología, los SMS... Se crean nuevos retos y para ellos hay soluciones. No me preocupa la salud del idioma. Me preocupa más que no se lea lo suficiente o que no se enseñe bien a leer y escribir, que llegue la gente a la universidad con faltas de ortografía y de sintaxis graves...

P.- Usted dice que la educación es la asignatura pendiente. ¿En qué lugar quedarán las Humanidades?

R.- Se han perdido muchas batallas en la educación. Eso de que cada Gobierno modifique la ley anterior de Educación, impide la continuidad. Ha faltado también un pacto de Estado respecto a la educación. Es cierto que la fragmentación, que es la característica de nuestro mundo, y la gran cantidad de información afecta a la educación. Hay que responder a otras necesidades y otros estímulos, pero dentro de eso, habría que perseguir, como en todo, la excelencia, intentar tener unos conocimientos sólidos de lengua, literatura, historia, matemáticas... Yo creo que en eso ha habido un bajón de nivel, como un tirar la toalla y que cada uno se salve como pueda.

P.- ¿Sigue creyendo en la enseñanza pública?

R.- En lo que sigo creyendo es en un profesorado vocacional, que sí existe. Tengo el gran honor de tener un colegio público de Primaria con mi nombre. Está en Tres Cantos y me impresiona ver a niños de todos los colores, ver lo bien que se les enseña, con unos procedimientos, una imaginación y unos medios que para nosotros era impensable. Lo cierto es que no todo es blanco o negro. Los cambios son inevitables, traen nuevos retos y nunca hay ganancias absolutas en la Historia. En eso está también la riqueza de la vida, en que no todo está planificado.


«El futuro del Príncipe no es incierto ni lo será»

Cuando hace apenas unos meses, en plena polémica sobre la necesidad o no de una urgente reforma constitucional para despejar la sucesión de la Corona, le preguntaron qué debe saber un futuro Rey de España para estar a la altura de las circunstancias respondió simplemente: «Ha de tener muy claro que las cosas nunca son blancas o negras, que hay que elegir y eso tiene su coste».

Esa es una de las enseñanzas que intentó inculcar al Príncipe de Asturias como su profesora de Historia, algo en lo que se reafirma y espera que le sirva de guía en un futuro si aparecen nubarrones en torno a la institución.

P.- Hay gente que piensa que el Príncipe Felipe tiene un futuro incierto porque en España somos 'juancarlistas', pero no monárquicos.

R.- Para mí su futuro no es incierto ni lo será. No sólo porque el Príncipe es una persona responsable y preparada, sino porque en la Historia de Europa, el problema no está en monarquía o república, sino en dictadura o democracia. Al igual que la cosa no está en izquierdas o derechas, sino en ilustración u oscurantismo.

P.- Los nacionalistas tienen a la Corona en su punto de mira y no pierden ocasión de criticar sus actuaciones.

R.- La monarquía constitucional ha demostrado ser un instrumento de estabilidad en nuestra democracia y eso los ciudadanos lo saben. La Historia ha demostrado que no es lo mismo elegir cada cuatro años una jefatura de Estado y nuestro sistema no está en cuestión.

P- ¿Y el Príncipe será un buen continuador de esa estabilidad política que ha aportado su padre?

R.- Yo creo que será un buen continuador de esa estabilidad. Lo hará de otra manera, porque las situaciones cambian, pero la institución y el Príncipe, educado en ella, es un elemento equilibrador, y más en la actual situación en la que se han disparado los extremos, políticamente hablando.

P.- ¿Y usted cree urgente ese cambio constitucional para garantizar los derechos de sucesión de la Infanta Leonor ?

R.- Con la Constitución del 78 se conseguía que ésta estuviera por encima de las leyes. Es el Parlamento el debe decidir cuándo ha llegado el momento de modificar la Constitución dentro de las propias normas constitucionales, por encima de los intereses puntuales de los partidos. Lo demás es un debate estéril.


«Aún existen techos de cristal para la mujer»

Cuando Carmen Iglesias tenía sólo 12 años, un profesor del Instituto Lope de Vega de Madrid, donde ella estudiaba el bachillerato, le dijo a otro delante de ella: «¡Qué lástima que Iglesias sea mujer, con la cabeza que tiene!». Desde entonces, han sido muchos y altos los muros que ha debido de sortear para hacer valer su mérito y esfuerzo. Hoy Carmen Iglesias percibe que «estamos ya en una época en la que hay que contar necesariamente con las mujeres», si bien puntualiza que aún existen «techos de cristal».

«Pertenezco a una generación en la que los muchachos salían corriendo si te veían con libros en la mano, pero no me siento víctima. He tenido obstáculos, pero también mucha gente que me ha ayudado».

Carmen Iglesias aprovecha cualquier oportunidad para mencionar a los que ella considera sus maestros, Luis Díez del Corral, José Antonio Maravall y Angel Martín Municio, porque, dice, «el agradecimiento es necesario y me parece una forma de amor».

Aun así, reconoce que ha sufrido discriminaciones por su condición femenina, pero al tiempo subraya que «las mujeres hemos aprendido a no situar nuestro ego en el reconocimiento público, sino más en el interior. De alguna forma, nos hemos hecho más fuertes».

No es muy partidaria Carmen Iglesias de las denominadas cuotas, si bien no se atreve a asegurar que sean negativas. «Las cuotas anteponen el grupo al individuo. Quizás tengan sentido en los partidos políticos, pero en otros ámbitos, en los del conocimiento y el mérito, la cuota puede ser incluso humillante, al anteponer el género a las condiciones personales».

En su opinión, el cambio mayor se ha producido en la propia percepción que las mujeres tienen de sí mismas: «Ahora a ninguna chica por debajo de los 40 años se le ocurre pensar que no va a trabajar, es una percepción de autoestima que antes no existía la de querer participar en el espacio público. En mi época, las pocas mujeres que iban a la universidad lo hacían como una guinda para tener una educación mejor o pescar un buen marido».

Carmen Iglesias intuye que, en el fenómeno de la violencia de género, puede tener alguna influencia la emancipación de la mujer: «No sé si estadísticamente ha aumentado o es que ahora se divulga más, pero es posible que haya ido a más, porque esa autonomía de las mujeres sí crea problemas en hombres inseguros. No me extrañaría que esa capacidad de respuesta de la mujer crispe más a determinados individuos».

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