Sábado, 22 de septiembre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6488.
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 OPINION
EL MUNDO QUE VIENE / MICHAEL OPPENHEIMER
«Si yo viviera en España estaría muy preocupado por los previsibles efectos del cambio climático»
ES UNA DE LAS VOCES MAS APREMIANTES EN EL DEBATE SOBRE EL CAMBIO CLIMATICO. LLEVA MAS DE 25 AÑOS INVESTIGANDO SUS EFECTOS Y ACABA DE PRESENTAR LA «EVIDENCIA CIENTIFICA» EN LA ONU, A TIEMPO PARA LA CUMBRE MUNDIAL QUE REUNIRA EL LUNES A REPRESENTANTES DE 150 PAISES
CARLOS FRESNEDA

CARGO: Profesor de Geociencia de la Universidad de Princeton y coautor del Cuarto Informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) / EDAD: 61 años / TITULACION: Doctorado en Física por la Universidad de Chicago / SUEÑO: Un mundo 'movido' por la energía solar / CREDO: La bondad y la inteligencia del ser humano

Antes, mucho antes de que la Administración de Bush tratara de silenciar cualquier referencia al calentamiento global, Michael Oppenheimer exploró por cuenta propia la «peligrosa interferencia antropogénica» -o «temeraria intervención humana»- en la espinosa cuestión del clima. Su experiencia le llevó a participar muy activamente en el demoledor Cuarto Informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), que certifica que el aumento de las temperaturas es «inequívoco» y que el hombre es parcialmente responsable.

El tiempo ha terminado dando la razón a este enérgico e incisivo profesor de 61 años, en quien se dan la mano el científico y el ecologista comprometido. Profesor de Geociencia en Princeton y cofundador de la Climate Action Network -además de haberse volcado más de dos largas décadas en el grupo ecologista Environmental Defense-, su principal empeño ahora es hacer una doble llamada a la acción: para mitigar los efectos y adaptarse a los cambios que ya parecen inevitables.

Oppenheimer inuauguró hace días en la ONU la cumbre paralela de las ONG que ha precedido al cónclave de la próxima semana de los grandes mandatarios. Habló con aplomo de la «evidencia científica» y rebatió con cifras las acusaciones que le hacen de «alarmista». Nos recibió poco después en su despacho en la Universidad de Nueva York. Preferimos salir al exterior a gozar del verano tardío y tomarle la temperatura al planeta.

PREGUNTA.- Todavía hay incrédulos que ponen en tela de juicio el cambio climático. ¿Necesitamos más evidencias?

RESPUESTA.- Creo que van quedando pocos escépticos... Nunca ha sido un grupo numeroso entre los científicos, aunque se ha destacado por hacer mucho ruido y por obedecer a unos intereses muy concretos. Vivimos en una sociedad libre y cada cual puede tener su opinión, pero los hechos son los hechos... La temperatura de la Tierra ha aumentado 0,76 grados en el último siglo. Once de los 12 últimos años han sido los más calurosos desde 1850. Las proyecciones estiman que en el siglo XXI la temperatura global podría aumentar entre 1 y 6 grados centígrados, en el mejor y en el peor de los escenarios... El clima es un asunto muy complejo y hay variantes que escapan a nuestro control, pero lo cierto es que por fin tenemos un cuadro muy completo de lo que está ocurriendo y de lo que puede pasar.

La evidencia se ha ido acumulando gradualmente en el curso de 100 años, desde que el científico sueco Svante Arrhenius se atrevió a vaticinar que la quema de carbón, petróleo y gas natural contribuirían al efecto invernadero.

P.- El mismo pelotón de escépticos cuestiona la contribución humana al cambio climático. ¿Hasta qué punto somos responsables?

R.- Muy pocos científicos serios ponen en duda que la acción humana juega un papel fundamental en el cambio climático. Podemos debatir en qué proporción estamos contribuyendo, si en un 50% o en un 70%, pero la responsabilidad humana es clara. Lo más urgente es reducir cuando antes las emisiones para estabilizar de algún modo el clima, antes de que se haga incontrolable.

P.- ¿Está el mundo preparado para ir más allá de los acuerdos de Kioto? ¿Hasta qué punto es realista el objetivo de reducir un 80% las emisiones de dióxido de carbono en 2050?

