Lunes, 22 de octubre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6518.
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 DEPORTES
GRAN PREMIO DE BRASIL / La carrera
Lección para McLaren
La dramática pugna entre Alonso y Hamilton da el Mundial a Raikkonen / El británico quedó fuera de combate tras adelantarle el español en la salida
JAIME RODRIGUEZ. Enviado especial

S O PAULO.- La carrera del año deparó la gran sorpresa de la temporada. Kimi Raikkonen, el finlandés de mirada fría y corazón latino, se proclamó campeón del mundo de Fórmula 1 en el circuito de Interlagos. Le cede la corona Fernando Alonso, que ayer se quedó en la orilla. Las opciones previas del piloto de Ferrari eran descabelladas, pero la ruleta giró a su favor. Par y rojo. La carambola de desgracias aplastó al inglés Lewis Hamilton, el gran favorito, que después volvería a soñar con la victoria por una eventual descalificación de los equipos BMW y Williams, investigados por la FIA. El Gran Premio de Brasil se ha convertido en el alocado final de una temporada tan apasionante como polémica.

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Ganó Ferrari con su doble golpe a McLaren, a quien ya arrebató en los tribunales el título de constructores por culpa del caso de espionaje. Gritos en italiano y lágrimas inglesas. Consecuencia extrema de un domingo sin tregua, donde tres pilotos fueron campeones durante un solo gran premio. Hamilton, Alonso y Raikkonen. Un trío que se jugará el cetro de la Fórmula 1 en los próximos años después de este eléctrico 2007. Tres gigantes que cierran el curso apretados en dos puntos: 110 para el nórdico y 109 para la pareja de McLaren.

Fernando Alonso agarró el título en Brasil durante 38 vueltas. No lo suficiente, a pesar de terminar tercero y su compañero séptimo. La combinación le empataba a puntos en la clasificación general con su compañero, pero, entre medias, entró como un rayo Kimi Raikkonen. El asturiano habría sido campeón con un solo puesto mejor al final de la prueba. Un par de puntos más para mantener su reinado. Sin embargo, su Mercedes ayer no estuvo al nivel de los Ferrari. Siguió la misma línea mediocre de todo el fin de semana. Impotente, no pudo sacar mayor partido al caos, el lugar deseado para recortar puntos de una tajada a Hamilton. El motor no dio más de sí el día D ante el dominio de los poderosos Ferrari, imbatibles ayer en Interlagos.

Sobre el ardiente asfalto del Autódromo, a 63 grados, Hamilton, Alonso y Raikkonen jugaron a los dados al borde del abismo, con variado reparto de fortuna. Salió victorioso el tercer candidato, un piloto que antes de comenzar la penúltima carrera del año, en China, estaba situado a 17 puntos del liderato. Meses atrás, a mitad de curso, justo después del Gran Premio de Estados Unidos, vagaba a 26 puntos de la primera posición. Sin embargo, una enorme reacción y la conjura que esperaba a final de temporada ha permitido que Raikkonen se proclame por primera vez en su carrera campeón del mundo. No lo consiguió en 2005, cuando ganó siete carreras con McLaren y no pudo levantar la copa en una escudería que aumenta ahora su halo maldito.

El equipo inglés se queda desnudo en un año de pesadilla. Se abrasó en las guerras internas, en los 1000 conflictos entre sus pilotos y ante la justicia. Optó por una arriesgada política de igualdad con sus dos hombres y dejó arrebatarse la gloria en el último instante, zarandeada por el infortunio. La que era su carta más querida se ahogó en un final de campeonato angustioso. El azar escapó del bolsillo de Lewis Hamilton.

Ayer, al inglés le desbordó la ambición. «Se le va a hacer muy larga la carrera», vaticinaba Alonso a media mañana, sabedor de lo que es la ansiedad ante una cita de semejante magnitud. Hamilton muy pronto se vio engullido por la desventura. Tembló cuando más bravo debería haberse mostrado. Cambió la frialdad y decisión exhibida durante la mayor parte de la temporada por los nervios. Sin seguridad ni prudencia, echó a perder su cómoda plaza en la salida. Se rebeló ante el valiente adelantamiento que Alonso le endosó en la primera curva y acabó fuera de pista al intentar recuperar terreno. Mudó de la segunda posición a la octava antes de cruzar por primera vez la línea de meta. Un infierno en cuatro segundos. La noche anterior miraba con tristeza la derrota de la selección inglesa de rugby en la televisión del motorhome del equipo. Veinte horas después, se preguntaba qué había pasado para perder un campeonato serigrafiado con su nombre.

