Contra toda previsión, ayer no fue George W. Bush el mandatario que más arremetió en la Asamblea de la ONU contra la amenaza que un Irán con armamento nuclear supone para el mundo, sino que fue el presidente francés quien se atrevió a pronunciar la palabra en la que muchos piensan desde hace tiempo: «guerra». Según Sarkozy, Irán con la bomba atómica supone un «riesgo inaceptable para la región y para todo el mundo» y «la debilidad y la renuncia no llevan a la paz sino a la guerra».
La disposición del jefe de Estado galo a recurrir a unos términos que incluso la Administración Bush trata de evitar resulta bien reveladora, especialmente porque su discurso tiene lugar en el organismo internacional cuyas sanciones contra Irán han demostrado hasta ahora ser ineficaces. Esta vez ha sido Francia y no EEUU el país que ha sacudido la parsimonia de las Naciones Unidas recordando que «la firmeza y el diálogo tienen que ir de la mano».
Al ser preguntado por la posición de Francia respecto a Irán, Zapatero aseguró que «hay que descartar cualquier horizonte de confrontación, pues sería un nuevo error de los que ya se han cometido en los últimos años». Es sabido que el presidente del Gobierno tiene una fijación por equiparar todo conflicto con el de Irak. Se trata de una premisa errónea, pues si las armas de destrucción masiva fueron siempre -pese a las resoluciones de la ONU en sentido contrario- una entelequia, ni siquiera Irán se molesta en negar que enriquece uranio y nadie duda de que es cuestión de tiempo que cuente con la bomba atómica. ¿También el día que amenace con lanzarla descartará Zapatero la «confrontación»?
Incluso el Congreso de EEUU, visiblemente dividido por la Guerra de Irak, se enfrenta a la amenaza iraní con una unanimidad casi inexistente en otros asuntos. Ayer, la Cámara de Representantes aprobó por abrumadora mayoría una iniciativa para aumentar las sanciones contra Teherán y otra para considerar como grupo terrorista a los Guardianes de la Revolución, milicia de elite del régimen. El congresista que auspició la primera propuesta describió de forma muy similar a Sarkozy la oferta de su país a Irán: «Tiene que elegir entre una gran zanahoria y un palo muy duro. Espero que tome la zanahoria. Pero hoy estamos colocando el palo».
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