La Fiesta Nacional transcurrió ayer con menos tensión de la que esperaba el PSOE y con más indiferencia de la que hubiera querido el PP. En la víspera, los socialistas habían hecho sonar las alarmas al responsabilizar a los populares de los altercados que pudieran producirse durante la jornada. Pero los silbidos y abucheos al presidente del Gobierno en el desfile de Madrid fueron similares -algo más intensos tal vez- a los de años anteriores. La ausencia de incidentes deja en evidencia al PSOE, que había asumido el papel de víctima entre aspavientos para presentar a Rajoy como un peligroso desestabilizador que alienta la violencia. Ni siquiera las excesivas prevenciones del presidente Zapatero en el acto (no apareció hasta la misma llegada del Rey y entró y se fue por una puerta trasera) parecen justificadas. Por otra parte, si el PP pretendía que la fiesta se viviera con un especial fervor patriótico, fracasó a medias en su intento. El día transcurrió como otros años: con poco trasiego en la calle -más banderas, eso sí, en los balcones- y con muchos ciudadanos disfrutando de un largo fin de semana.
Zapatero trató ayer de quitar trascendencia a la oleada de ataques a los símbolos constitucionales: «Esto ni siquiera llega a un resfriado», dijo. Pero, ¿puede llamarse resfriado a lo visto en San Sebastián, con 500 jóvenes organizados protagonizando una batalla campal con técnicas de guerrilla urbana? El optimismo es libre, pero ha de ser consciente de que una buena parte de la población ve tras estos síntomas una gripe fuerte y que, para los más pesimistas, podemos estar incluso ante una neumonía aguda. Sea de mayor o menor envergadura la dolencia, lo realmente grave es que ésta se haya fomentado desde el propio Gobierno. Es muy revelador que embajadores de distintos países se dirigieran ayer a Rajoy para expresarle su sorpresa por el aluvión de críticas que ha recibido por su vídeo en el que animaba a los ciudadanos a participar en la Fiesta Nacional, algo que se contempla con absoluta normalidad en el resto del mundo.
El presidente del PP denunció que faltan «certidumbres y rumbo» en el Gobierno para los asuntos fundamentales y ayer mismo Zapatero venía a darle la razón. El presidente, al referirse a ETA, subrayó la «profunda incapacidad de hacer política» de quienes apoyan a la banda, cuando les ha tenido como interlocutores hasta hace sólo unos meses y después de haber despreciado las advertencias de quienes alertábamos que ése no era el camino. Por cierto, ANV lanzaba ayer un nuevo desafío al mostrar su determinación de concurrir a las elecciones generales en plena investigación sobre su legalidad.
Si el diagnóstico de Zapatero sobre los ataques a España es certero o no, se verá con el tiempo. Pero es bien sabido que ante un paciente débil -como hoy puede serlo el Estado-, un simple catarro puede ser definitivo. Lo preocupante, en cualquier caso, es que el Gobierno no acabe de encontrar una medicina eficaz contra la enfermedad. Sobre todo porque, como dice la sabiduría popular, un resfriado mal curado puede acabar por llevarte a la tumba.
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