Domingo, 28 de octubre de 2007. Año: XVIII. Numero: 6524.
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Sería una gran reforma política extender la cordura con tanta facilidad como la locura (W. Churchill)
 ESPAÑA
LA CARRERA ELECTORAL / El líder del PP ofrece «consenso y cordura» contra la «subasta de soberanismo» / Dice compartir «lo que hizo una parte de la izquierda en la Transición» y que coincide con ella en «cosas importantes»
Rajoy ofrece 'consenso y cordura' contra la 'subasta de soberanismo'
«Comparto lo que hizo una parte de la izquierda durante la Transición y coincido con mucha gente de izquierdas en cosas importantes», afirmó ayer en su proclamación como candidato en Valencia
CARMEN REMIREZ DE GANUZA

VALENCIA.- No fue el discurso del Rey, pero en algo lo recordaba. En el acto más solemne y multitudinario de la precampaña, Mariano Rajoy se proclamó ayer en Valencia candidato a «presidente de todos los españoles», y ante un auditorio de más de 15.000 personas ofreció un «nuevo consenso», con el que invitó a la izquierda española a una «vuelta a la unidad y a la cordura» frente a la actual «subasta de soberanismo».

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El presidente del PP -a cuyos pies se dispuso toda la parafernalia mitinera de un partido movilizado desde las bases hasta la última de sus baronías y cuadros ejecutivos- se dirigió a los suyos con un mensaje de autoafirmación política y doctrinal. Pero, sobre todo, habló a la «nación», no tanto como lo hiciera Sarkozy en Francia hace un año en su propio acto de proclamación, sino como quien se creyera llamado a resucitar la Transición y a liderar un «cambio» histórico al que están llamadas no una, sino las dos viejas Españas.

Pese a ser algo más largo y difuso de lo necesario, el discurso nacional de Rajoy se impuso sobre la fiesta, en la que la puesta en escena, el showman, los himnos y las banderas tuvieron un sello tan típicamente popular como localista.

El «cambio», la «mayoría», el «sentido de Estado», la «moderación» y esa «España que yo quiero y en la que cabemos todos» plagaron las frases con las que Rajoy se dirigía ayer a los españoles. Pero fue en su expreso llamamiento a la izquierda y en su basta ya a los nacionalistas, donde el candidato a presidente hizo su apuesta política más arriesgada. El Rajoy que ayer se investía con trompetas y confeti ante la ciudadanía no pedía pactar con CiU ni con el PNV, sino gobernar con mayoría absoluta con la marca España por encima de las propias siglas del PP. «España es nuestra fuerza» fue, de hecho, una de sus últimas frases.

Y en ello, precisamente, basó su frontera con José Luis Rodríguez Zapatero, al que perfiló no como un adversario del PP, sino de los españoles. Rajoy aludió directamente a la Memoria Histórica para rescatar lo que cree su herencia. «Ahora que nos gobierna alguien que se jacta de no haber aprendido nada de sus rivales políticos, yo sí afirmo que he aprendido de quienes no piensan como yo». «Comparto», solemnizó a renglón seguido, «lo que hizo una parte de la izquierda durante la Transición y coincido con mucha gente de izquierdas en cosas importantes».

«Porque sé que vosotros lo queréis también», añadió haciendo un guiño a los suyos, «en las próximas elecciones generales pediré su confianza a quienes votaron a la izquierda en el pasado. Lo hago porque tenemos que sumar voluntades los que creemos que la igualdad no puede ser doblegada por el egoísmo de los privilegios. Lo hago porque tenemos que estar unidos los que queremos que la unidad de España no puede romperse por quienes no quieren saber nada de ella». «¡Es que no quieren saber nada de ella!», insistió entre aplausos.

Rajoy trazó muy gruesa su frontera con Zapatero. En la misma idea de hacer una autoproclamación con ambición nacional, despreció tanto el «relativismo» de su política como su particular personalismo. En contraposición, se entretuvo, primero, en desgranar una serie de principios o «convicciones» políticas con las que construyó su particular sermón de la montaña. «Creo en la familia»; «quiero una España en la que cumplir la ley, honrar nuestra bandera y nuestros símbolos no sea un acto de heroicidad sino un ejercicio de normalidad democrática»; «quiero una España que no negocie con los terroristas, y convencida de la derrota de los terroristas»...