R.- Yo creo que es un objetivo alcanzable para los países industrializados, pero no para todo el mundo. Las naciones en vías de desarrollo aumentarán sus emisiones durante 20 o 30 años, y quizás no alcancen esa meta hasta dentro de un siglo. Pero hay que fijar objetivos y reducir drásticamente las emisiones si queremos paliar los efectos del calentamiento. No tenemos tiempo que perder. Estamos en esa zona crepuscular y no sabemos cuántos años nos quedan para poder evitar que la situación se nos escape de las manos.

P.- Díganos tres maneras sencillas de contribuir a paliar el cambio climático...

R.- Cambiar a bombillas fluorescentes de bajo consumo, comprar aparatos de alta eficiencia energética y disminuir la dependencia del automóvil (o conducir un coche eficiente).

P.- ¿Qué nos dice de la dieta?

R.- La agricultura intensiva y la ganadería, con la deforestación que causan y la liberación de óxido nitroso y metano, contribuyen en gran medida al efecto invernadero. Consumir menos carne y comer directamente cereales, en vez de usarlos para alimentar al ganado, es otra manera de poner nuestro grano de arena. Pero todas nuestras acciones tienen un impacto: nadie está libre de culpa en la contribución al calentamiento global.

P.- ¿Dónde cree que comienza la zona de riesgo?

R.- En los dos grados centígrados de aquí a finales de siglo. Habrá zonas del planeta que se beneficien y puedan sacar partido del calentamiento, en temas como la extensión de las cosechas. A partir de ese aumento de temperatura, sin embargo, los efectos serán preocupantes para la mayoría de la población.

P.- Pero no negará que hay también un factor natural e inevitable...

R.- Es cierto que el clima oscila de un modo natural, fundamentalmente por cambios periódicos en la órbita de la Tierra. Pero éstos se producen en decenas de miles de años. El cambio que estamos viendo ahora es el más rápido en la Historia de la civilización. Si se cumplen las peores previsiones, en el 2100 alcanzaremos la temperatura global más alta que ha habido en 3 o 4 millones de años.

P.- Usted incluso ha acusado al ser humano de «estar rehaciendo la faz de la Tierra»...

R.- Es una frase que utilizo para hacer ver a la gente el alcance de lo que está sucediendo. Los cambios no son visibles en todo el planeta, pero en algunos lugares son ya muy patentes. El verano pasado estuve en el Artico, y allí es donde de verdad se aprecia la dimensión del calentamiento. Ves dónde estaba el hielo hace 40 o 50 años y dónde está ahora y es impresionante el retroceso. En los Pirineos, sin ir más lejos, también puede palparse cómo los glaciares han ido menguando... El hielo está retrocediendo, la nieve cubre menos las montañas, los lagos se hielan cada vez más tarde en invierno y se liberan antes del hielo, las hojas tardan más en caer y se adelanta la primavera. Hace más calor en la atmósfera, en la superifice de la Tierra, en la superficie del mar, en las profundidades del océano... Si haces un agujero en la superficie y analizas las capas de la Tierra se puede ver el calor penetrando hacia abajo. Tenemos evidencias de sobra: vivimos en un mundo más caliente y vamos a vivir en un mundo bastante más aún si no somos capaces de reducir las emisiones de gases invernadero...

P.- Usted fue uno de los primeros en advertir que tan importante como reducir las emisiones será adaptarse al calentamiento, ¿cómo lo puede hacer un país como España?

R.- España está en una franja muy, muy vulnerable, como todo el Mediterráneo. Si yo viviera en España estaría realmente preocupado por lo que puede ocurrir si se cumplen las previsiones más extremas, sobre todo en las zonas costeras, con el aumento del nivel del mar. En el interior, las precipitaciones van a ser marginales y el clima, más árido. La disponibilidad de agua será un gran problema. Habrá olas de calor cada vez más intensas, como la última del 2003 que se cobró miles de víctimas en Europa. El calor que hará en España en verano será muy duro... Hay que promover una cultura del agua y de la eficiencia energética. La gente va a tener que cambiar de hábitos para no exponerse excesivamente al sol. El Gobierno tendrá que facilitar refugios donde las personas enfermas puedan acudir en caso de una ola de calor.

P.- ¿Qué opinión le merece la labor del Gobierno español ante el cambio climático?

R.- Por las noticias que tengo, siguen aumentando las emisiones. España está en una situación comparable con la de Portugal y Grecia, con una economía más joven que la del centro de Europa. Pero pronto va a llegar el momento de pararse a reflexionar, hacer balance energético y tomar una acción decisiva, como ya lo han hecho Alemania, Holanda, Dinamarca o el Reino Unido, los países que están marcando la pauta.

