Las desafortunadas manifestaciones de Mariano Rajoy en las que relativizaba la gravedad de las consecuencias del cambio climático, remitiéndose a las consideraciones que le había transmitido un primo suyo científico, han desatado una muy exagerada tormenta en el país. Pero la realidad es que el programa con el que se presentará a las elecciones contemplará como una prioridad la lucha contra el calentamiento del planeta. Todo parece indicar que Rajoy reconducirá la ligereza de sus palabras con el peso de los hechos: las ambiciosas propuestas del documento que ha empezado a elaborar una comisión de expertos en este asunto.
La izquierda se rasgó ayer las vestiduras por las manifestaciones del líder popular, como si la sensibilidad hacia el medio ambiente fuera patrimonio suyo. Pero frente a la manipulación a cuenta del desliz de Rajoy está la realidad. Fue el Gobierno de Aznar el que firmó el Protocolo de Kioto y fueron gobiernos del PP los que también suscribieron los informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), organismo ligado a Naciones Unidas. Es más, la conservadora Angela Merkel es la mayor abendarada en Europa en la lucha contra el cambio climático, y el compromiso a este respecto del tory David Cameron es mucho mayor que el del laborista Gordon Brown, por citar sólo algún ejemplo.
Resulta por ello exagerado, por lo caricaturesco, que Rubalcaba ubicara ayer a Rajoy en un «casino del siglo XIX» por sus declaraciones, o que José Blanco llegara a establecer un paralelismo entre su actitud y los errores de Interior que desembocaron en los atentados terroristas del 11-M. Pero no por errados ambos comentarios caeremos por ello en la tentación de asociar la estulticia a la izquierda española.
Por otra parte, es una constatación científica que el hombre ha causado una elevación en la temperatura del planeta que va a tener consecuencias (las está teniendo ya) en los ecosistemas y en el régimen de lluvias, y que ello aconseja poner manos a la obra para evitar efectos nada deseables. Ahora bien, por tratarse de teorías predictivas, hay incertidumbres en torno al impacto concreto del calentamiento global, lo que abre una horquilla que permite que convivan tesis catastrofistas con otras menos arriesgadas. De ahí que haya que ser cautos para evitar caer tanto en la friviolidad como en el dogmatismo. Lo que sí parece claro es que la gravedad de las consecuencias que provocará el cambio climático dependerá del ímpetu con el que los países se enfrenten a las causas que lo motivan.
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