Terminado el sermón, puso más alambre a la frontera con Zapatero, hoy Z para sus electores. «Este es mi proyecto», afirmó, «no es un proyecto personal a mayor gloria de mis iniciales. Es un proyecto que aspira a ser de todos; una nueva etapa que requiere un nuevo liderazgo, un nuevo consenso y un nuevo impulso».

Y en este segundo ámbito, más personal que político, Rajoy aún trazó un tramo más de frontera entre él y Zapatero. Tras retratarle implícitamente de vanidoso, hizo un alarde expreso de «humildad».

Sin referirse ni una sola vez a la actualidad, sin hacer otra mención a los socavones de Barcelona que la de prometer «eficacia frente a frivolidad», y sin aludir a polémicas en las que se ha visto envuelto, como la del cambio climático, Rajoy afirmó: «No soy tan listo como para no equivocarme, ni tan tonto como para no darme cuenta de que, a veces, me he equivocado. Os aseguro que he aprendido de mis errores y creo, modestamente, que he tenido algún que otro acierto. Sin embargo, creo que nadie podrá decir que falté a la palabra dada, que no cumplí un compromiso, que no busqué el entendimiento o que rechacé una buena solución por sectarismo». «Yo soy fiable». Esa fue su frontera.

elmundo.es

Texto íntegro:

Lea el discurso del presidente del PP, Mariano Rajoy, en el acto de Valencia.


Baile de sillas

VALENCIA.- La enorme movilización del PP en Valencia deparó ayer una rotunda puesta en escena que tanto el presidente de la Comunidad, Francisco Camps, como la alcaldesa, Rita Barberá, rentabilizaron con orgullo indisimulado ante Mariano Rajoy.

Los cañones de confeti en blanco y azul -se ha vuelto al color corporativo tradicional tras unos años de alegres naranjas-, las huestes de Nuevas Generaciones, los decibelios y, sobre todo, el público dieron calor a un escenario a la americana, en el centro de un enorme barracón de la Feria de Muestras, a modo de 'ring'.

Pero el verdadero 'ring' se vivió en las primeras filas, donde, a la vista de los periodistas, los organizadores del acto se esforzaron en disimular la tensión por imponer un determinado orden entre los dirigentes. Los nombres de los secretarios ejecutivos, presidentes autonómicos y dirigentes provinciales, escritos a ordenador en papeles en blanco, bailaban de un asiento a otro según lo disponía un miembro del aparato nacional o de la regional. Antes de que Rajoy hiciera su aparición, los presidentes provinciales estaban sentados con caras sombrías en segunda fila y la dirección nacional guardaba con armas y bagajes junto al del número dos, Angel Acebes, los asientos a los portavoces parlamentarios (Eduardo Zaplana, Pío García-Escudero y Jaime Mayor Oreja).

Pero ni el 'número tres' ni el 'cuatro' ni el 'cinco' del PP nacional llegaron a esos sitios, porque, en el momento clave, el aparato regional sentó a sus reales -Carlos Fabra entre ellos-, dejando preteridos a los otros tres. Zaplana se cobró el pique de los 'campistas' en forma de grandes abrazos a la entrada y salida del acto. Fue, junto a Aguirre, Mayor y San Gil uno de los más besados.


LOS PASAJES MAS APLAUDIDOS

Conciliación. «Comparto lo que hizo una parte de la izquierda durante la Transición y coincido con mucha gente de izquierdas en cosas importantes».

Unidad. «España es nuestra fuerza».

Identidad. «Quiero una España donde se pueda hablar valenciano y catalán, euskara y gallego, y en la que todos podamos utilizar nuestra lengua común: el castellano».

Optimismo. «La Justicia existe».

Memoria Histórica. «Yo asumo todas las páginas de la Historia».

Autocrítica. «No soy tan listo como para no equivocarme, ni tan tonto como para no darme cuenta de que, a veces, me he equivocado».

Apuesta. «Quiero una nación fuerte y cohesionada, de personas iguales».

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