José Luis Rodríguez Zapatero visitó ayer Cataluña para hacer unas cuantas promesas sobre infraestructuras a sus sufridos ciudadanos y abrir de oficio la precampaña electoral. Subrayó los «logros» sociales de su Gobierno, y se quejó de que el PP le carga a él con todas las culpas: «¿Que en EEUU hay problemas con las hipotéticas? La culpa es de Zapatero. ¿Que dimite Imaz? La culpa, de Zapatero. ¿Que hay unos energúmenos que queman imágenes del Rey? La culpa, también, de Zapatero». Sigue en
El presidente del Gobierno finalizó su retahíla diciendo: «Y menos mal que ayer ganamos a Grecia [en las semifinales del Europeo de baloncesto], porque si hubiéramos perdido habrían dicho que la culpa era de Zapatero».
Estuvo, pues, populista porque se lo pedía la afición. A la mayoría de las 25.000 personas que se desplazaron al pinar de Gavà (Barcelona) le importaba más bien poco lo que tuviera que decir sobre el autogobierno catalán y el Estatuto: querían leña contra el PP. Esos militantes -muchos llegaron en autobuses que puso el partido desde distintos puntos de Cataluña-, más cerca del PSOE que del PSC, sólo aplauden en clave española.
Ningún escenario mejor para Zapatero, pues le permitió cumplir dos objetivos con un solo mitin: encender la mecha de la tensión de los suyos para cuando haya que votar y esbozar que, en la precampaña, cuanto menos se hable de identidades nacionales, mejor.
Al PP le dedicó casi la mitad del discurso de ayer en la Fiesta de la Rosa, y la otra parte se la quedó la publicidad de las medidas sociales que ha tomado el Gobierno en la legislatura, sobre todo las destinadas a aliviar a trabajadores y pensionistas.
Zapatero ve en los populares y en su líder, Mariano Rajoy, un «pesimismo congénito» que les impide valorar algunas de las decisiones del Ejecutivo. «¿Por qué esa actitud en la derecha española?», se preguntó. Y siguió él mismo: «Porque no tiene confianza en sí misma, ni proyecto político, y porque sabe que España no confía en la derecha conservadora».
Fue en ese contexto cuando atacó al PP por achacarle todos los males de España, una actitud que comparó a la del que «cada día por la mañana lee lo que pasa en la prensa y, sea lo que sea, la culpa es de Zapatero».
Zapatero fue más lejos cuando se preguntó si el PP «se opone a los derechos humanos como esencia de cualquier orden político, o a defender la legalidad internacional y la paz», al rechazar la asignatura Educación para la Ciudadanía que «imparte estos valores».
Tampoco le parece bien que el PP «no haya salido ni una sola vez a decir que apoya en algo al Gobierno ante los retos y problemas del país». Lo que pasa, según él, es que «no tiene ninguna idea», y que a la vara de medir de los populares se le nota por dónde cojea: «Cuando bajamos los impuestos a las empresas o ayudamos a los sectores industriales dicen que es política de Estado, y cuando tomamos medidas para los sectores sociales y quienes más lo necesitan, es electoralismo».
Rechazó esas acusaciones. Es más, se comprometió a trabajar «hasta el último día» hasta las generales, y a que su Gobierno tome «las medidas que pueda» para ayudar a «los trabajadores y la gente».
Zapatero dedicó también unas palabras a defender su modelo territorial, tan criticado desde la oposición. Dijo que con los políticas «no sólo no se rompe España, sino que España crece». Y añadió: «España quiere convivir, salvo algunos radicales e insensatos la mayoría quiere convivir».
En esa línea, el presidente del Gobierno prometió «gobernar sin insultar a nadie, con reconocimiento pleno de la diversidad de este país, buscando siempre el encuentro y aplicando mucho talante», una palabra que despertó risas cómplices entre la audiencia.
En un acto que supuso también la puesta de largo de la ministra de Vivienda, Carme Chachón, como cabeza de la lista socialista en Barcelona para las elecciones generales, Zapatero sólo aludió a Cataluña para «reconocer explícitamente» los «fallos» en los servicios públicos del verano, sobre todo en las líneas de Cercanías, y para prometer que, en adelante, la Comunidad tendrá unas «infraestructuras de primera», con sus cuatro capitales de provincia «unidas por la alta velocidad».
En el acto también participó el presidente de la Generalitat, José Montilla, que pidió a Zapatero que cumpla con «los compromisos» que implica el pleno desarrollo del Estatuto, sobre todo en materia de infraestructuras. «¡No nos falles, José Luis!», concluyó Montilla.