Jueves, 4 de octubre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6500.
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El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe (Diógenes)
 MADRID
M2 / POLEMICA SENTENCIA
Indignación de la joven que fue empujada al metro por la escasa condena a su agresor
Jorge Ramos pasará 11 años en un psiquiátrico
QUICO ALSEDO

MADRID.- Jorge Ramos tenía que ofrecer un cadáver a Dios para salvar al mundo. Le valía cualquiera. Le tocó a Miriam Alonso. Jorge la arrojó al metro de Carabanchel y ella perdió una pierna. El, esquizofrénico paranoide, fue ayer absuelto penalmente, pero obligado a pasar 11 años en un psiquiátrico alicantino y a pagar 650.000 euros a Miriam. A ella, más de 12 veces operada, le parece poco: «No existe la Justicia», dice. La pensión de invalidez se le queda en 466 euros. Ramos puede volver a la calle en 2015.

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Jorge Ramos se miraba al espejo y veía al hijo de Dios. Necesitaba sacrificarse, inmolarse para salvar a los demás. Como Jesucristo. Jorge Ramos tenía un único plan: quería unir al Altísimo al mundo.

Sólo había una manera: cometer el pecado más grave. Jorge Ramos, de 25 años, tenía que asesinar. Así que el 4 de octubre de 2005 se fue al Metro de Carabanchel a matar.

Miriam Alonso llegó al andén de la línea 5 caminando rápido. Quedaba un minuto para que llegara el convoy, «así que no me senté». Miriam, de 20 años, se acercó al borde del andén. Sintió un empujón. El metro le pasó por encima, se llevó su pierna izquierda y la puso al borde de la muerte.

Miriam no vio siquiera el rostro de Jorge. «No pude verle la cara. Sólo sentí el golpe».

Ayer, la sección 23 de la Audiencia Provincial eximió a Jorge Ramos del delito de tentativa de asesinato, y le condenó a 11 años de internamiento en el Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Fontcalent. La abogada de Miriam pedía 20 años, y la fiscal casi 15. Además, Ramos deberá pagar 500.000 euros a Miriam y 150.000 más a los padres de la chica.

La esquizofrenia ha absuelto penalmente a Jorge Ramos, que dejó de medicarse en 2004 y que, según la sentencia, el día de autos «no tenía noción de ser un enfermo y necesitar ayuda».

La resolución declara probado que Ramos «sufre una esquizofrenia paranoide acompañada [...] por delirios en los que viene a imaginar que es el hijo de Dios y debe unir a Dios con el mundo cometiendo un grave pecado, como sería matar a un ser humano para salvar al mundo y salvarse él. Estas ideas delirantes condicionan por completo sus facultades intelectiva y volitiva, que quedan absolutamente anuladas».

También asegura que Ramos, después de satisfacer su delirio mesiánico, se fue corriendo al cercano Hospital Gómez Ulla y se entregó en la garita del guardia de seguridad, gritando: «¡Policía, deténgame, máteme o pégueme, porque acabo de empujar a una chica al Metro!».

Los psicólogos han sido claves en la sentencia. Ellos aseguraron que Ramos «tenía capacidad para decidir y ejecutar su plan, y para discernir el modo de ejecución y alcanzaba a comprender el significado de lo que había hecho». Pero también hicieron hincapié en la «imperiosa necesidad de seguir un tratamiento médico por parte del enfermo de esquizofrenia paranoide como único modo de controlar las ideas delirantes y sus consecuencias».

Pero la sentencia certifica también el terrible vía crucis de Miriam Alonso desde que el Samur logró reanimarla en las vías de Carabanchel. Sus dos operaciones a vida o muerte en las 48 horas posteriores. Las hemorragias que hicieron a sus padres pensar que «la niña se nos iba». Su calvario de más de 10 operaciones quirúrgicas. Aquel día en que se despierta, mueve la mano hacia abajo, y se da cuenta de que allí no hay pierna y ya no la va a haber. Las cicatrices que pespuntean su cuerpo en abdomen, pelvis, pierna derecha y nariz. El no medible estrés postraumático. El de sus padres. Lo dice la sentencia: Miriam no puede ducharse, vestirse o cocinar sola.

Jorge Ramos, que ya lleva dos años encerrado en Fontcalent, estará pues hasta 2015 recluido. Pero después «no se sabe que pasará con él, la ley no prevé ni faculta al juez para que decida nada», explicaba ayer Olga López, abogada de Miriam Alonso. «Supongamos que entonces no tiene familia... Pues tenemos a un tipo que se cree Dios en la calle». Además, López se queja de que la sentencia «no toca para nada la responsabilidad civil» ya que los padres del acusado no han sido declarados responsables civiles directos. Esto significa que «ni siquiera se ha averiguado qué bienes tiene esta gente, así que me temo que no tendrán un duro y nos quedaremos en el aire con la indemnización», dice López.

La resolución declara a Ramos incapaz de ser condenado por su locura, pero a la vez atenúa la reclusión -que según medios jurídicos como mucho podría haber llegado a 14 años y seis meses- porque el joven confesó y pidió perdón a la víctima. Olga López señala ahí lo que cree una incoherencia: «Si no es capaz de entender lo que ha hecho, ¿cómo puede entender lo que significa arrepentirse? Creo que ha habido un doble rasero».

La abogada de Miriam zanjaba ayer: «Nos hemos quedado a medias con la sentencia, que nos parece escasita. Pedíamos los 14 años y seis meses, el máximo posible aunque pedíamos 20 años porque estas cosas hay que hacerlas. Al final, nos hemos quedado con bastante menos. Y lo de la indemnización es un canto al sol, porque no sabemos si podremos cobrarla». Sobre la posibilidad de un recurso a la sentencia, López no se quería pronunciar: «Tengo que estudiar bien el texto, pero no sé si la familia querrá pasar por otros dos años de espera y de juicio...».

En octubre de 2005, el conductor del convoy pisó el freno al ver a Miriam volar sobre las vías, pero no le dio tiempo. La joven tardó en curar de sus heridas, dice el juez, 179 días, 90 de ellos en el hospital. Lo más difícil, al principio, fue que las muletas que usará el resto de su vida no le quemaran las manos.

Cuando Jorge le pidió perdón ante el tribunal, hace seis días, Miriam no quiso estar presente. Se lo contó su padre. Ella respondió: «Mi perdón no lo va a obtener por muchas veces que me lo pida».

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