Ibarretxe escenificó ayer su huída hacia adelante en el Alderdi Eguna (Día del partido), celebrado en Foronda (Alava). El lehendakari defendió su derecho a celebrar la consulta de octubre de 2008 y afirmó que no le «temblará el pulso» frente a Zapatero.
«Si es ilegal consultar a la sociedad vasca, ¿de qué sirve el autogobierno?», dijo. Sus palabras revelan que las aspiraciones de Ibarretxe van mucho más allá de lo que es gobernar el País Vasco: quiere cambiar unilateralmente el actual marco jurídico y proclamar la independencia.
Zapatero le respondió ayer que «se equivoca de país, de continente y de siglo», lo cual a Ibarretxe le da igual porque, como el lehendakari manifestó ayer, los vascos «tienen 7.000 años de existencia» y continuarán existiendo «dentro de otros 2.000».
El discurso de Ibarretxe en busca de unas imaginarias raíces resulta cada vez más mesiánico y fundamentalista, hasta el punto de rozar «el desvarío», como le reprochó la vicepresidenta. Pero Ibarretxe es el presidente del Gobierno vasco y sus planteamientos han acabado por imponerse en el PNV, provocando la dimisión de Josu Jon Imaz.
El todavía presidente del partido defendió el entendimiento con los no nacionalistas y la búsqueda de una solución que no divida a la población vasca. Su planteamiento está en las antípodas del de Ibarretxe, por lo que resulta censurable que Imaz se prestara ayer a abrazar al lehendakari para dar una falsa impresión de unidad, máxime cuando Zutabe, el boletín de ETA, arremete en su último número contra él y le acusa de «traición».
Ibarretxe ha apostado por radicalizar el discurso nacionalista para movilizar a las bases del PNV y forzar que el partido cierre filas en torno a él. Esta estrategia tiene su lógica, pero Ibarretxe no ha evaluado el desastre que supondría para el PNV el fracaso de la consulta ni tampoco el hecho de que un importante sector del partido no comulga con su aventurerismo.
Aun así, ha decidido dar una patada a la legalidad y tirar por la calle de enmedio, lo que exige una respuesta firme de Zapatero, que no puede ni debe caer en la tentación de negociar con este visionario.
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