P.- ¿Qué le parece la solución nuclear de Francia?

R.- Hace tiempo que Francia hizo esa apuesta y el 85% de su energía es de procedencia nuclear, pero aún no ha solucionado el problema de los residuos, que es el mismo al que se enfrenta la industria nuclear en EEUU y en todo el mundo. La gente está preocupada y tiene razones para estarlo. Tampoco se ha desarrollado suficiente tecnología para garantizar la seguridad pasiva de las centrales ni para protegerlas antes posibles atentados terrorista. Sin esas tecnologías, países como Francia, pese a su reputación de seguridad nuclear, son muy vulnerables.

P.- Algunos científicos, entre ellos James Lovelock, sostienen que las centrales nucleares serán necesarias para satisfacer las demandas energéticas del planeta.

R.- No podemos apostar por la energía nuclear a corto plazo. Hay que mejorar la eficiencia energética, apoyarse más en el gas natural, explorar la tecnología de secuestro del carbono, aumentar la energía solar y eólica, investigar otras renovables...

P.- EEUU no va por ese camino...

R.- Por suerte, vivimos en un sistema en el que el poder se puede ejercer a escala local. Varios estados como California y ciudades como Nueva York están compensando la falta de acción desde el Gobierno federal; pero mientras Washington no se moje, las medidas no van a ser efectivas ni van a afectar a todos los estadounidenses.

P.- ¿Vuelve a haber un bache insalvable entre Europa y Estados Unidos?

R.- Lo hay a nivel político, pero la opinión pública está muy concienciada.

P.- Y dígame, ¿ha sentido en carne propia las censuras de la Adminitración de Bush?

R.- Personalmente no, porque no trabajo para el Gobierno. Pero tengo amigos científicos que sí se han sentido intimidados.

P.- ¿James Hansen quizás?

R.- A Hansen no le intimida nadie. Desde su puesto en la NASA y como uno de los mayores expertos en climatología del mundo ha sabido poner el dedo en llaga y denunciar los abusos de poder. Otros han preferido callar...

P.- ¿Necesitaremos nuevas tragedias como el huracán Katrina para que los políticos americanos abran los ojos?

R.- Espero que no, aunque la respuesta del Gobierno ante el Katrina fue un escándalo. Quedó demostrado que no estamos preparados para afrontar grandes desastres naturales. No estamos protegidos contra las huracanes ni contra las inundaciones, ni siquiera existen planes de evacuación. Katrina provocó unos 300.000 refugiados climáticos: gran parte de ellos no han podido volver... Si los países ricos como EEUU responden así a una tragedia humana entre su propia gente, ¿qué puede ocurrir en otras partes del globo cuando la situación se haga más acuciante?

P.- El Cuarto Informe advierte precisamente de que el cambio climático agrandará aún más la grieta entre el norte y el sur...

R.- El impacto se va a sentir sobre todo en los países en vías de desarrollo y en las latitudes más bajas, sobre todo en el Africa subsahariana, que lleva ya tiempo padeciendo hambrunas y sequías. Desgraciadamente, sólo veo esta situación agravándose y extendiéndose a zonas más extensas.

P.- Si los causantes del problema son los países contaminantes del norte, ¿no sería justo arbitrar algún tipo de compensaciones?

R.- Los países contaminantes están en el norte, pero también son ellos los que tienen el poder político. No sé hasta qué punto estarán dispuestos a compensar.

P.- Hay quien vaticina, por cierto, que el cambio climático podría convertir Groenlandia en la próxima Arabia Saudí...

R.- Sí, es posible. Hay mucho petróleo allí. Es triste lo que puede ocurrir.

P.- El Polo Norte estuvo aquí es el título de un libro recién publicado por el periodista Andrew Revkin. ¿Cree también usted que cerraremos el siglo con un solo casquete polar?

R.- Resulta difícil de imaginar, pero si el calentamiento global sigue su curso actual y propicia además el desarrollo industrial en el norte que muchos temen, será el fin del Artico tal y como lo conocemos. El hielo desaparecerá durante parte del año (aunque volverá temporalmente en invierno). La tundra menguará, la composición de los océanos cambiará, los efectos se notarán en todo el planeta.

