Martes, 11 de septiembre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6477.
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LA CARRERA ELECTORAL / Asegura que en el PSOE y sus medios están «muy preocupados» y que intentan crear «un ambiente artificial» apelando al «pesimismo» del PP / La Junta Directiva le nombra «candidato» por aclamación
Rajoy 'exige' al PP que su 'único objetivo' sea ganar en marzo
Lanza un mensaje de optimismo en su acto de proclamación como candidato: «Hoy el PSOE perdería las elecciones, puedo formar 50 gobiernos infinitamente mejores que los de Zapatero»
CARMEN REMIREZ DE GANUZA

MADRID.- De la depresión, a la euforia. El Partido Popular dio ayer un giro a su errático comienzo de curso para presentar a un «candidato» de ánimos renovados.

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El Rajoy que ayer reapareció ante la Junta Directiva Nacional de su partido fue un político de discurso conocido pero de tono mucho más enérgico. Tanto como para reivindicarse a sí mismo y al «equipo» que le ha acompañado desde el derrumbe electoral de 2004 -«me habría gustado ver a muchos en esa situación», dijo en su frase más cáustica- y como para «exigir» a su partido que abandone las especulaciones sobre las listas electorales y sólo se dedique, como él mismo, al «único objetivo» de «ganar» las generales de marzo.

Antes de plantar batalla a su adversario, José Luis Rodríguez Zapatero, mediante un público, solemne y personalísimo cuerpo a cuerpo electoral ante «los españoles», el recién nombrado candidato popular se ocupó de aplicar a los propios -y no sólo a los cerca de 400 notables que le designaron por aclamación- una inyección psicológica de optimismo destinada, a la vez, a restaurar su recién discutido liderazgo.

Pero Rajoy ofició en capilla su liturgia, sin poder evitar que, minutos antes, el deán de la catedral tocara la campana. Y es que la ceremonia del presidente del PP se vio aguada por unas declaraciones de Manuel Fraga a Punto Radio en las que el senador no sólo volvía a insistir sobre la conveniencia de que su pupilo Alberto Ruiz-Gallardón -antiguo secretario general de Alianza Popular-, vaya en las listas del PP, sino que se permitió dudar de que Rajoy sea el «Sarkozy» que «España necesita». «Puede ser el señor Rajoy, pero hace falta que se lo proponga», afirmó.

Rajoy, quien pese a la andanada volvió a sentar a su lado en la reunión de la Junta Directiva al actual presidente de honor del partido, hizo, desde luego, algunos esfuerzos en la línea de afianzar su propósito de victoria.

«Acepto el reto», dijo, «lo hago con la mayor ilusión y asumo la responsabilidad que conlleva. El único objetivo es ganar las elecciones y gobernar. Sólo me ocuparé de eso, me dedicaré en exclusiva a esa tarea».

Y fue en este punto, apenas comenzado su discurso, cuando lanzó su mensaje de autoridad al partido frente a las especulaciones sobre las listas -desatadas la semana pasada tras la postulación del alcalde de Madrid-, y frente al propio debate sucesorio sobre el que días atrás incidió Fraga. «Todo lo demás no interesa. Exijo al PP que se dedique a este único objetivo», enfatizó, «les pido a todos el máximo esfuerzo. Pido sentido común y que todos nos ocupemos de poner los medios para alcanzar este único objetivo, y todos tenemos la suficiente experiencia para saber qué conviene y qué no».

El presidente del PP pudo haberse conformado ayer con este particular basta ya; sin embargo, puso un expreso interés en ponderar a su «equipo». Sin, por supuesto, llegar a mencionar a nadie -ni a los miembros de su secretariado de Génova, ni a los siempre denostados Angel Acebes y Eduardo Zaplana-, y sin referirse, mucho menos, a las especulaciones sobre reincorporaciones fallidas, como la de Rodrigo Rato, Rajoy agradeció el apoyo de los que le han acompañado en los cuatro años de dura travesía por el desierto. «Aprovecho esta ocasión para agradecer a mi equipo, y a todas las personas que me han acompañado desde que perdimos las elecciones en el año 2004, el extraordinario trabajo realizado, y me gustaría ver a muchos en esa situación», proclamó.

Rajoy incidió varias veces en esta desacostumbrada reivindicación de su discutido núcleo duro. «Estos tres años largos, ya muy largos, desde marzo de 2004, hemos demostrado ser un gran partido, con unos dirigentes que hemos estado a la altura de las circunstancias», dijo, algo doliente. «Hemos trabajado en las condiciones más difíciles; con muy pocos apoyos hemos superado muchas dificultades, hemos ganado las últimas elecciones a las que fueron convocados los españoles, las municipales. Por primera vez, desde el año 2000, hemos vuelto a ganar unas elecciones en las que todos los españoles pudieron opinar», acabó, para sentenciar al cabo: «Hoy estamos aquí y nadie lo discute, y somos el Gobierno más probable para los próximos cuatro años, que nadie tenga la más mínima duda».

