Era su gran día. La jornada de la verdad, de la justicia y el veredicto. Llevaban tres años y ocho meses esperando este momento y, al fin, llegó.
Era su sentencia. La que iba a saldar cuentas con el pasado, la que pretendía mitigar su inmenso dolor, la que metería en la cárcel a los terroristas asesinos que les arrancaron de cuajo a sus familiares.
Bajo un sepulcral silencio, a las 11.30 horas comenzaron a escuchar las primeras palabras del presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez. Durante cerca de una hora, oyeron atentamente la lectura del fallo y, cuando ésta terminó, estalló la indignación.
Algunas víctimas no podían creérselo. Una inmensa decepción se palpaba en sus rostros, en las miradas perdidas, en los ojos repletos de lágrimas. «Se han reído de mi hijo muerto», lloró una madre desgarrada. Otra mujer que también perdió a su vástago en los trenes salió con rabia y corrió espantada: «¿Qué mierda de Justicia es ésta?».
Incredulidad
Salieron de la sala descompuestos, con caras de desolación y lágrimas desconsoladas. Unas se miraban entre ellas con incredulidad; otras, no articulaban palabra y algunas no pudieron evitar derrumbarse por completo.
La presidenta de la Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo, Pilar Manjón, también se mostró disconforme con las condenas y anunció que las víctimas recurrirán la sentencia ante el Tribunal Supremo «hasta donde haga falta» porque, según relató, no le gusta «que los asesinos anden sueltos».
Son muchos los que no podían entender que Rabei Osman el Sayed, alias Mohamed El Egipcio, uno de los presuntos autores intelectuales de los atentados del 11-M, y Antonio y Carmen Toro, acusados de haber participado en la trama de los explosivos, hayan quedado absueltos.
Un joven que perdió a su progenitor en los trenes no podía ocultar su rabia: «Tengo a un padre enterrado por el atentado del 11-M. Hasta el día de hoy creía en el Estado de Derecho. Es una vergüenza». A su lado, su amigo protesta por la absolución de El Egipcio: «Han soltado a un genocida». También les pareció insuficiente la condena para el confidente Rafá Zouhier, sentenciado a 10 años de cárcel y para el que la fiscal reclamaba 38.958 años. «Le caen más años a un traficante yonqui que a él».
Los ánimos comenzaron a caldearse desde primera hora de la mañana. La tensión y los nervios contenidos hasta ese momento saltaron por los aires. La Policía impedía el paso a la sala de algunos miembros de la Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo y éstos se resistían a acatar las órdenes: «Es increíble la soledad con la que hemos estado viniendo todos los días al juicio y que hoy no nos dejen entrar», se quejaba una señora.
Fue entonces cuando Pilar Manjón protagonizó un sonoro altercado con un policía nacional y le espetó: «Nos vamos abajo. Los conspiradores y los peones negros arriba y las víctimas, abajo».
Manjón se quejaba de que habían dado más pases a las dos otras asociaciones que a la suya, cuando ésta tiene mayor número de miembros.
Indignadas, las víctimas bajaron a una sala acondicionada para ellas. «Esto es lo último que nos faltaba», se lamentaba una afectada. Los ánimos estaban a flor de piel y la chispa estalló cuando una joven musulmana que portaba un pañuelo en la cabeza entró en la sala: «Aquí somos todos iguales. Que se quite el velo», gritó una señora.
La joven que iba acompañada de una amiga que no portaba el hiyab se sentó entonces para seguir la sesión, pero las víctimas comenzaron a increparla: «No quiero verte. Que se ponga en otro lado. Nos están machacando por todos los sitios».
Ante la presión popular, la joven tuvo finalmente que abandonar la estancia: «Me han increpado por ser musulmana. Yo sólo he venido como público para escuchar la sentencia», relató Sara.
Finalmente, fue el presidente de la sala, Javier Gómez Bermúdez, quien logró calmar los nervios. El magistradó bajó a hablar con las víctimas y alegó que el reparto de los pases se había hecho de manera proporcional al número de asociados.
Además, explicó que se habían habilitado 25 sitios, rogó a las víctimas que subiesen a la sala y les prometió que todos quedarían satisfechos con la sentencia. Gómez Bermúdez convenció a Manjón y ella y otros 24 subieron a escuchar el fallo en la sala de vistas.
Explicaciones de Bermúdez
No fue la única vez que el juez charló largo y tendido con los afectados. Una vez leída la sentencia, el presidente del tribunal descendió a explicar sus pormenores. Sus palabras volvieron a surtir efecto y algunas víctimas salieron a la calle menos indignadas de lo que estaban en un principio. «Nos han ayudado mucho las explicaciones de Gómez Bermúdez y de los abogados», aseguró Eulalia Gil.
Algunos se mostraban satisfechos porque consideraban que la sentencia avalaba sus tesis y se sentían reconfortados: «Estamos contentos. Por lo menos, ahora sabemos que ETA no ha sido. Sabemos quiénes han sido los culpables y lo van a pagar», afirmaba satisfecho un matrimonio.
Para algunos ayer se dio el primer paso de un largo camino. Piensan que el proceso no ha acabado con esta sentencia, sino que va a continuar. «Esto va a durar mucho. Va a ser como lo de la colza. Hay muchos culpables sueltos», aseguraba Raquel Gómez, de 34 años, que perdió una pierna el 11-M.