PABLO DE LA CALLE
Fernando Alonso, creyente por hechos empíricos. El bicampeón imploró un milagro para seguir atesorando posibilidades de renovación del título y castigar a su compañero y peor enemigo. Ayer, en el circuito de Shangahi sus presagios se cumplieron, para regocijo de la numerosa parroquia del asturiano y desolación de Hamilton, de la cúpula directiva de McLaren y de la mismísima Fórmula 1, que acusa al español de no hacer nada para promocionar la feria de la velocidad. Un error de cálculo de los ingenieros de McLaren -no avisaron con antelación suficiente del desgaste de los neumáticos- y una conducción imprudente y agresiva de Hamilton -no templó los nervios por un adelantamiento de Trulli y el acoso de Alonso- proporcionaron un refrescante soplo de vida a una competición que amenaza con fenecer en China.
La salida de la pista del líder dejó para dentro de dos semanas la resolución de un mundial apasionante y desconocido. Hay que remontarse varias décadas para encontrar un campeonato resuelto en la última jornada y con tres aspirantes. Ahora, Alonso se queda a cuatro puntos de Hamilton, y Raikkonen -vencedor ayer-, a siete. El entorno del español, que festejó el error de Hamilton en el motorhome de Renault, espera que Ron Dennis juegue limpio en Interlagos. Alonso tratará de hacer «posible lo imposible». Cuestión de milagros. / Págs. 2 a 7
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