Tantos inversores abandonaron ayer el mercado, que la banca acabó sufriendo el mayor desplome desde el inicio de la crisis, el pasado 9 de agosto. El sector cayó en bloque, no se salvó ni uno solo de los grandes referentes de las finanzas españolas. De los 14 bancos que cotizan en la Bolsa, 12 finalizaron con números rojos, uno en tablas y otro al alza. Las acciones de Santander perdieron un 1,6% y las de BBVA, un 2,1%. Pero la peor parte se la llevaron los bancos medianos. Para algunos analistas, serían los más expuestos si la crisis se adentra en la UE y falta liquidez. Nada menos que un 5,7% cayeron los títulos de Bankinter, la entidad más castigada de la sesión y el segundo peor valor de todo el Ibex 35. Sólo la superó Sacyr Vallehermoso, que cedió un 6,5% y que acumula ya una caída anual cercana al 50%.

Entre los 10 grupos más penalizados del Ibex 35 figuran cuatro bancos (Bankinter, Sabadell, Banesto y Popular), dos constructoras (ACS y Ferrovial), una inmobiliaria (Sacyr Vallehermoso) y una aseguradora (Mapfre). La composición del pelotón de cola es un reflejo de los temores de quienes invierten en renta variable. Hay miedo a las repercusiones que el endurecimiento de las condiciones crediticias podría tener sobre sectores muy endeudados como el inmobiliario o la construcción. Y pavor al impacto que tendría sobre la banca una crisis de liquidez. Sobre todo, en los competidores de tamaño medio, menos diversificados que Santander o BBVA; y, por tanto, con menos capacidad de diluir el riesgo si la incertidumbre deviene en crisis.

Desde inicios de agosto, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos había llegado a la UE como una ruidosa onda expansiva, provocando vaivenes en los principales mercados, la suspensión de algún que otro fondo ligado a las hipotecas basura y la inyección de liquidez en el sistema por parte del Banco Central Europeo. Pero el panorama ha cambiado en cuestión de horas. Desde el viernes, ya hay una entidad financiera europea contagiada de lleno por la crisis: el Northern Rock británico, salvado in extremis del colapso por el Banco de Inglaterra, que se vio obligado el viernes a inyectar liquidez en las arcas vacías de la firma hipotecaria.

La imagen de una cola de ahorradores agolpándose para retirar sus fondos es lo peor que le podía suceder al sector bancario. Para colmo, ayer circuló por el parqué un informe contundente de Citigroup, que advertía de la debilidad de algunos bancos medianos españoles ante la crisis.

A primera hora de la mañana, el Banco de España ya tenía lista una nota para desmentir que ninguna entidad con sede en este país «ha acudido a ningún procedimiento de financiación de emergencia». Una hora más tarde, el director de la Oficina Económica de Moncloa, David Taguas, aseguraba que las empresas españolas, «sin duda, saldrán fortalecidas» de los coletazos de esta crisis nacida en la costa de Florida. Luego salió a la palestra el vicepresidente económico para aclarar que lo ocurrido en Reino Unido no es extrapolable a la Eurozona. «Aquí se ha intentado establecer un paralelismo entre dos situaciones que no tienen nada que ver», precisó un poco convicente Pedro Solbes, a juzgar por el batacazo.