P.- ¿Se extinguirá el oso polar?

R.- En torno al 30% de las especies desaparecerán si la temperatura aumenta más de tres grados centígrados. El hábitat de los osos polares se está contrayendo, y lo lógico es pensar que la población va a ir menguando de la misma manera. ¿Hasta el punto de la extinción? Probablemente no, a no ser que los humanos exploten sin escrúpulos el Artico y rematen la faena.

P.- Cambiando de latitud, ¿dependerá el futuro del planeta de lo que pase en China?

R.- Mucha gente mira con preocupación hacia China, pero creo que empieza a haber signos alentadores. Por primera vez, China ha aceptado la situación descrita por el IPCC, ha admitido su parte de responsabilidad y está de acuerdo en que hay que adoptar medidas. De algún modo, se ha dado cuenta de que no puede ser percibido como el gran traidor del clima: no es bueno para los negocios...


«Pronto tendremos todos una auténtica conciencia ecológica»

¿Conduce o camina?

- Camino o cojo el metro... No tengo coche, no lo necesito. Alquilo uno de vez en cuando para hacer algún viaje. ¿Pero quién necesita un coche para moverse en la ciudad? En Manhattan, la mayoría de la gente no tiene coche, es una pesadilla. Si lo piensas, es todo un lujo de vida poder ir andando al trabajo.

¿Necesitamos reinventar el modo en que vivimos en las ciudades?

- Hay que hacer ajustes para mejorar la movilidad urbana, pero el punto de partida es estupendo. Las ciudades son muy eficientes. En Nueva York, el consumo de energía per cápita está muy por debajo de la media norteamericana. Los barrios son muy compactos, todo está más o menos cerca.

¿No ha sentido la tentación de instalarse en Princeton o de emigrar al suburbio, como gran parte de sus compatriotas?

- No. Me cuesta hacerme a la idea de depender a todas las horas del coche. Soy un hombre de ciudad. Bajo a la Universidad de Princeton un par de veces a la semana, pero mi vida está en Manhattan: amo su diversidad racial, su intensidad... Es un sitio relativamente pacífico y ecológico.

¿Qué ha hecho para reducir su huella?

- Casi todas las bombillas en mi casa son compactas y fluorescentes. Siempre compro los aparatos más eficientes que hay en el mercado... Tenemos un tejado que refleja la luz solar para no tener que usar el aire acondicionado. Vigilo el aislamiento para evitar pérdidas de calor en invierno...

¿Cómo le explica a sus dos hijos el calentamiento global sin infundirles miedo?

- Mi hijo pequeño tiene nueve años, y a esa edad tampoco conviene soltarle peroratas. Pero hablamos mucho en casa sobre el cambio climático y él pega el oído. Su hermana mayor tiene 17 años y es una ecologista muy convencida. Aprenden de una manera muy natural con lo que ven y escuchan.

Usted participó activamente en el gurpo ecologista Environmental Defense durante dos décadas. ¿Hasta qué punto ha influido esa militancia en su trabajo?

- Me hice ecologista a finales de los 60, pero mi mayor influencia fue mi madre. Ella era también científica y estaba muy interesada en la naturaleza.

¿Le preocupa el futuro?

- Soy optimista por naturaleza y creo que en el curso de 100 años conseguiremos darle la vuelta a la situación actual. Quiero pensar que todo o casi todo funcionará entonces con energía solar, viviremos en comunidades compactas, no habrá tantos coches en circulación... Creo en la bondad y en la inteligencia del ser humano, y confío que todos tendremos una auténtica conciencia ecológica y una aproximación más coherente en nuestra vida diaria.


LA CUESTION

- ¿Cómo responde usted a las acusaciones de «científico alarmista que infunde el miedo a la población»?

- No me importa lo que la gente piense, francamente. Lo único que he hecho ha sido seguir las señales, intentar interpetarlas... Y éstas me han hecho llegar a la conclusión, compartida por muchos científicos, de que estamos avanzando rápidamente hacia el precipicio climático. No sabemos dónde está el precipicio, pero estamos subiendo hacia él y necesitamos ralentizar el paso... Tenemos razones para estar preocupados pero no podemos dejarnos atenazar por el miedo. El miedo se combate con información y ése es mi propósito: hacer llegar la ciencia a la gente y ayudar a encontrar modos de resolver el problema. Por ejempo, trasmitiendo la urgencia y exigiendo acciones concretas a los políticos.

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