Miércoles, 5 de septiembre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6471.
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Llamas de desesperanza
Un ciudadano rumano se quema a lo bonzo ante su familia en protesta por no recibir ayudas para volver a su país
CRISTINA CAPILLA

CASTELLON.- La desesperación, la impotencia y el engaño llevaron a un ciudadano rumano a quemarse a lo bonzo, delante de su familia, frente a la Subdelegación del Gobierno de Castellón de la Plana. El incidente ocurrió ayer por la mañana hacia las 10.30 horas, cuando este hombre, que no había recibido respuesta de las administraciones a las que solicitó ayuda para regresar a su país, se prendió fuego bajo la mirada desesperada de su mujer y de sus dos hijos -de 17 años y de 13 meses-.

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La protesta le pudo costar la vida, ya que presenta quemaduras en el 70% de su cuerpo y se encuentra ingresado en estado grave en la unidad de quemados del Hospital de la Fe (Valencia).

El hombre, de entre 40 y 50 años de edad, se roció con la gasolina que portaba en una botella de agua y utilizó un mechero para quemarse, después de que su mujer y su hija, Isabella, intentaran disuadirle de su intención. Dos miembros de la Guardia Civil se emplearon a fondo para apagar las llamas, ante la mirada atónita y angustiada de su mujer.

«Mi padre ya nos había dicho anteriormente que tenía previsto suicidarse porque la situación en la que nos encontramos es muy difícil», lamenta su hija Isabella, la única del núcleo familiar que habla español. Así, explicó que su familia quiere regresar a Rumanía y que para ello necesitan que les presten cerca de 400 euros para pagar los billetes. Según su escalofriante testimonio, la familia llegó a recaudar ese dinero, pero alguien les estafó.

La historia de M. M. es similar a la de muchos otros inmigrantes que vienen engañados a España, con unas expectativas muy lejanas a la cruda realidad. En esta ocasión, fue el propio hermano del padre el que les timó y convenció para que se desplazarán a Castellón, relata Isabella.

Bajo el imán de una promesa de trabajo estable y de una vivienda digna, esta familia rumana se plantó en Castellón, siguiendo el ejemplo de cerca de un millón de compatriotas que han convertido nuestro país en su destino favorito. Muchos desconocen que existe una moratoria de dos años que les impide trabajar, a pesar de ser ciudadanos europeos.

«Después de vivir durante un mes y medio en una vivienda en estado de abandono, mi tío nos obligó a pagarle 400 euros por el alquiler y, como no teníamos el dinero, nos echó», relata la chica desolada. Durante casi dos meses, los cuatro miembros de la familia han estado deambulando por Castellón vendiendo chatarra y refrescos en la playa. «Hemos ido a la Policía Local, a Servicios Sociales del Ayuntamiento, a Cruz Roja... y todos los organismos eluden responsablididades y nos remiten a otro», explica Isabella.

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