Si el Ejecutivo tuviera estrategia y hoja de ruta -aunque, según dijo por la mañana José Blanco, la tiene fijada desde los primeros 100 días- no le hubiera ocurrido lo que se vio ayer en la Cámara Baja.

Pero el ministro de Justicia cayó en la trampa -intencionadamente o no- de la batería de preguntas que le había preparado el Grupo Popular y, frente al mensaje de su Gobierno de que con ETA ya no cabe nada de qué hablar, dijo lo contrario, dejando la puerta abierta a una nueva negociación: «Se volverán a dar las condiciones para que la resolución de esta Cámara [sobre la negociación con ETA] vuelva a tener vigencia».

Bermejo lo dijo porque quiso o porque, tal vez, alguien quiso que lo dijera, porque la pregunta de la diputada del PP María Asunción Oltra Torres no versaba concretamente sobre la resolución que aprobó el Congreso de los Diputados, previa a la apertura de las negociaciones con ETA en el llamado proceso de paz.

La diputada, en concreto, sólo interpelaba al ministro por unas palabras suyas, pronunciadas en marzo de 2007, en las que mantenía que «el proceso de paz está en marcha porque es inevitable».

En su primera réplica, Bermejo ya sacó la resolución del Congreso: «Seguiré sosteniendo», dijo, «que los procesos de paz deben ser intentados por cualquier gobierno cuando se den las condiciones que esta Cámara impuso para que se consiguieran. Y seguiré sosteniendo que si ustedes llegan al poder lo intentarán de nuevo».

La diputada popular siguió sin referirse al acuerdo parlamentario y, tras una retahíla de acusaciones sacadas del manual más básico del PP contra la política contra el terrorismo que hace el Gobierno, simplemente se limitó a apuntar que «pese a los atentados, ustedes siguen manteniendo la puerta abierta a futuras negociaciones».

Y lo sorprendente, lo que hacía frotarse ayer tarde las manos a los populares, y lamentarse a algunos socialistas es que... ¡Bermejo contestó que sí!

«[Volverá a tener vigencia] la resolución del Congreso que dijo que la política puede y debe contribuir al fin de la violencia, y eso es lo que yo sostengo, que la política volverá a poder contribuir al fin de la violencia, incluso, me alegraría que fueran ustedes los que estuvieran gobernando, aunque por el camino que van... largo se lo fiamos», afirmó el ministro de Justicia. En la misma respuesta, Bermejo ya había soltado otras perlas nada despreciables, como acusar al PP de «haber destrozado el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo»; asegurar que en este país «todo el mundo trabaja por la paz menos el PP», o imputar a la formación que lidera Mariano Rajoy de no haber ayudado nunca al Gobierno en su lucha por ver el fin de la violencia.

«No quisieron ayudar al Gobierno cuando estaba el proceso en marcha, han seguido sin ayudar al Gobierno cuando el proceso se ha roto, y continúan ustedes, sin otro argumento de oposición, metiendo el dedo donde nadie se atrevió a meterlo».

El festival Bermejo continuó en otras muchas respuestas, siempre en tono atrevido. «Me sorprende», espetó al diputado del PP Carlos Casimiro Salvador, «que en la etapa histórica de menor número de muertos en toda nuestra historia es en la que mayor atención han prestado ustedes al terrorismo; tiene gracia, ¿eh? Tendría gracia si no fuera un sarcasmo, porque lo que están haciendo es una utilización partidista del terrorismo».

Ni que decir tiene que Bermejo excitó y exaltó a los populares, logró los vítores de los incondicionales del PSOE, pero también preocuparon su tono y sus palabras a los dirigentes socialistas que llevan meses peleando, precisamente, por buscar otro clima político.

El fiscal Bermejo salió del Hemiciclo contento. Se le notó en la cara cuando se cruzó en el patio con un magistrado, José Antonio Alonso. Los dos, ahora ministros que comparten banco azul, se saludaron y se sonrieron. Uno parece que sabe que ya no lleva la toga, otro no. Fue toda una paradoja.