Martes, 18 de septiembre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6484.
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CONFLICTO ENTRE PODERES / Portavoces parlamentarios y jueces del Supremo acudieron a una ceremonia marcada por la normalidad / El presidente del Consejo del Poder Judicial asegura que éste funciona «en plenitud»
Hernando reclama la «necesaria» renovación del CGPJ durante su sexta apertura del Año Judicial
MARIA PERAL

MADRID.- El presidente del Tribunal Supremo (TS) y del Consejo General del Poder Judicial, Francisco Hernando, reclamó ayer ante el Rey, el ministro de Justicia y los portavoces del Congreso y Senado el «necesario» acuerdo parlamentario sobre la renovación del CGPJ, pendiente desde hace 10 meses.

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Fue la única alusión a la actual coyuntura político-judicial durante el acto de apertura de los Tribunales, que se celebró con la habitual solemnidad y sin el plantón a Hernando anunciado desde algunos sectores mediáticos y de la izquierda judicial.

Los malos augurios no se cumplieron. Descontando la ausencia, ya prevista, de los dirigentes de Jueces para la Democracia (JD), la tercera asociación judicial, por detrás de la Asociación Profesional de la Magistratura y de la Francisco de Vitoria, y de cuatro o cinco magistrados del Supremo, la práctica totalidad de los miembros del Alto Tribunal acudieron a cumplimentar al Rey, incluidos el representante de JD en la Sala de Gobierno, Gonzalo Moliner, y los numerosos magistrados del TS y presidentes de tribunales superiores que pertenecen a esa asociación.

El portavoz de Jueces para la Democracia, Jaime Tapia, no estuvo en el Supremo pero sí acudió a la comida que luego ofreció el ministro de Justicia en el Palacio de Parcén.

«¿Plante? No tengo ninguna noticia de ello», respondió el presidente de la Sala Civil, Juan Antonio Xiol, un prestigioso miembro del Supremo y uno de los que mejor conocen el Tribunal, al ser preguntado por el supuesto boicot a la ceremonia de apertura del año judicial en protesta por el retraso en la renovación del CGPJ.

Ni siquiera los magistrados ausentes admitieron estar en una actitud de rebeldía. La magistrada de la Sala Tercera Margarita Robles, que es candidata de JD al próximo CGPJ, explicó que no había acudido «porque tenía mucho trabajo, nada más». Preguntada si en años anteriores, en los que sí asistió, no tenía trabajo, Robles contestó: «Este año tengo más».

El magistrado de la Sala Penal Joaquín Giménez manifestó que no había asistido «igual que tampoco he ido otros años». El magistrado de la Sala de lo Militar Angel Juanes explicó que está de permiso hasta octubre al haber sido miembro de la Sala de vacaciones.

Un magistrado emérito tampoco acudió este año, al igual que otros anteriores, en protesta por el recóndito lugar que se reserva en estrados a los miembros del Alto Tribunal que han alcanzado la jubilación.

Pero la mayoría de los jueces del Supremo coincidieron en que «no es el momento ni el lugar» para una protesta por la no renovación del CGPJ, «que no es imputable a Hernando, sino a los grupos parlamentarios».

Así debieron de entenderlo los vocales del Consejo de todas las sensibilidades, que acompañaron al presidente en el salón de plenos del Supremo. Uno de ellos, Agustín Azparren, indicó que «si se quiere hacer algún boicot, que se dirija contra los responsables de la renovación, que son los grupos políticos».

Todos los portavoces parlamentarios de Justicia, a excepción de los de IU y ERC, estuvieron en la ceremonia. El PP, por primera vez, tuvo doble representación: la del responsable del área, Ignacio Astarloa, y la del portavoz parlamentario, Eduardo Zaplana, que se encarga de negociar la renovación del CGPJ en nombre de su grupo.

Hasta las 11.10 horas, la representación del PSOE estaba a cargo del portavoz de Justicia en el Senado, Arcadio Díaz Tejera. A esa hora, cuando el fiscal general ya llevaba 10 minutos de discurso, apareció Diego López Garrido, portavoz del Grupo Socialista y negociador del nuevo Consejo.

Dado que no había anunciado su asistencia, López Garrido no pudo sentarse junto a sus colegas del Congreso y fue a parar varias filas más atrás.

