Martes, 25 de septiembre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6491.
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ESCANDALO FINANCIERO / Asegura que el dinero que falta se perdió en Bolsa / Acusa a la CNMV de conocer la quiebra en 1992 / Señala a los miembros de su equipo como responsables ante el organismo regulador
Camacho dice que puso dinero para ocultar las pérdidas y tilda de «usureros» a sus inversores
FRANCISCO NUÑEZ

MADRID.- El propietario de Gescartera, Antonio Camacho, explicó ayer al fiscal que él y su familia pusieron más de 19 millones de euros para pagar el dinero que sus clientes iban perdiendo en las operaciones de Bolsa. De esta forma, intentó evitar la huida de los inversores y ocultó el agujero patrimonial de la sociedad. La fuga continuó y tuvo que buscar clientes especiales que, según Camacho, cobraban intereses de «prestamistas» y de «usureros». ¿Y los 50 millones de euros volatilizados? Según Camacho, se perdieron en Bolsa.

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Una y otra vez Camacho, que señaló que ganaba 800.000 pesetas al mes, reiteró que él y su familia financiaron de su bolsillo (3.150 millones de pesetas) las pérdidas de las operaciones en Bolsa de los clientes. Algo inaudito para el fiscal y los acusadores.

«A título personal se favorecía de mi bolsillo a los clientes cuando perdían mucho dinero», dijo. Pero no contestó a las partes cuando se le requirió para que dijera si informaba a los clientes de esas pérdidas y del dinero con que él las cubría. Sólo dijo una y otra vez que «el cliente no soportaba esas pérdidas, las soportaba yo».

En realidad, con esta operativa, Camacho intentaba evitar la salida de clientes para que la CNMV no sospechara de las innumerables operaciones intradía en Bolsa. Y al necesitar cada vez más liquidez, tuvo que buscar más dinero.

En este sentido, el cerebro de Gescartera señaló al fiscal González Mota que para afrontar el agujero de Gescartera tuvo que captar clientes especiales, a los que llamó usureros y prestamistas porque percibían intereses por encima del mercado (en el lote incluyó hasta a la Mutua de la Policía y a las órdenes religiosas) en operaciones de hasta 400 millones de pesetas. Desmintió que se tratara de dinero negro.

Sin embargo, el problema no lo pudo resolver porque la bola de nieve fue creciendo ya que devolvía ese dinero a través de cheques por valor de 490.000 pesetas (para que no se notificara a Hacienda). En todo momento,

En las casi ocho largas de interrogatorio a que le sometieron ayer el fiscal y los abogados de la acusación particular, Camacho no se salió ni un ápice del guión que mantuvo en la instrucción de la causa. Rodeado de papeles, que a veces consultaba, empezó incómodo con el interrogatorio del fiscal.

Fue relajándose a medida que las preguntas giraban sobre la operativa de Bolsa y por la tarde volvió a sofocarse cuando algunos acusadores particulares, como Andrés Vilacoba o Luis Mesas le citaron algunas contradicciones entre lo que declaró al fiscal y lo que dijo a la juez instructora.

Su estrategia para autoexculparse fue palmaria: puso el ventilador en marcha para salpicar a todo su equipo, a la CNMV, o a los «usureros» y «prestamistas».

En más de una treintena de ocasiones citó a José María Ruiz de la Serna, consejero y apoderado de Gescartera, «que fue contratado por recomendación de la CNMV para gestionar todo esto». Además, según Camacho, Ruiz de la Serna, ex técnico de la CNMV, que se había encargado de auditar a Gescartera hasta 1997, «era el encargado de las relaciones, la coordinación y las gestiones con la CNMV»; «era quien informaba a la CNMV de las posiciones de los clientes»; «Ruiz de la Serna fue quien me informó del expediente en 1999»; «Ruiz de la Serna y Sierra de la Flor (otro de los apoderados y consejeros acusados) eran quienes gestionaban las cuentas abiertas en los bancos».

También salpicó a Pilar Giménez Reyna, la presidenta de Gescartera (y hermana del ex secretario de Estado de Hacienda, Enrique Giménez Reyna). Según Camacho «tenía conocimiento de la estructura de la compañía y, cuando quería, recababa información directamente».

De la CNMV, como se esperaba, dijo que «conocía desde 1992 la situación en Gescartera y siempre ha sido conocedora de los asuntos de los clientes».

Se mostró incómodo e intentó pasar a hurtadillas sobre las preguntas relativas a los clientes cero (los que no realizaban aportación alguna); las operativa en renta variable (como la operaciones cruzadas de compensar plusvalías con minusvalías entre clientes que ganaban o perdían mucho de forma aleatoria); o el momento en que existieron las denominadas cuentas ómnibus (cuentas globales de Gescartera con los fondos de los clientes, con las que se operaba y de las que según el fiscal drenaron dinero los acusados a su favor y de sus empresas) y las cuentas individuales, con las que según el fiscal siguieron operando.


La familia financió a crédito sus aportaciones a los clientes

MADRID.- «A mi familia le ha costado dinero Gescartera». Con estas palabras, Antonio Camacho quiso dejar claro ayer al tribunal que él y su familia han realizado aportaciones a la agencia de valores por más de 19 millones de euros (3.165 millones de las antiguas pesetas). «Yo no estaba financiando, estaba poniendo fondos a los clientes sobre las minusvalías que tenían», matizó.

Camachó contestó así a la pregunta del fiscal sobre si él y su familia aportaron dinero a la empresa BC Fisconsulting, y aprovechó para detallar las aportaciones que hizo a la agencia de valores. Las cantidades aportadas procedían de cuentas de Gaesco Inversiones (500 millones de pesetas) y Link Securities (25 millones de pesetas), de una póliza de HSBC por 750 millones de pesetas (200 millones de pesetas) y de la sociedad Breston y Promociones Andolini (1.500 millones de pesetas).

Desde el BBVA, pagó 660 millones de pesetas y otros 260 millones de la entidad Gescartera Fondos de Pensiones hasta completar unos 3.165 millones de pesetas. Camacho concluyó el listado apuntando que «la financiación es algo normal».


LA RONQUERA DE CAMACHO.

Agua va, agua viene. Una pastillita para la garganta. El sudor que cae. El sonrojo de su tez. El baile de gafas. La voz entrecortada. Antonio Camacho sudó ayer la gota gorda, mientras el fiscal lo sometía a un intenso interrogatorio. Su única excusa para salir del atolladero era la ronquera que se había apoderado de él. A veces, hacía uso de su mano derecha, que llevaba a la garganta para demostrar a los presentes un sufrimiento encubierto. El nerviosismo hizo mella en su intervención en más de una ocasión, aunque pudo relajarse entre pregunta y pregunta.

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