Fue precisamente en sus cuadros dirigentes en los que Rajoy se apoyó ayer para lanzar su oferta electoral. «Tenemos los mejores equipos, mucho mejores equipos que nuestros adversarios políticos. Puedo formar 50 gobiernos infinitamente mejores que los que ha formado el señor Rodríguez Zapatero», llegó a decir.

Y fue también el tantas veces discutido discurso político del PP de estos años de oposición lo que esgrimió ayer Rajoy como actual baza electoral contra Zapatero. «Quiero reivindicar lo mucho que ha hecho el PP en los dos asuntos que han marcado la legislatura: España y la negociación con ETA», afirmó. «Quiero reivindicarlo», añadió aún, «y manifestar mi orgullo por cómo hemos defendido nuestras posiciones a lo largo de estos años. Lo que ha ocurrido ha sido grave pero, de no ser por el PP, los daños hubieran sido mayores e irreversibles». Y en este punto, Rajoy lanzó balones contra sus críticos dentro y fuera del partido: «Algunos deberían hacer una reflexión sobre lo que han dicho acerca de nuestras posiciones a lo largo de estos años», afirmó.

Tras la convicción, y la reivindicación, con el mismo alarde de optimismo, Rajoy lanzó su primer mensaje de futuro y de estrategia. Si durante la exitosa campaña de las municipales, en mayo, se dedicó a desmentir el aislamiento político del PP y a subrayar su capacidad de pacto y de gobierno con los nacionalistas y cualquier otro partido minoritario como alternativa al PSOE, ayer -empezó a hacerlo hace una semana- Rajoy aseguró que no necesita a nadie para ganar las elecciones ni para gobernar.

«Sólo quiero pactar, que quede claro, con los españoles. Haremos un programa para los españoles y para nadie más, sean partidos políticos o sean grupos de influencia. Haremos una campaña electoral para hablar con los españoles. Les diremos -y yo les diré- lo que creo que conviene a España. Y les pediré su confianza para hacer aquello que necesita España, y para nada más».

Claro que para lanzar este mensaje volvió a apoyarse en la promesa de Zapatero a El País. «El señor Rodríguez Zapatero ha dicho que no intentará formar Gobierno si no gana. Yo tampoco lo haré. En consecuencia, en España gobernará quien gane, como debe ser».

No en vano, y para reforzar su pretendido cuerpo a cuerpo con el líder socialista en marzo, el «candidato» polarizó su objetivo político: habló de España -«queremos la España de las autonomías, no de las soberanías», fue una de sus frases- y de ETA; habló de Economía y de los principales males que asedian a los españoles. Pero de lo que más habló fue de su «obligación» de salvar a los españoles del mismísimo Zapatero. «Ahora», advirtió, «ha comenzado la operación disimulo, que consiste en aparentar ser más españolista que nadie y más duro y firme contra ETA. Pero no se puede engañar a todos durante mucho tiempo. El tiempo de la credibilidad del señor Rodríguez Zapatero ha terminado y ahora, cuando llegan momentos de incertidumbre, España quiere saber a qué atenerse y que se lo diga una persona de la que se pueda fiar. Por eso vamos a ganar».

En el ánimo de desenmascarar al adversario, Rajoy intentó incluso atribuir a los socialistas el propio desconcierto que se venía atribuyendo las dos últimas semanas a los populares. «El PSOE y sus medios afines, que están muy preocupados, insisto, muy preocupados, intentan crear un ambiente artificial para trasladar la sensación de que su victoria es irreversible. Apelan al pesimismo y a la resignación del PP. Pero diré una cosa: hoy perderían las elecciones, las perderían como perdieron las municipales».

La liturgia de Rajoy se cobró algunas caras alegres a la salida de la reunión, pero su puesta en escena mediática fue la misma de ocasiones anteriores y tan pobre que no superó los límites de su atril de orador. Pese a que los populares estrenaban sala -toda la sede del partido ha estado en obras-, los medios de comunicación recibieron una señal limitada y los fotógrafos apenas distribuyeron otra imagen que la del recuperado líder junto a un silente Manuel Fraga, convertido ayer en el niño malo de Rajoy y único ariete declarado de Ruiz-Gallardón.

Presidentes autonómicos, barones regionales, eurodiputados y cuadros pertenecientes a las segundas y terceras filas del partido celebraban en sus canutazos el bautismo del «candidato», mientras los medios más críticos con Rajoy radiaban su frase más conservadora: «Queremos un Gobierno como Dios manda».

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