El jardincito que hay delante de la casa de Doris Lessing no puede ser más parecido a ella. No por el desaliño ni por las flores raras, que también, sino sobre todo por ese rosal que crece entre las enredaderas y que, como ella misma, luce menos rosas que espinas.
Ayer volvió a suceder. Ni siquiera en un día como el de ayer se resistió Doris a los sarcasmos. «No se lo pueden dar a alguien que esté muerto», espetó nada más que se supo ganadora. «Yo creo que pensaron que era mejor dármelo ahora, antes de que la palme...».
La noticia de la concesión del Nobel se la dio a la escritora un grupo de fotógrafos que montaban guardia frente al portón verde de su domicilio, un viejo caserón adosado en el número 24 de Gondar Gardens.
Lessing había estado muy atareada durante la mañana. Fue con su hijo Peter al médico, salió de compras y aprovechó el sol brumoso de Londres para darse un paseo bajo los árboles de Hampstead Heath. Por eso, cuando bajó del taxi y vio el guirigay de las cámaras junto a su puerta, pensó que estaban rodando un programa de televisión y fueron los periodistas los que le dieron la noticia.
«¿De verdad? Estoy encantada, ahora habrá muchos discursos y muchas flores y todo será muy bonito», añadió conmovida después del rugido inicial. Y las enhorabuenas: Gabriel García Márquez fue uno de los primeros en felicitar a la ganadora.
En realidad, no es el león tan fiero como lo pintan. «La gente dice que es algo borde, pero no es cierto», dice su vecina Jacquie. «A mí me saluda siempre que me la cruzo. Bien por Doris, me alegro de que haya ganado».
Doris Lessing se convirtió ayer en la undécima mujer en ganar el Nobel de Literatura. De poco le ha servido a Doris echar pestes por la boca del movimiento feminista. La solemne declaración de la Academia Sueca insiste en vincular su obra con él, a cuenta de El cuaderno dorado (1962), su título más citado. «El feminismo lo vio como un trabajo pionero», dice la Academia, «y pertenece a un puñado de libros que han moldeado la relación entre hombres y mujeres a lo largo del siglo XX».
«¿De verdad han dicho eso?», preguntó ayer la autora, «pues sí me quieren bien. Y eso que hace años me enviaron a un lacayo a decirme que nunca ganaría el Nobel...». Se refería Lessing a lo que un funcionario sueco le confío hace unos años en una cena privada, pero lo cierto es que ayer no se atisbaba el rencor por ninguna parte. «He ganado todos los grandes premios en Europa, todos y cada uno de ellos, ya tengo la colección completa, es como haber sacado en el póquer una escalera de color». En medio de la euforia, a la escritora se le debió de olvidar que nunca le dieron el Booker, el galardón que se entrega a la mejor novela del año en el Reino Unido.
Ayer poco importaba. La puerta de la casa de la escritora se convirtió ya por la tarde en un trasiego de vecinos, amigos y ramos de flores que sus amigos iban recibiendo con paciencia infinita en el umbral mientras Doris echaba una cabezadita en el piso de arriba.
Lessing es el segund autor británico que gana el Nobel en tres años, después de que Harold Pinter lo recogiera en 2005. La autora -que cumple el próximo 22 de octubre 88 años- se impuso en la recta final a Philip Roth, eterno candidato y favorito este año en todas las apuestas. El premio conlleva una dotación económica de algo más de un millón de euros y la invitación a pronunciar un discurso en la ceremonia oficial.
Doris Lessing llegó en 1949 a Londres, donde recaló después de dejar plantados a sus dos hijas y a su esposo, un funcionario anodino de la Rhodesia colonial. Doris se enamoró de Gottfried Lessing, un comunista alemán con el que no duró mucho, pero con el que tuvo otro hijo.
En su autobiografía cuenta que cuando vio Londres desde el barco, cerca de la Isla de los Perros, le impresionó aquella ciudad en ruinas, «desconchada, agrietada, sucia y muy gris». Desde entonces, éste ha sido el hogar de esta mujer inquieta que nació en Teherán y pasó su infancia en el Africa negra. En Londres se hizo comunista y trabajó sirviendo copas en un puticlub del Soho y hace dos décadas recaló en este refugio de Hampstead.
Vea el álbum de fotos de Doris Lessing en www.elmundo.es