Al término de la ceremonia, y tras subrayar que los portavoces de los grupos no suelen asistir al acto judicial, explicó que habían suspendido la reunión de la Comisión Ejecutiva del PSOE a la que tenía previsto acudir, lo que le había permitido estar en el TS. Fuentes de la dirección del partido aseguraron que esa reunión estaba suspendida desde el pasado viernes, cuando se transmitió a todos los dirigentes socialistas que el lunes no podría celebrarse la Ejecutiva debido a la entrevista entre el presidente brasileño Lula y Rodríguez Zapatero, informa Manuel Sánchez.

Entre los asistentes se encontraban, como es tradicional, la presidenta y magistrados del Tribunal Constitucional. También el Defensor del Pueblo, entre otras autoridades, y representantes de los abogados y procuradores.

En su discurso, Hernando pasó revista a la situación del Tribunal Supremo, con especial mención a las Salas de lo Civil y de lo Contencioso-Administrativo, empeñadas en un ambicioso plan para superar la pendencia de asuntos.

También hizo una incursión en el tratamiento doctrinal de los llamados «nuevos derechos» o «derechos de última generación», algunos de los cuales han sido acogidos en la reforma de los estatutos de autonomía. El presidente del Poder Judicial advirtió de que, en algunos casos, «se ha podido trivializar un tanto la categoría de los derechos fundamentales, cuando no parece que se quieran utilizar (...) para dotar de estrategias fortalecedoras ciertas reivindicaciones».

Antes de finalizar, Hernando dijo estar «a la espera de que se produzca el necesario acuerdo parlamentario que permita renovar la composición del Consejo General del Poder Judicial». «Pero mientras ese acuerdo llega», añadió, «este Consejo seguirá desempeñando en plenitud y plena normalidad de ejercicio las competencias que tiene legalmente atribuidas».


Puñales y puñetas

MADRID.- El presidente del Poder Judicial no abandonó la media sonrisa, como la que luce en la fotografía, ni un solo segundo de la ceremonia de apertura de los tribunales que el Rey, según ordena la tradición, presidió ayer en el Tribunal Supremo.

Una sonrisa de satisfacción y también de alivio. Hernando, que pasó el fin de semana con el estómago encogido ante el seísmo que le anunciaban algunos sectores de la izquierda política y judicial -un plantón al máximo representante del Poder Judicial delante del Monarca- se fue relajando conforme el minutero se acercaba a las 11.00 horas y veía a sus compañeros ocupar sus sitios en estrados, como siempre; a la presidenta y a los magistrados del Constitucional llegar al Palacio de las Salesas, como siempre, y al resto de las autoridades perderse entre los asientos destinados al público, tan apretujados ayer como siempre.

María Emilia Casas, que también sufre lo suyo con sus colegas del TC, mira con complicidad a Francisco, Paco, Hernando mientras Don Juan Carlos empieza a saludar a los togados que le esperan. A la presidenta del Constitucional y al presidente del Supremo les une una buena relación, algo que no han logrado transmitir a sus tribunales, que cada cierto tiempo, espadas en alto, se enzarzan en algún nuevo episodio de la guerra de las Cortes.

Mariano Fernández Bermejo asiste, engalanado, a su primera apertura de tribunales como ministro de Justicia. Le gustaría que fuera otro el presidente del Supremo, y quizá también quisiera tener a otro fiscal general a su derecha. Pero Hernando permanece ahí, por sexto año consecutivo, y Conde-Pumpido también. El fiscal, con hilo directo con Rodríguez Zapatero sin necesidad de pasar por el titular de Justicia, desmintió ayer mismo que vaya a marcharse antes de las próximas elecciones.

Después, ya veremos. Pumpido parece mirar de reojo a la presidenta del TC, un tribunal al que anhela llegar y a lo mejor, por qué no, presidir. Como presidir quiere -el Tribunal Supremo- el quinto personaje de la fotografía, Ramón Trillo.

La imagen no recoge otras escenas curiosas, como el saludo del vocal independentista López Tena al Rey, ni a otras figuras clave del actual momento judicial. Y es que, a veces, bajo las puñetas se ocultan muchas cosas.

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