Aunque la legislación francesa no especifica que su bandera debe ondear de forma permanente en las fachadas de los ayuntamientos, todos los municipios del País Vasco francés que izan enseñas de forma continuada y aquellos que lo hacen sólo en días puntuales, colocan la bandera de Francia en un lugar visible y preferente, aunque estén gobernados por partidos de corte declaradamente abertzale o euskaltzale, tal y como se denominan allí.

Lo hacen junto a la ikurriña, una bandera no reconocida por el ordenamiento constitucional francés, aunque tolerada por sus instituciones al entender que se trata de un símbolo más «cultural» que una amenaza real de segregación.

Y es que el sentimiento de identidad vasco en Iparralde -los tres territorios de la Euskal Herria del nacionalismo ubicados en el país vecino, Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa- no tiene nada que ver con el que se vive en el País Vasco español, al menos en cuanto al rechazo que ciertos símbolos concitan, como la bandera nacional.

Alrededor del 75% de los 157 municipios ubicados en Iparralde -tan sólo ocho de ellos superan los 3.500 habitantes- izan la ikurriña de forma permanente o esporádica, según datos recogidos por el Ayuntamiento de Bayona; si bien, siempre que lo hacen, a su lado ondea la enseña francesa y, en la mayoría de los casos, también la europea.

No son excepciones los municipios gestionados por partidos nacionalistas. Así, los carteles en favor del acercamiento de los presos o de la independencia de Euskal Herria que pueblan las paredes del bar del Ayuntamiento de Sare, en Lapurdi, conviven perfectamente bajo el emblema nacional de Francia. Ondea todos los días en la fachada de este Consistorio del Siglo XVII, que rige Jean Aniotzebehere, del PNV, junto a la ikurriña y la bandera europea. Nadie cuestiona su presencia.

Y es que, según explica, Manex Pagola, presidente de la Ejecutiva de Eusko Alkartasuna en Iparralde, el sentimiento vasquista en Francia, el país con fama de tener una de las estructuras más centralistas de toda Europa, no está reñido «de ninguna manera» con el sentimiento de identidad francés y eso se traslada claramente a su aceptación mayoritaria de la bandera oficial.

«La gente de aquí, por norma general, se siente a la vez vasca y francesa y son una minoría quienes dicen ser sólo vascos. Sólo habrá un 10%», calcula.

Recuerda también Pagola, que los franceses no tienen a sus espaldas una historia de «enfrentamientos entre hermanos» como ocurre en España con la Guerra Civil y la dictadura franquista y, por tanto, los habitantes del País Vasco francés -unos 245.000 en la actualidad- siempre han vivido el denominado conflicto vasco con cierta distancia.

A la normal convivencia de las dos banderas en Iparralde también ha influido, según Beñat Oteiza, miembro de la Ejecutiva del PNB -el PNV francés-, la actitud de los partidos políticos de Francia y de los distintos gobiernos que ha tenido la República. «El españolismo es muy duro con el abertzalismo en Euskadi, cosa que aquí no ocurre y por eso tampoco se ha dado nunca una guerra de símbolos», sentencia.

De la veintena de municipios que el nacionalismo vasco gobierna en Iparralde, apenas cuatro -Sare, Espelette, Idaux-Mendy y Jaxu- izan diariamente las banderas en las fachadas de sus consistorios. Se trata en su mayoría de pequeños pueblos y tranquilas localidades rurales en las que, tal y como sucede en Muskuldi, Bunus o Lichans Sunhar, el ayuntamiento comparte edificio con las instalaciones docentes.

En el resto de consistorios abertzales, las banderas sólo lucen durante las fiestas o con motivos muy concretos, como una visita institucional. Sin embargo, la tolerancia a la enseña de la República en estos pueblos también se aprecia a simple vista ya que suele estar pintada en los frontones -elemento presente en todo municipio del País Vasco francés- junto a la ikurriña.

En la legislación francesa, a diferencia de lo que ocurre en la española, no existe una Ley que regule explícitamente el uso de su bandera. Según explican desde la Administración gala, su presencia en todos los edificios públicos es una obligación implícita debido al carácter de «emblema nacional» que le confiere el artículo 2 del Título I de la Constitución, si bien su ausencia no conlleva ninguna sanción. Tan sólo está tipificado, en una ley de 2003, el delito por ultraje a la bandera, castigado con penas entre los 7.500 euros de multa a los seis meses de prisión.

Artículo 2 del Título I de la Constitución francesa de 1958: «El emblema nacional es la bandera tricolor, azul, blanca y roja».

Lo que dice la Presidencia de la República (sin rango de Ley): «La bandera francesa luce en todos los edificios públicos y se despliega majestuosa en cada una de las conmemoraciones nacionales donde se le rinden honores según un ceremonial que reviste gran precisión».