Con el semáforo en verde, Massa, Hamilton, Raikkonen y Alonso se lanzaron desbocados en la salida más emocionante del año. El brasileño marcó distancia adelante, evitando los altercados que empezaban a su espalda. El finlandés sobrepasó al joven de McLaren en los primeros metros, gracias a una potente aceleración. Aturdido Hamilton, apenas pudo ver por el retrovisor el morro gris plata de su desatado compañero. Alonso, tras controlar a Mark Webber, entró sin miedo por el interior de la primera curva, mientras el inglés tenía que frenar bruscamente tras Raikkonen. La gran pelea. Quedó encajado el británico entre sus dos peores enemigos, hambrientos ambos de título.

No pudo detener a un Alonso que partía como en sus mejores jornadas. Hamilton tenía dos opciones: mantener una cuarta plaza que le daba el campeonato o tratar de tapar a su colega de escudería. Apostó por el riesgo y perdió el control del monoplaza al finalizar el segundo ángulo. Se salió por la escapatoria. Cuando regresó a la pista, ocupaba la octava posición. En ese instante, Alonso era campeón del mundo.

Pero el infierno para Hamilton tenía todavía otra estación peor. En la vuelta número ocho, rompió el cambio de su coche por un problema electrónico. Bajaba su velocidad, mientras le adelantaban la tropa de la parrilla. El monoplaza boqueaba sin fuerza. Casi se detiene por completo, antes de que los ingenieros encontrasen la raíz del problema. De repente, la maquina revivió, pero ya era demasiado tarde. Una imagen en la pantalla de la sala de prensa hizo que los redactores ingleses se llevaran las manos a la cabeza. Hamilton estaba en el puesto 18, perdido en la inmensidad de la parrilla.

El inglés, embarcado en una estrategia a tres paradas, intentó recuperar posiciones sin éxito. Devoró coches al final de la recta de meta, en la misma curva donde el pasado año Michael Schumacher se despidió con una remontada de genio, pero la misión resultaba imposible. Terminó la prueba séptimo. La quinta plaza le hubiera servido para ser campeón del mundo en su primer año en la Fórmula 1.

La ruina de la escudería McLaren se completó con la frustración de Fernando Alonso, que sólo pudo conservar el tercer lugar del podio. El McLaren no le permitió pelear de cerca con los Ferrari, libres para alcanzar el campeonato, dos balas rojas al frente de la carrera. Sufrió el asturiano incluso ante su amigo Robert Kubica, con el que se intercambió adelantamientos. Fue el campeón durante buena parte del gran premio, pero sabía que ayer el cielo tenia tono púrpura. Ferrari no desaprovechó la repentina ruina de McLaren. La mítica escudería italiana acumulaba dos temporadas sin títulos y ayer movió sus piezas para cerrar un final de temporada espectacular. Nunca se rindieron en un deporte desquiciante, sin pronósticos ni guión. Salvaje en su resolución.

Felipe Massa y Kimi Raikkonen volaban al frente de la carrera con las ideas muy claras. El brasileño, corriendo en casa, tendría que dejar pasar a su compañero para que éste consiguiera definitivamente el Mundial de pilotos. La maniobra fue discreta, sutil. No hizo falta que el primero frenara con descaro, como hizo Rubens Barrichello en Austria en 2002 para permitir que Michael Schumacher cruzara la meta como ganador. Ambos coches rojos se mantuvieron siempre a la distancia adecuada. Fue en la segunda tanda de repostajes cuando Raikkonen sobrepasó a su compañero. El brasileño, obediente, regresó algo más tarde a la pista y el finlandés aceleró hacia la enorme hazaña. A Fernando Alonso, por entonces tercero, sólo le quedó aguardar otro milagro, una rotura de Massa. Pero el final del Mundial 2007 echó el telón sin un último giro a favor del español. El paraíso era para Raikkonen.

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PASADO DE FRENADA.

Un Mundial decidido en la primera vuelta. Hamilton no soportó la presión y en el inicio del G.P. de Brasil perdió el campeonato. El inglés, acosado por Alonso, no controló la frenada y -como muestra la imagen- se salió de la pista. Su despedida del título se consumó poco después al sufrir una avería mecánica.

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