Jueves, 25 de octubre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6521.
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DESASTRE NATURAL / La lucha contra 'el aliento del diablo' / TESTIGO DIRECTO / ESCONDIDO
'El aliento del diablo' abrasa el sur de California
La estela de un coche de bomberos conduce hasta Ramona, uno de los epicentros del fuego que arrasa las inmediaciones de San Diego
CARLOS FRESNEDA. Enviado especial

ESCONDIDO (EEUU).- El sol se oculta a la altura de Escondido. La nube fatídica, visible desde Los Angeles, ya está encima. Todo lo que alcanzan a ver los ojos es una grisácea sucesión de cerros humeantes a los dos costados de la Autopista 15. Seguimos la estela de un coche de bomberos, rumbo a Ramona.

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Se trata de otro de los epicentros del superfuego que lo ciega todo en las inmediaciones de San Diego. Pasamos por una urbanización evacuada y milagrosamente intacta en lo alto de una loma, rodeada por una alfombra de chaparral carbonizado.

Los bomberos se detienen a comprobar que las casas, tiznadas por el humo reciente, están fuera de peligro. Avanzan por calles familiares -Divisadero, Corral...- en las que parecen vivir decenas de espectros. Parece una visión desolada del sueño americano. Todos huyeron.

«¡Lo peor ya pasó!», certifica el bombero Jan Mesfield, con el traje ignífugo lleno de hollín y el rostro de no haber dormido en lo que va de semana. «Hace dos días estuvimos aquí, dando la orden de evacuación, y pensamos que no había manera de salvar las casas. Se ve que cambió el viento: tuvieron suerte».

En las cercanías de Ramona, sin embargo, el panorama pasa del gris al negro funesto. Tres coches de bomberos libran aún un pulso con las llamas en los restos de lo que fue una lujosa mansión de tres pisos -o eso parece- a la entrada de uno de tantos cañones que ardieron como embudos.

El bombero Jam Mesfield ya no está para palabras. La policía nos da el alto y nos advierte de que la carretera está cerrada. Nos ordenan a gritos que demos la vuelta, que quedarse allí es peligroso, que los vientos racheados provocan a veces tornados de fuego, y nunca se sabe en qué dirección vienen.

Siguiendo la ruta de evacuación llegamos hasta la calle Principal de Ramona, tomada por aparatosos vehículos de rescate. A primera vista, parece una de esas ciudades en cuarentena que salen en las películas, sacudida por alguna repentina epidemia.

Pero hay vida en Ramona, bastante más de la que parece. Bryan Woods presume de haber mantenido abierta su farmacia en turnos de 24 horas: «Todas las demás farmacias están cerradas y alguien tiene que despachar las medicinas que hacen falta en una situación como ésta».

En casi todas las tiendas cuelga el cartel de «Cerrado por el fuego», y aunque las llamas del Witch Fire (el incendio más devastador de todos los declarados estos días) acechaban a lo lejos, hubo vecinos como Madeleine y Rupert Garland, rondando la sesentena, que decidieron desoír la orden de evacuación. Los dos caminan con paso incierto por las calles vacías del pueblo, en compañía de un foxterrier, Debbie.

«Nos hemos quedado para proteger nuestra propiedad», asegura Madeleine. «Hace cuatro años, en el otro fuego, hubo mucho pillaje por esta zona, y no estábamos dispuestos a perderlo todo. Tenemos incluso un tanque de agua no potable lleno hasta arriba, por si hubiera hecho falta para sofocar las llamas».

El fuego ha remitido hacia el oeste, pero avanza aún impetuosamente hacia el este y hacia el sur. Camino de Poway se encuentra la zona más devastada, con 500 casas destruidas: los accesos siguen cortados, la lucha desigual continúa. El día amaneció con el viento apaciguado, pero ganó fuerza con las horas. El humo se fue dispersando, pero quedó ese olor chamuscado que penetra hasta las sienes e impregna hasta el último resquicio del coche.

En Rancho Bernardo, avanzando hacia San Diego, la Guardia Nacional ha tomado posiciones entre las casas semiderruidas para evitar los saqueos, como en tiempos del Katrina. Decenas de residentes esperan impacientes en colas de racionamiento para echar una vistazo a sus casas -o a lo que queda de ellas- y hacer acopio de los enseres más urgentes hasta que se levante definitivamente la orden de evacuación.

Eric Bolicker, que vino a primera hora temiéndose lo peor, corre raudo tras su primera incursión en Rancho Bernardo para darle la feliz noticia a su familia: «Se ha quemado el garaje, y también la casa de huéspedes. Pero nuestra residencia ha aguantado increíblemente en pie y sin grandes daños... y es el segundo incendio que resiste».

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