EL MUNDO revela hoy que la dirección de ETA ha ordenado a Batasuna y sus apéndices que hagan frente en la calle de manera violenta a cualquier prohibición de sus actos o a decisiones judiciales que les incomoden.

La banda considera que las bases de la izquierda abertzale se han desmovilizado desde el anuncio de la tregua en marzo del año pasado y que no han asumido la nueva situación. Por ello, insta a los militantes y simpatizantes de Batasuna a salir a la calle y a desafiar al Estado español en una especie de kale borroka total.

Esta táctica ya se puso en marcha la semana pasada en la manifestación de San Sebastián cuando Juan María Olano decidió mantener la convocatoria a favor de los presos etarras, forzando un calculado enfrentamiento violento con la Ertzaintza.

No cabe albergar ni la más mínima duda de que los dirigentes de Batasuna van a seguir disciplinadamente, como siempre lo han hecho, las directrices de la banda. Pero ello sólo puede servir para poner en evidencia la falsedad del discurso de la izquierda abertzale, que durante el último año y medio se había cansado de repetir que había que buscar una salida política al conflicto vasco.

ETA, que cada vez tiene más dificultades de toda índole para proseguir con sus atentados, pretende ahora utilizar a Batasuna para crear un estado de inseguridad en la calle y de presión sobre los Gobiernos de Madrid y Vitoria.

No es la primera vez que lo intenta. Tras la ruptura de la tregua de 1998, también volvió a intensificar la violencia en la calle. Pero la firme respuesta del Gobierno que presidía Aznar puso contra las cuerdas a Batasuna, que fue ilegalizada. El ex presidente reformó el Código Penal y combatió con la ley en la mano a los violentos, que comprobaron que sus actos de vandalismo podían tener un alto coste personal.

Si ETA y Batasuna vuelven a repetir este órdago al Estado de Derecho, el Gobierno de Zapatero tiene dos opciones: mirar para otro lado y esperar tiempos mejores o imponer el cumplimiento de la ley con todos los recursos políticos, legales y policiales de los que dispone el sistema democrático.

El desafío que plantea la organización terrorista merece una respuesta de similar proporción. Este es el único lenguaje que entiende la banda y que puede hacer reflexionar a las bases de la izquierda abertzale, que deben saber que sus actos de violencia no van a quedar impunes.

Por último, esta ofensiva requiere más que nunca la unión de los dos grandes partidos en una lucha antiterrorista que se ganará el día en el que la banda llegue al convencimiento de que el Estado de Derecho jamás va a ceder ante su chantaje.