Como era de prever, el Go-bierno marroquí, a través de su por-tavoz y ministro de Comunicación, Khalid Naciri, «lamentó» y «rechazó» ayer la anunciada visita de los Reyes de España a Ceuta y Melilla, la pri-mera en 32 años de reinado. En un se-gundo comunicado en menos de 24 horas, el primer ministro marroquí, Abas El Fassi, expresó la «sorpresa» de su Ejecutivo por el viaje, advirtió de que «influirá en las relaciones» bila-terales y dijo confiar en que «se renun-cie» al mismo. Sigue en página 19
Naciri, ante numerosos periodistas que esperaban la reacción del Gobierno, deploró la persistencia, desde el «otro lado del Estrecho», de «aproximaciones coloniales», y recordó que «la cooperación marroquí-española no debe hacer olvidar que existe un litigio relativo a estas dos ciudades». El portavoz detalló que el Ejecutivo marroquí «no puede más que expresar su rechazo y su absoluta reprobación a esa iniciativa lamentable, sean cuales sean las motivaciones y los objetivos de la visita».
Consideradas por Rabat como «ciudades marroquíes expoliadas» -según calificó ayer Nadiri a Ceuta y Melilla-, y cuya recuperación está inscrita en los programas de todos los partidos políticos del país, la visita de un jefe de Gobierno o de Estado español a estos dos enclaves era considerada un peligroso casus belli por Marruecos.
En el segundo comunicado de Rabat en menos de 24 horas, difundido por la agencia marroquí Map, el primer ministro El Fassi -que asegura que tuvieron conocimiento de la visita por los medios de comunicación- declara su profundo «lamento y rechazo» por la visita de los Reyes españoles a unas ciudades que considera «parte integrante del territorio del reino de Marruecos» y afirma que «su retorno a la madre patria se hará a través de negociaciones directas con España como fue el caso para Tarfaya, Sidi Ifni y el Sáhara marroquí».
Hasta esta segunda reacción, demayor calado que la primera -por el cargo del responsable de la misma y por el mismo contenido-, la débil respuesta del Gobierno marroquí tenía la apariencia de un enojo de fachada que escondía una decisión concertada entre los dos países. Y varios factores avalaban esta teoría.
Primero, hay que recordar que en enero de 2006 la visita del presidente Zapatero a Ceuta y Melilla provocó una reacción de malestar únicamente en la prensa marroquí. El Ejecutivo alauí actuó, en cambio, con moderación.
No hay que olvidar que, en el caso de Ceuta y Melilla, y contrariamente a su padre, Mohamed VI tiene la fibra nacionalista bastante lánguida. Por ejemplo, el 16 de agosto de 1999, durante su primera visita oficial a Marruecos después de la muerte de Hasán II, José María Aznar se sorprendió al oír al nuevo rey asegurar que «los políticos [marroquíes] pueden decir lo que quieran, pero Ceuta y Melilla no constituyen un problema entre nosotros».
Segundo, no es creíble que el Gobierno de España, cuya política exterior es bastante entreguista con Marruecos, haya organizado la visita de los Reyes a Ceuta y Melilla sin una concertación previa con el entorno próximo a Mohamed VI. Los que conocen las susceptibilidades y los furores homéricos del rey alauí no imaginan al actual Gobierno español actuando de tal modo.
Tercero, el pasado miércoles, en la presentación del programa del Gobierno ante la Cámara de los Consejeros (Senado), un consejero se percató de que el Ejecutivo dirigido por Abás El Fassi, secretario general del muy nacionalista Partido del Istiqlal -las reivindicaciones territoriales forman parte del esqueleto ideológico del partido-, había omitido reivindicar las ciudades ocupadas de Ceuta y Melilla.
Ayer, en una conversación con EL MUNDO, el analista del diario Al Masae, Ali Anouzla, era categórico: «Antes de presentar el programa de gobierno ante el Parlamento, el primer ministro tiene que someterlo al Consejo de Ministros presidido por el Rey. Abás El Fassi no puede añadir ni suprimir la referencia a la reivindicación de Ceuta y Melilla sin el visto bueno del Gabinete real».